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domingo, 24 de septiembre de 2017

La labor invaluable de "Los Topos" mexicanos

"No hay noche ni día, no hay hotel, no hay comida, no hay miedo, unicamente hay el servicio a los demás, entonces eres un topo". Así ha definido una y otra vez en cada entrevista y producción audiovisual, el 'topo mayor' y fundador, Héctor 'El Chino' Méndez, la labor de sus compañeros, nacidos como grupo de rescate tras el primer gran terremoto que sacudió a México en 1985.

Desde entonces han hecho presencia en cada desastre ambiental que implique escarbar en lo más hondo y riesgoso de los escombros para rescatar vidas. Sin importar el lugar o la distancia.


Hoy les tocó de nuevo hurgar en las entrañas de la devastación en el país de sus ancestros y descendientes. No como hace 32 años cuándo apenas arañaban con sus manos el concreto para llegar o sacar a rastras a un sobreviviente.


Ahora el mundo entero los reconoce y respeta, por su vocación de servicio, por la mística y el sacrificio que están dispuestos a hacer con tal de salvar una vida, después de completar más de medio centenar de anécdotas y experiencias en los eventos más catastróficos que han golpeado a la raza humana. Japón en 1995, Colombia en 1999, Nueva York en 2001, Haití en 2010, Ecuador en 2016.

A donde van, incluso pareciera que la tierra misma les abriera paso para facilitar su misión de sondear entre lo más caótico e impenetrable, en busca de un suspiro, de un llanto, de un grito, cualquier señal que se cuele por un hueco o una grieta y que les muestre un camino que más nadie es capaz de ver.

Como los topos, esos mamíferos de extraordinaria capacidad para vivir bajo la tierra. Por eso su nombre.

Siguen siendo bajos de estatura y peso corporal. Así no sólo es más fácil entrar sino salir y cargar. Seres vulnerables, de carne y hueso, como quienes rescatan, pero con nervios de acero para desafiar cada amenaza que hace más compleja su misión, un derrumbe, un tropiezo, una réplica.

Con el tiempo y las calamidades han profesionalizado sus métodos y prácticas. Y en su lenguaje, compuesto de pocas palabras y mas bien de un montón de señas, el silencio y el gesto del puño arriba se volvió código universal.

Sus ojos ven movimiento en medio de la rudeza de las lozas y las piedras, sus oídos escuchan sonidos vivos donde la esperanza calla y su intuición les dice dónde insistir cuando los demás creen que todo está perdido.

FUENTE: Con información de Agencias - http://www.noticiasrcn.com

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