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domingo, 14 de enero de 2018

(España) ¿Chantaje Puigdemont? (+Opinión)

Por: Joan Tapia - En la segunda quincena de mes va a volver la máxima tensión a Cataluña (y a España). El próximo miércoles se elige la Mesa del nuevo Parlament y su presidente, que tendrá un papel clave en la investidura del nuevo 'president' de la Generalitat. Y el desenlace no está nada claro. Puede acabar con un 'president' razonable, que busque una difícil estabilización de la relación con el Estado. O con la polémica reelección de Puigdemont, que implicaría una nueva y peligrosa etapa de conflictividad interna en Cataluña y con Madrid.
E incluso no se pueden descartar del todo nuevas elecciones, aunque el interés claro del independentismo es usar su mayoría (el tesoro de los 70 diputados que dijo Artur Mas) para recuperar la Generalitat, el presupuesto, y afrontar el futuro con la máxima protección institucional posible.

La incertidumbre se debe a que la aplicación del artículo 155 tuvo un resultado dual. Por una parte, Rajoy —así como los líderes del PSOE y Cs que le apoyaron— lograron el objetivo principal: la declaración unilateral de independencia del viernes 27 de octubre se quedó en nada. Además, al haber convocado elecciones en el plazo más corto posible, el 21 de diciembre, el gobierno central se ahorró la posible alta conflictividad de una larga etapa de administración directa. Por último, las elecciones se celebraron con total normalidad y una alta participación. El independentismo acató, de iure y de facto, la legalidad española que había enterrado en las dos sesiones parlamentarias de primeros de setiembre.

Pero el 155 no ha dado todos los resultados que se podían esperar. El independentismo mantuvo su apoyo electoral (cayó solo dos décimas, del 47,7% al 47,5%) y ha logrado salvar su mayoría absoluta parlamentaria (68 escaños), pese a haber bajado de 72 a 70 diputados. El independentismo tiene pues legitimidad para gobernar, pero tendrá que respetar las leyes y la Constitución. Así se perfila una coexistencia —no sé cuánto de pacífica— entre el independentismo gobernante en Cataluña y el aparato del Estado español y el gobierno de Madrid. ¿Será posible? Dependerá mucho de lo que pase los próximos días… o semanas.

Conviene entender porque el secesionismo ha revalidado su mayoría pese al estrepitoso fracaso del intento, la fuerte división social ocasionada, las negativas consecuencias económicas y la falta total de reconocimiento internacional. Creo que se debe a que para muchos catalanes este fracaso ha sido menos relevante que lo que han percibido como agresividad del Estado: la actuación policial contra ciudadanos que querían votar en el referéndum del 1 de octubre, el 155 propiamente dicho que aparejó el cese del gobierno catalán salido de unas elecciones, y la prisión preventiva e incondicional de dirigentes independentistas que no era obligada ya que los graves delitos de que son acusados no prescriben en pocas semanas y la prisión incondicional sin fianza antes del juicio es una figura bastante excepcional. No quiero extenderme, pero encuestas solventes de GAD3 (publicados en 'ABC' y 'La Vanguardia') dejaban claro, por ejemplo, que el 59% de catalanes (doce puntos más que el 47% que votaron separatista) no creía justificada la acción judicial contra el gobierno de la Generalitat, y que el 53% los consideraba presos políticos.

Sea como sea la situación actual es que el 155 ha servido para restablecer el orden constitucional pero que hay una mayoría secesionista en el parlamento catalán. ¿Cómo va a funcionar la coexistencia? El primer acto será la elección el miércoles del presidente del Parlament. En este momento los diputados secesionistas tienen asegurados 65 votos: los 62 diputados de Junts per Catalunya y ERC en libertad, más los tres en prisión a los que el juez Llarena autoriza a delegar el voto. Y si este cómputo se cumple, el secesionismo tiene garantizada la presidencia del parlamento sin necesidad de que dimita ninguno de los cinco diputados de Bruselas para que corra la lista. La única posibilidad contraria sería que el candidato de Cs —el diputado Espejo— lograra el apoyo de Podemos (y del PSC y el PP) en cuyo caso habría un empate a 65 y Espejo sería elegido porque Cs es el primer grupo parlamentario (36 escaños).

