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martes, 2 de enero de 2018

(España) Los vecinos del Chicle: "Cómo pudo tener cuajo para aguantar la presión año y medio"

Una niña de apenas 10 años juega en el jardín de su casa, al otro lado del precinto de la Guardia Civil. No es la única vivienda que ha quedado aislada por el cordón policial que circunda la fábrica de gaseosas abandonada de Rianxo en la que estaba escondido el cadáver de Diana Quer. Los moradores de algunas de ellas se asoman de vez en cuando a la ventana y observan los furgones policiales, los camiones de bomberos y el coche fúnebre en el que desde las 11 de la mañana reposa lo que, según todos los indicios, es el cuerpo de la joven madrileña desparecida en agosto de 2016, en la más mediática de las desapariciones de los últimos años. Es una zona rural pero relativamente poblada. Nadie se explica cómo José Enrique Abuín Gey, alias el Chicle, pudo depositar allí el cuerpo de Diana sin levantar sospechas.

Al otro lado de la casa donde juega la pequeña, decenas de periodistas hacen guardia a la espera de algún movimiento. Son momentos de tranquilidad que suceden a la intensa madrugada de este domingo, víspera de Año Nuevo. En algún momento de la noche, todo se precipitó después de que la mujer de Abuín tumbase su coartada y el presunto asesino se derrumbase en el cuartel de Lonzas, A Coruña, para confesar el delito y el lugar donde escondía el cadáver. Pasadas las cinco de la mañana, y en medio de un auténtico diluvio, el Chicle y los agentes entraron en esa nave industrial que también ha sido un almacén de muebles y se encerraron en ella hasta las 11. A esa hora salió en una camilla el cuerpo de Diana. Fue introducido en el automóvil funerario y ahí siguió durante horas.

No hubo mucho más movimiento durante las horas siguientes, más allá de la comitiva judicial que entraba y salía en la zona precintada, los periodistas que se asomaban al cordón policial y la niña que jugaba en su pequeña finca, familiarizada ya con al despliegue que se vivía a su alrededor. No era el tipo de ajetreo que los vecinos esperaban para este 31 de diciembre, pero la confesión del Chicle lo cambió todo. Se ven unidades móviles de televisión por todos lados, los periodistas hacen pequeños descansos en los bares de la zona y la policía local de Rianxo impide a los vehículos acercarse en coche hasta el lugar donde trabajan los bomberos, que tratan de drenar el pozo en el que fue arrojado el cadáver que con toda seguridad será el de Diana Quer.

Muy cerca de la fábrica acordonada se encuentran el cementerio y la iglesia parroquial, de la que a eso de las 12 de la mañana, concluida la misa, sale una veintena de fieles impresionados por la proximidad en la que reposaba la desaparecida. Se acercan hasta el cordón policial y comentan: la familia del asesino confeso no era del agrado de la mayoría. La conoce todo el mundo, porque El Chile nació en una casita que asoma a un centenar de metros de la fábrica, bajando por una estrecha carretera a la derecha, aunque ahora vivía con su mujer y su hija en Outeiro (Taragoña, también Rianxo), a apenas cuatro kilómetros de la parroquia de Asados en la que se escondía el cuerpo más buscado. “No me gustan, no son buena gente”, afirma un vecino de unos sesenta años que observa la zona acordonada protegido bajo un paraguas.

A eso de las 13 horas sale el sol. Parece que fue hace un siglo que la Guardia Civil irrumpió con Enrique Abuín en la fábrica abandonada, pero ahí sigue el cuerpo de la joven, metido en el vehículo, mientras los bomberos trabajan y los coches de los agentes entran y salen de la zona precintada sin dar explicaciones. El único momento que rompe la rutina es la salida del Chicle en un coche de los agentes poco después de que el cadáver de su víctima fuera introducido en el coche fúnebre, en medio de los insultos de sus vecinos. Va con la cara tapada y es conducido a su casa, de la que una grúa retirará el Alfa Romeo gris que presuntamente utilizó para los hechos delictivos de aquella aciaga noche del 22 de agosto de 2016. Él volverá a Lonzas. Su mujer queda en libertad.

La angosta carretera que comunica la casa de Abuín y la fábrica abandonada es un ir y venir de coches: fotógrafos, unidades móviles, guardias civiles… Los vecinos ni levantan la cabeza para observar los coches: también se han acostumbrado al trajín de vehículos que van y vienen en este corredor entre el lugar donde vivía el monstruo y el que ocultaba el cadáver de su víctima. Estamos en Rianxo, a exactamente 20 kilómetros del paseo de Pobra do Caramiñal, el lugar donde se perdió la pista de Diana. En los bares de ese camino en el que es imposible no perderse sin la ayuda de un navegador también parecen acostumbrados. Hace dos días que el Chicle fue detenido y la gente que se arremolina en la barra ha tenido tiempo para asumir que convivía con un asesino. Todos lo conocían. Nadie puede decir que le haya sorprendido.

“Lo único que me llama la atención es que haya tenido cuajo suficiente para aguantar la presión durante casi año y medio”, dice un cliente más o menos de la edad del detenido, que toma un café acodado en la barra. Porque al Chicle se le tiene poco menos que por el tonto del pueblo, un don nadie, un hombre tal vez capaz de hacer una barbaridad, pero sin las agallas suficientes para mantener el secreto sobre un cadáver tan buscado. A pesar de que sus antecedentes conocidos hablan de un tipo acostumbrado a manejarse en el mundo del trapicheo y con un pasado como abusador sexual, sus vecinos le ven como un acobardado que rebosa complejos.

Hasta las tres de la tarde no abandona la zona precintada el coche con los restos de Diana Quer. Su destino final es el Instituto de Medicina Legal de Galicia, el Imelga de Santiago, donde se le practicará una autopsia que permitirá despejar algunas de las dudas que aún planean sobre el caso. Cada vez son menos los curiosos que merodean por la zona. Los vecinos se meten en sus casas y siguen con sus preparativos para una Nochevieja especial. Hace rato que la niña ha vuelto a entrar en su casa. Es posible que cuando el precinto policial se levante sienta la tentación de curiosear en el interior de una fábrica que nadie nunca más volverá a ver con los mismos ojos.

FUENTE: Con información de PABLO LÓPEZ - https://www.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)

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