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lunes, 12 de marzo de 2018

(España) De Vícar a Las Hortichuelas: la ruta de la muerte de Gabriel, 'el pescaíto'

Gabriel Cruz, la sonrisa del 'pescaíto', estaba justo aquí. La inocencia de su cara risueña que ha recorrido toda España pereció en este pueblo de Almería. Estaba envuelto entre mantas. Asesinado. Estamos en el número 17 de la calle Horacio de La Puebla de Vícar, a 20 kilómetros de Almería capital, un edificio de cuatro plantas no lejos del ayuntamiento y en medio de descampados y avenidas amplias.

La vivienda era propiedad de Ángel David Cruz, el padre de Gabriel. Allí vivía con Ana Julia Quezada Cruz, su pareja desde hace dos años. “Yo no he sido”, gritó ella tras ser detenida por la Guardia Civil. Los agentes lloraron. Toda España llora, sin consuelo, por la muerte de Gabriel. Tenía ocho años: una vida por delante de juegos, esperanzas y sueños por cumplir.

Isakaki, 45 años, es natural de Nador (Marruecos). Lleva 20 años trabajando en este mar de plástico almeriense. “Es allí, donde está aparcada la furgoneta blanca. He visto a mucha gente llorar”. En la calle Horacio, vestida con un chándal azul marino, María, de unos 60 años, ve el micrófono de Canal Sur TV y se alegra de ver las cámaras. “Yo no he visto nada, pero sé que llevaba toda la mañana perseguida”, asegura. “Diga esto por la tele. Solo 30 segundos”, le anima el productor de 'Andalucía Directo'.

El aparcamiento
María accede y luego se arrepiente. No quiere cámaras, pero antes señala el aparcamiento de donde salió esta mañana el vehículo de la novia del padre de Gabriel. Al lado de la salida un cartel dice: “Alta tensión. Peligro de muerte”. El viento azota sin parar. La sensación térmica es polar. Nadie quiere decir nada. Nadie parece conocer a Ana Julia. Tres niños, de 14 años, que no se separan de sus bicicletas Orbea y Btwin, miran con curiosidad desde la acera de enfrente. “Vamos a volar”, dice uno de ellos.

Llega a la calle Horacio una señora con gafas que viene a ver a su madre, ya mayor. Conoce a Ana Julia. La ha visto varias veces en el mercado. “No me explico qué ha podido pasar. No me lo esperaba”, argumenta esta señora que no quiere decir su nombre. “Ella es muy simpática”, dice sobre la principal sospechosa del crimen del niño, la misma que dijo, según la grabación de un vecino: “No he sido yo”.

Mientras en Almería capital empieza la concentración y en la comandancia de la Guardia Civil los gritos y los ánimos se suceden reclamando justicia, en la casa de la abuela de Gabriel, en la zona de Las Hortichuelas Bajas, hay silencio. Para llegar hasta la vivienda y el camino donde desapareció el niño en la tarde del sábado 27 hay que atravesar un camino que ya a las 20:00 está totalmente oscuro. La noche cerrada llegó para quedarse. A lo lejos, dos personas mueven el móvil con la luz en aplicación modo linterna.

Rastreo en la zona
“Ya anoche, de madrugada, le dije a mi marido, lo que había visto en las redes sociales, que ya esta mañana se iba a ver el niño”, narra Isabel, de unos 55 años, residente en Granada, que ha llegado a Las Hortichuelas tras haber pasado el día en Murcia en una carrera solidaria. Isabel y su marido habían planificado pasar parte del día de ayer para ayudar junto a vecinos y amigos en el rastreo de la zona y hallar pistas de Gabriel.

Continúa Isabel: “Desde que apareció la camiseta ya fue raro que con tanta gente buscando apareciera esa casualidad. Uno cree que la casualidades pueden existir, pero yo lo vi demasiado”. En Las Hortichuelas, divididas entre Altas y Bajas, en la carretera que conduce a Las Negras, bañada por un paisaje idílico del Cabo de Gata almeriense, viven 73 personas. Al fondo de la calle Mayor está la casa de la abuela de Gabriel.

Una “familia retirada” del niño acaba de aparcar el coche en la plaza Las Hortichuelas. “Ángel es un bendito, una maravilla de persona. Y el chiquillo es miedoso, super apegado a la abuelita y al padre. No sé qué le ha podido pasar”, se lamenta. Su cara delata terror ante una persona que creía conocer. Nadie sabe qué pudo pasar por la mente de Ana Julia, siempre al lado de su pareja.

Entran tres vehículos al portón. Dentro hay un porche donde un grupo grande de treintañeros, vestidos con anoraks negros, habla muy bajo. Chicas jóvenes están en la otra parte de la casa. La abuela, que está de espaldas a la puerta, es consolada por un hombre de unos 40 años. La acompañan media docena de personas en una mesa rectangular que está situada en el salón.

Rocío, portavoz de su familia, acaba de llegar y habla con El Confidencial: “Dábamos por seguro que alguien se lo había llevado. A Ana Julia la conocíamos mucho. Llevaba como pareja casi dos años. Era amable y no había ningún problema”, explica Rocío, que no quiere hablar más. “No sabemos nada más; lo siento”.

“No estoy para hablar, perdón”, había dicho Ana Julia hace apenas dos días. La Guardia Civil la cercaba. Tenía muy claro que había sido ella. ¿Cómo lo asesinó? ¿Cómo lo trasladó al pozo? Son algunas de las incógnitas del caso del niño que dibujaba pescaítos, que llevaba un pantalón negro (Adidas) y una chaqueta roja cuando desapareció. La pareja del padre de Gabriel seguía declarando ante la comandancia de la Guardia Civil, y en Las Hortichuelas la noche confirmó la peor de las pesadillas: que el niño no volverá a recorrer los apenas 100 metros que distan entre la casa de su abuela y la de sus primos.

El silencio recorre la zona. El dolor se contiene de manera íntima. Lejos de los focos. La abuela sigue de espaldas esperando la sonrisa sanadora del niño.

FUENTE: AGUSTÍN RIVERA. NÍJAR (ALMERÍA) - https://www.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)

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