Pero este escenario se puede descartar. Podemos no votará al candidato de Cs y en el caso de que se temiera, al independentismo le bastaría la dimisión de uno de los cinco diputados de Bruselas para ganar por 66 a 65. ¿Qué pasará luego? Junts per Catalunya, la extraña mezcla del PDeCAT (la antigua CDC) e incondicionales de Puigdemont, tiene 34 diputados frente a 32 de ERC. Y ahora, confirmada la prisión de Junqueras, ERC ya no puede reclamar la presidencia de la Generalitat. Tiene que cederla a JpC a cambio de la presidencia del parlamento. Y lo más probable es que, tras la renuncia de Carme Forcadell y de Carles Mundó, la presidencia del parlamento recaiga en Ernest Maragall (76 años), el hermano pequeño del 'president', con una larga trayectoria en el PSC, partido con el que rompió en el 2012 cuando no aprobó el derecho a decidir, que luego fue eurodiputado de ERC y que ahora ha sido elegido como independiente en la lista republicana. Maragall es un veterano de la política catalana con fuerte personalidad, pero su actuación estará muy determinada por la actitud de ERC. Por lo que decida Junqueras desde Estremera.

A principios de la pasada semana el esforzado 'agitprop' de Puigdemont filtró un supuesto pacto con Marta Rovira, la secretaria general de ERC, tras una cena a dos en Bruselas. Había que constituir el parlamento —Puigdemont renunciaba así a boicotearlo con la ausencia de 70 diputados independentistas hasta que Madrid rectificara—, y elegir una Mesa con mayoría independentista, el presidente de esta Mesa propondría para 'president' de la Generalitat a Carles Puigdemont que sería elegido sin tener que presentarse en Barcelona. Luego la propia Marta Rovira sería 'Conselller en Cap' (primer ministro) del nuevo gobierno. Pero ERC desmintió el pacto con celeridad. Lo único acordado era constituir el Parlamento y elegir una Mesa de mayoría separatista.

Y es que aquí empieza lo que puede ser un grave conflicto interno del independentismo. Quizás un cisma. Eliminado Junqueras (por el juez Pablo Llarena del Supremo), ERC tiene que aceptar que como primera opción el 'president' sea el líder de la lista de JxCAT, o sea Puigdemont. Pero la prioridad a corto de ERC es rebajar la conflictividad de la política catalana por lo que la elección de Puigdemont vía telemática (o por discurso delegado) parece imposible y muy inconveniente. ERC no quiere ser la responsable de lo que en sectores del independentismo se vería como veto a Puigdemont y/o sumisión al Estado y espera que ese papel —dictaminar que Puigdemont no puede ser elegido— corresponda a los letrados del Parlament.

ERC confía en que en estas circunstancias Puigdemont acabe renunciando y se pacte un 'president' que de entrada no sea demasiado conflictivo (Artur Mas y Mas Collell han abogado por un 'president' "técnico").

El problema es que Puigdemont —crecido por su inesperada victoria electoral ante ERC e inconsciente en la nube de Bruselas de que el primer partido catalán es hoy Cs— es poco probable que acepte pasar sin más a ser una especie de presidente honorario en el exilio que cada día tenga menos relevancia. Habrá un duro forcejeo entre Puigdemont y ERC. El PDeCAT buscará un acuerdo intermedio que difícilmente podrá ser satisfactorio para todos. Y no se puede descartar que Puigdemont se enroque y haga una especie de chantaje: o se vuelve a la legitimidad y soy elegido, o en caso contrario mis diputados no votarán a otro presidente y se tendrán que repetir las elecciones, lo último que ERC quiere. Y quizás lo único que les podría hacer ceder.

¿Cuál es la fuerza de Puigdemont para este enroque-chantaje? En principio los 34 diputados de JxCAT, pero es difícil que el PDeCAT le siga hasta el final si ERC no cede. ¿Qué fuerza tienen Puigdemont y el PDeCAT en la lista de diputados de JxCAT? En principio Puigdemont tiene la sartén por el mango porque un buen conocedor me dice que cuenta con entre 15 y 19 diputados. Si 19 (o 15) diputados de Puigdemont se plantan frente a ERC hasta el final, e incluso frente al PDeCAT, ERC puede acabar cediendo. Pero ¿cuántos de esos 15 o 19 diputados seguirían a Puigdemont hasta el final mientras transcurre el plazo máximo de dos meses para celebrar unas nuevas elecciones que nadie quiere? ¿Cuánto tardaría una rebelión interna, de hasta los más próximos, en abandonarle y traicionarle como le ocurrió a Pedro Sánchez a finales del 2016?

Nadie se atreve a garantizar nada. Una experta me dice que solo las brujas —que son sabias— lo pueden adivinar. En todo caso, prepárense para quince días —prorrogables— de nervios. Quizás acaben memorizando y buscando indicios de "realismo" entre los 18 diputados que, dirigidos por Elsa Artadi, siguen a Puigdemont y le han cogido gusto a viajar a Bruselas, la capital de una Europa que mira con creciente preocupación a Cataluña.

FUENTE: Con información de columna de opinión "Confidencias Catalanas" - JOAN TAPIA - https://blogs.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)

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