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domingo, 6 de mayo de 2018

El gran enigma del meridiano secreto

El meridiano más famoso de todos los tiempos hasta el acuerdo de Greenwich -incumplido, por otra parte como es habitual, por los ingleses, pues no implementaron el sistema métrico decimal de uso casi universal como contraparte de la negociación- era el meridiano secreto usado por los jesuitas, impregnado por un secretismo radical. El meridiano original utilizado en sus muy peculiares cartas fue uno de los secretos mejor guardados de todos los tiempos. Hoy se sabe que el santo y seña era Salamanca.

Perejil de todas las salsas, tomaban precauciones extremas que dejarían al contraespionaje actual bastante sorprendido, usando las claves y cifrados de manera habitual. Los jesuitas eran poseedores de una larga tradición cartográfica. La tradición científica y humanista (siempre fueron -y lo siguen siendo- la vanguardia intelectual de la Iglesia Católica) avala esta implicada demostración de alternativas altamente especializadas en diferentes segmentos del conocimiento.


Algunos de los más destacados cartógrafos o grandes nautas y pilotos más avezados de la época, pertenecían a la llamada “Araña Negra” un eufemismo literario con el que Blasco Ibáñez denominaba a la Compañía de Jesús. Los padres Ricci, Fournier, Martini, etc., trazaban impecables rutas encriptadas en una simbología muy particular para sus misiones en África, Asia y Sudamérica. Ellos tenían sus rápidas goletas y bergantines de última generación y sus propios capitanes y pilotos, seleccionados rigurosamente entre los mejores del mundo.

Matteo Ricci evangelizó China en una época de grave afección para la integridad física de un europeo, en un país lleno de bandoleros, de epidemias de toda índole, insalubre al cien por cien y de la desorientación propia de un extranjero en un país exótico. En su obra 'Un jesuita en el Reino del Dragón' tendería puentes entre Occidente y Oriente. En el explosivo y expansivo siglo XVI, fertilizó China de conocimientos técnicos en el potente momento tecnológico de Occidente. Confeccionó un mapamundi para el emperador Ming, jamás volvería a Europa y la justicia poética le concedió un cráter lunar, el Riccius.

Mientras la Compañía estuvo activa hasta su expulsión de Portugal, Francia y España en diferentes momentos del siglo XVIII, admirados y envidiados por el increíble nivel de los conocimientos que albergaban, muchos cartógrafos europeos de los siglos XVII y XVIII que jamás hollaron las ignotas tierras que aquellos exploradores científico-espirituales habían pisado, hicieron suyos los conocimientos cartográficos de esta avanzada comunidad. Estos plagiadores tenían nombres y apellidos tales como Bowen, Cruz Cano, D`Anville, De Lisle, Bellin, y un innumerable etc., que se aprovecharon de la documentación intervenida a estos adelantados por los diferentes gobiernos absolutistas que temían una nueva “herejía” cátara o algo por el estilo.

La histórica expedición de Malaspina, por ejemplo, se benefició de los mapas jesuitas que se conservaron en los archivos virreinales. En el siglo XVIII los exclusivos mapas del interior de América del Sur tenían el inequívoco sello jesuita. Hasta 1884, los españoles no usábamos el citado meridiano sito en Londres como referencia absoluta, siendo la Isla de Hierro nuestro baluarte referencial cartográfico. Resaltar la extraña coincidencia que tras 150 años después de nuestra era, el célebre astrónomo griego Ptolomeo había creado un meridiano límite -según su criterio, el último del mundo conocido- en las Islas Canarias, entonces llamadas Afortunadas por los navegantes de altura que se desplazaban sin costa a la vista. La gran incógnita del famoso Meridiano Secreto quizás solo radicara en la oculta permanencia en el tiempo y en la longevidad de su escamoteo al resto de los pilotos de las otras naciones.

