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jueves, 31 de agosto de 2017

(España) Comunistas que se casan como aristócratas (+Opinión)

Por: Juan Soto Ivars - La boda de Alberto Garzón, como la de Lady Di, es un acontecimiento que rebasa las fronteras y produce riadas de comentarios, igual que la ingestión excesiva de marisco provoca gota. A mí me pilló en París, de vacaciones. Desde una terracita en el barrio de Le Marais me preguntaba cómo de contradictorio le iba a parecer a mi cuadrilla de trols que, después de tanto criticar el modelo turístico de Barcelona, me fuera yo una semana de vacaciones a una ciudad turística como París. Las reacciones cavernícolas a la boda de Garzón me han dado la respuesta. Al final del artículo volveré a esto.
Para el miserable, la única existencia válida y admirable es la de quienes viven de manera miserable. Todos somos un poco miserables, así que sentimos simpatía por las historias de los artistas malditos a los que nadie reconoció su talento. Nos enteramos de estas historias después de que la muerte recicle la figura ajada y la eleve a la categoría de mito, pero no nos importa. Vivimos de manera virtual, y de manera virtual sopesamos a los otros. Así Van Gogh, admirable cuando lo miramos a través del precio contemporáneo de sus cuadros. Habría que preguntarle a él si, de volver a nacer, no preferiría hacerlo como un panadero sin talentos exóticos. Habría que preguntarse cuántos Van Gogh desaparecieron sin dejar rastro. Pero Van Gogh no descuelga el teléfono. Y aunque lo descolgase, tampoco tendría oreja donde ponérselo.

Hablando de orejas: creo que el mito de Kurt Cobain explica por qué mi amigo Lenore anda enfurruñado con el éxito tuitero de Manuel Bartual. Dicen que Kurt Cobain se suicidó porque su carrera había sido demasiado meteórica. Él quería seguir viviendo de manera miserable. Tenía interiorizado ese mito burgués y cristiano de que el fracasado, el perseguido, es el mesías. La decadente trituradora de almas —'aka' industria musical— quiso hacer de Cobain un manejable Kravitz y él se pegó un tiro para no contaminarse. Sus fans captaron el mensaje e hicieron de él una figura rebosante de pureza. Al fin y al cabo, la pureza ha matado más personas y frustrado más vocaciones que ninguna otra idea.
A Garzón le exigen pureza desde la derecha 'bon vivant'. Si usted da lecciones, don comunistón, lo menos que puede hacer es casarse en la bodega de un pesquero, rodeado de pescadores borrachos que cantan polcas y rasguean balalaicas, preferiblemente con una armenia coja y tuerta que porta un ramo mustio de lavandas entre las manos. Y magia: los mismos que se cachondeaban, con bastante motivo, por cierto, de la alergia patológica que le producían las chaquetas a Pablo Iglesias, ahora recriminan a Garzón que se haya paseado con un frac azul por entre las mesas de un convite absolutamente convencional. Pues a ver si nos aclaramos.
Los mismos que se cachondeaban de la alergia a las chaquetas de Iglesias recriminan a Garzón que se paseara con un frac entre las mesas del convite
Por lo que yo tengo entendido, el tallo del pensamiento comunista dictamina que hay que repartir la riqueza dando el sablazo a la plusvalía de quienes ostentan el monopolio de los medios de producción. El comunismo persigue el sueño de que los obreros vivan como burgueses, pero en la práctica, desgraciadamente, se acaba haciendo un lío, y termina acusando de burgués a cualquier cabecita disidente. Tiene cierto sentido: para convertir al obrero en burgués hace falta que el burgués se convierta en obrero. Este trasvase de clase social es el que llenó los campos asiáticos de esclavos que construían canales hidráulicos, como explica Frank Westerman en 'Ingenieros de almas'.
Hay que decir, de todas formas, que el comunista de hoy no es el comunista de ayer. El comunista siempre quiere viajar hacia una Arcadia, pero esta ha cambiado de lugar en los últimos 10 años. Hoy, el comunista es más conservador que progresista. Cuando las políticas neoliberales desmantelan la Arcadia que llamábamos sociedad del bienestar, el comunista se esfuerza por sostener lo que se cae. Quiere conservar la sanidad, conservar las pensiones, conservar los convenios colectivos y los sueldos. Quiere conservar lo que los nuevos progresistas, todavía fascinados por el desastre de la globalización, dicen que es cosa del pasado. Antes, el comunista soñaba con un futuro en que trabajarían las máquinas mientras los obreros hacían pícnic. Ahora, el comunista teme que las máquinas abaraten costos de producción a costa de la vida de millones de votantes del PP.
El comunismo persigue el sueño de que los obreros vivan como burgueses, pero en la práctica termina acusando de burgués a cualquier cabecita disidente
Total: que la boda de Garzón me pilló en París. Mientras le acusaban de pasarlo bien con su propio dinero los que votan a un partido que se casa con dinero del contribuyente, yo pensaba que está muy bien el modelo turístico de París comparado con el de Barcelona. Por cierto: el viaje a París es un regalo que le hice a mi mujer. Sospecho que la boda de Garzón anduvo por los mismos derroteros. En las bodas manda generalmente la novia. Lo que nos lleva a la última de las contradicciones inofensivas: hay que ver lo contentas que se ponen algunas feministas, como la que comparte su vida conmigo, cuando el hombre las coloca ante la incoherencia del sí quiero. Cualquier día veremos a Anna Gabriel vestida de blanco y yo levantaré mi copa y diré: que vivan los novios.

FUENTE: Con información de España is not Spain - Juan Soto Ivars - https://blogs.elconfidencial.com

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