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jueves, 30 de noviembre de 2017

(EE.UU.) La Casa Blanca prepararía plan para relevar a Tillerson como secretario de Estadoría

La carrera de Rex Tillerson al frente del Departamento de Estado parece tener los días contados. Fuentes de la Casa Blanca admitieron este jueves que está discutiendo un plan de relevo para su jefe de la Diplomacia, quien lleva meses en la cuerda floja por los frecuentes desencuentros con Donald Trump. The New York Times avanzó por la mañana que se había decidido su sustitución por el actual director de la CIA, Mike Pompeo, en un plazo de semanas. Fuentes anónimas del Gobierno confirmaron después a Associated Press y otros medios estadounidenses que, en efecto se está discutiendo el plan.

La información culmina confirma el clima de crisis en el que trabaja el otrora patrón del gigante petrolero Exxon Mobile. Pese a ser anunciado en su día como un fichaje de relumbrón, Rex Tillerson nunca ha tenido química con Trump, los rumores de sus enfrentamientos son constantes y en el pasado ha tenido que salir a desmentir su dimisión, que hace unas semanas ya se daba por probable. El llamado Rexit -una versión de Brexit a juego con el nombre de pila, Rex- está ahora más cerca.

El jefe del gabinete de Trump, el general John Kelly, está trabajando en el plan de transición, según apuntan las fuentes de la Administración citadas por el Times, y Pompeo será sustituido al frente de la Agencia de Inteligencia por el senador republicano John Cotton, de Arkansas, quien ya asesora al presidente en asuntos de seguridad. La embajadora de EE UU ante la ONU, Nikki Haley, también sonó en su día como posible relevo para Tillerson, habida cuenta de cuánto su figura eclipsaba al Secretario de Estado y que la dureza de sus mensajes se alineaba mejor con la Casa Blanca. Cuando esta mañana preguntaron a Trump si quería que Tillerson siguiera en su puesto, el presidente se limitó a responder: "Está aquí. Rex está aquí".

Trump, dicen las citadas fuentes, se ha cansado de Tillerson. Y en su propio departamento, con constantes salidas de profesionales y artículos que hablan sobre el mail ambiente, tampoco es muy querido. Ocupa uno de los puestos más complicados de la Administración de Trump, la de la diplomacia exterior, esa que el nuevo presidente ha decidido revolucionar sin buscar la complicidad de los expertos del departamento o de los países tradicionalmente aliados de Estados Unidos. El secretario de Estado está pilotando esas relaciones, además, en un contexto arisco: con el presupuesto de su departamento recortado gravemente y en medio de claras divergencias con su presidente.

Las discrepancias han sido públicas, de fondo y de forma: trató de que Trump no rompiera el acuerdo nuclear con Irán, siempre pone la vía política por delante en el conflicto con Corea del Norte y le ha contradicho abiertamente en otras cuestiones como las sanciones a Qatar por parte de Arabia Saudí, cuando defendió una suavización de estas.

Tillerson desempeña, de alguna manera, el papel de poli bueno en una Administración en la que el presidente toma con gusto el papel de poli malo, de duro. Pide más dinero a los socios de la OTAN de forma brusca y en público, impulsa por las bravas la renegociación del tratado comercial con México y Canadá y no tiene problemas en llamar “gordo” y “bajo” por Twitter al líder de la dictadura norcoreana, Kim Jong-un. En paralelo, el secretario de Estado asume una gestión de la política exterior mucho más tradicional, aunque está pasando sin pena ni gloria a ojos de la opinión pública.

Pero, más que un verso suelto, Tillerson es un verso solitario en el universo Trump. Si los jefes de la diplomacia han sido personajes de alto perfil en las Administraciones americanas -Henry Kissinger, Madeleine Albright o Hillary Clinton son algunos ejemplos-, Tillerson, otrora patrón de Exxon, que fue presentado por Trump como un fichaje estrella, ocupa un lugar, en el mejor de los casos, discreto. Atiende poco a la prensa y las noticias sobre su departamento fueron negativas desde muy pronto, especialmente por las múltiples salidas y dimisiones. La semana pasada, miembros demócratas del Comité de Exteriores de la Cámara de Representantes expresaron preocupación por el “éxodo de más de 100 altos funcionarios del servicio exterior desde enero”.

El último ejemplo del distanciamiento con Trump vino a cuento del viaje de Ivanka Trump, primogénita del presidente, a la India, para participar en un evento de emprendedores. Tillerson, según la prensa estadounidense, ha rehusado enviar a nadie del departamento para acompañarla.

FUENTE: Con información de https://elpais.com

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