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lunes, 29 de mayo de 2017

(España) Breve historia de puñaladas del PSOE andaluz (+Opinión)

Nadie ha explicado la política andaluza mejor que María del Rosario Galván, cuando le escribía a su joven amante y le confesaba lo que, en público, nunca hubiera reconocido, aunque a su alrededor nadie tuviera otra certeza más sobre ella que su desmedida ambición. “El poder es mi naturaleza, te lo repito. El poder es mi vocación. Tengo cuarenta y cinco años y desde los veintidós he organizado mi vida con un solo propósito: ser política, hacer política, comer política, soñar política, gozar y sufrir política. Es mi naturaleza”. Podrían ser palabras de la actual presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, pero también las de cualquiera de sus predecesores y de muchos de los que en los últimos 40 años han servido y dirigido el Partido Socialista en Andalucía. Podrían suscribirlo muchos, pero esas palabras solo pertenecen a María del Rosario Galván, el personaje literario con el que Carlos Fuentes retrató magistralmente el PRI mexicano, perpetuado a lo largo de siete décadas en el poder.

Para 40 años va la hegemonía del PSOE en Andalucía (se cumplirán, exactamente, el 27 de mayo de 2018, aniversario de la constitución en el salón de actos de la Diputación de Cádiz de la Junta de Andalucía preautonómica, que ya puso al frente a un presidente socialista, Plácido Fernández Viagas), y lo llamativo de todo este tiempo es que han sido las propias disputas internas del Partido Socialista las que han puesto y quitado presidentes. Nunca los ciudadanos. De Escuredo hasta Susana Díaz, la historia del PSOE de Andalucía se escribe con el verde de la bilis que se ha empleado en cada uno de los navajazos.

Rafael Escuredo, que sucedió a Fernández Viagas, fallecido en 1982, fue el primero en caer, acaso porque nunca fue considerado por el potente aparato socialista como uno de los suyos. Fue más bien una bandera de conveniencia, una imagen de usar y tirar, la oportunidad de una coyuntura. En el PSOE no lo tuvieron en cuenta hasta que vieron en él el estilete con el que podían herir de muerte al Gobierno de Adolfo Suárez con las exigencias de autonomía. Y así fue; a lomos del nacionalismo andaluz de Escuredo, que había perdido todas las batallas internas en el socialismo andaluz, el PSOE se encaramó a la Junta de Andalucía y, pocos meses después, Felipe González entró en La Moncloa.

Ahí se acabó la carrera política de Escuredo, porque el Gobierno socialista de Felipe comenzó a negarle todas aquellas competencias que había prometido transferir. En marzo de 1984, Escuredo presentó la dimisión por dignidad, noqueado por el bloqueo de las competencias que necesitaba para poner en marcha la reforma agraria. Se fue Escuredo, por cierto, tras una campaña de prensa de 'El País' en su contra, “la agrupación socialista de 'El País”, como decía el otro día en Sevilla José Antonio Griñán en la presentación de un libro. Quien haya pensado que la campaña de Prisa contra Pedro Sánchez era la primera, ya ve que se equivoca.

En el PSOE no tuvieron en cuenta a Escuredo hasta que vieron en él el estilete con que atacar al Gobierno Suárez con las exigencias de autonomía

Felipe González y Alfonso Guerra, entonces muy unidos, se quitaron de encima a Escuredo y pusieron en su lugar a la persona que sí representaba el dogma y la disciplina del aparato socialista, José Rodríguez de la Borbolla. Pero tampoco duró mucho. Pepote Borbolla no repitió el ‘error’ de Escuredo de pedir más competencias, pero sí quiso gobernar la agrupación socialista andaluza al margen de los dictados de la ejecutiva federal. Obviamente, Alfonso Guerra se movilizó y en el primer congreso regional Borbolla cayó derrotado. De aquella época se conserva una anécdota memorable, narrada por el propio Borbolla, que habla bien de la ductilidad de las fidelidades en política. “Un buen día me dijeron que yo ya no contaba con la confianza del partido, y me reuní con un buen número de alcaldes y cargos públicos del PSOE andaluz para escucharles. Todo eran muestras de apoyo, hasta que se levantó un alcalde y me dijo: ‘Vamos a ver, Pepote, no te engañes. Tienes nuestra confianza, pero todos queremos seguir siendo concejales y alcaldes cuando tú dejes de ser presidente de la Junta”. Y, con un abrazo, lo abandonaron.

A Borbolla lo sustituyó en la presidencia andaluza Manuel Chaves. Estaba de ministro de Trabajo con Felipe, no quería bajo ningún concepto ‘degradarse’ en una autonomía, y aun así, con el título asumido de 'candidato a palos', se convirtió en el presidente más longevo de la Junta de Andalucía: 19 años. Quizá porque fue el que mejor supo interpretar que la permanencia en el poder necesitaba de sólidas raíces, que no se conseguían solo con la gestión, sino con la complacencia de todos los sectores. Chaves exprimió como nadie la “cultura de la subvención”: en el Gobierno y en el partido los contentó a todos con un riguroso reparto de cuotas provinciales. Ninguna alteración, ninguna apuesta arriesgada, ninguna equivocación. Como dijo en una de sus más celebradas equivocaciones en la tribuna del Parlamento andaluz, Chaves era “un firme partidario del protocolo de Kieto”.

"Tienes nuestra confianza, pero todos queremos seguir siendo concejales y alcaldes cuando tú dejes de ser presidente de la Junta", le dijeron a Borbolla

La longevidad se le acabó a Chaves cuando Zapatero, preocupado por el estancamiento electoral del PSOE andaluz, quiso promover la renovación. Chaves, y el aparato socialista andaluz, contestaba como contesta ahora Susana Díaz: “Yo gano elecciones”, pero a Zapatero no le parecía suficiente. Así que terminó convenciéndolo para que se marchara de vicepresidente a su Gobierno. Chaves no lo sabía entonces, pero es lo mejor que pudo hacer porque le dejó todo el marrón del fraude de los ERE a José Antonio Griñán, con el que acabó peleado y sin hablarse. Es ahí donde llega Susana Díaz, después de que ella misma, según cuentan en el PSOE andaluz, se abriera paso hasta la presidencia orillando y superando a todos sus rivales. En la gestión hizo como Chaves, el 'protocolo de Kieto', con esa frase suya tan esclarecedora de que “con la gestión no se ganan elecciones”, pero en el partido ha vuelto a equivocarse.

Tras la cruel derrota de las primarias, le queda un pulso abierto con el nuevo secretario general del PSOE, igual que algunos de sus predecesores. Y aunque todos lo han desmentido, ya esta semana ha surgido desde Cádiz, donde se emboscan muchos enemigos internos de Susana Díaz, un rumor que suena a amenaza velada: Bibiana Aído, partidaria declarada, ella y su familia, de Pedro Sánchez, podría ser la sustituta. Dirán que es imposible, que no sucederá, pero la verdad es que en la larga hegemonía del PSOE andaluz, han sucedido tantas cosas que cualquier navajazo tiene su lógica y su coherencia interna.

FUENTE: Matacán - JAVIER CARABALLO - http://blogs.elconfidencial.com

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