Como es sabido, los paralelos vienen a ser como círculos concéntricos dimanados del ecuador (que en cartografía es el paralelo cero). Estos paralelos reducen su diámetro a la vez que nos desplazamos hacia los polos. Sin embargo, los meridianos son grandes círculos del mismo tamaño que abrazan el globo terráqueo desde el polo norte al polo sur. La idea de latitud y longitud tal y como la entendemos hoy, esto es, como ángulos definidos a partir de cierto origen para determinar la posición de un punto sobre la superficie de la Tierra, es una creación del gran Ptolomeo. Hoy sabemos que este genial astrónomo y matemático trazó el primer atlas mundial conocido a partir de los movimientos de los objetos celestes más al alcance de la vista; tal que el Sol, la Luna y algunas destacadas estrellas con firma propia. En aquel entonces, como hoy, el ecuador era la referencia absoluta. Se comentaba que por debajo de él, las humanos se derretían por lo que no era recomendable transitar por aquellos lares, so pena de acabar deshidratado hasta el tuétano. Algo de razón llevaban.

Pero como todo ocurre en la evolución del conocimiento, hay una parte de intuición y otra de revelación; el resto esta soportado por la curiosidad y una labor comprometida de trabajo. Un 21 de junio de un verano suave y amable, un tal Eratóstenes, un humano de conocimiento elevado que murió en una de las antiguas capitales del pensamiento, Alejandría, un par de siglos antes de la era oficial, matemático con propuestas insolentes, filósofo griego con una corteza cerebral que parecía iluminada por una nova, astrónomo, no solo científico sino vocacional y contemplativo, figura esencial de la ciencia griega y compinche de Arquímedes con quien se carteaba en clave, hizo un descubrimiento de tal magnitud para nuestra comparativa pequeñez en relación con lo manifestado, que asombró a la escasa humanidad culta.

Esto no significa que aquella porción de terrícolas que no tuvieran acceso a aquellas magnitudes del conocimiento tan estratosféricas fueran segundones en el planisferio de la vida, pero sí que fue un acontecimiento solo accesible a aquellos que tuvieron la fortuna de tener estadios de comprensión tan avanzados en relación con la ignorancia imperante; que sin ser algo bueno ni malo en sí mismo, ciertamente formaba parte de un todo no iluminado por el saber. Mentor de los hijos de Tolomeo III, eslabón de la saga Tolomea alejandrina, y tataranieto del general de primera línea del llamado Alejandro Magno, entronizado a la muerte de este último en su feudo egipcio, generó una serie de descubrimientos tan profundos como elementales –a la luz de lo que hoy sabemos–, que harían de la humanidad en su conjunto alejarse un poco más del enanismo y onanismo mental.

Eratóstenes será recordado por determinar la longitud de la circunferencia de la Tierra con un error de apreciación extraordinariamente sutil respecto a las estimaciones actuales; y estamos hablando de que no dio en la diana por casualidad, acercándose a los aproximados 40.000 km de polo a polo y de este a oeste con la actual medición atómica y satelital. Este hombre midió la curvatura de la tierra cuando todo ‘quisque’ pensaba que era plana, poniendo dos cañas verticales y longilíneas arrancadas al Nilo en la ciudad de Assuan. La segunda fue a parar al jardín del sabio en su casa de Alejandría. Mientras una no proyectaba sombra alguna, la otra a la misma hora y a ochocientos kilómetros de distancia lo hacía de manera evidente. Había nacido el concepto de meridiano. Es obvio que si ambas hubieran proyectado los mismos centímetros a la misma o no hubieran proyectado ninguna sombra, habríamos llegado a la conclusión de que la tierra era plana.

Contrapoderes
Durante siglos, la orientación, ya fuera terrestre o marítima, había estado sujeta a la observación del estado de la bóveda celeste, ya fuera de día o de noche. Otros elementos podían ser el conocimiento de las corrientes, vientos, meteorología estacional o estacionaria, detalles mínimos de circunstancias de la naturaleza (posición del musgo en las piedras, de los canónigos en las riberas de los ríos, etc.) características y velocidad de las nubes, y otros detalles sutiles. Las referencias más detallistas y de mayor concreción eran cosa del futuro. Hoy con un localizador con un potente amplificador conectado a la red Galileo, te permite andar de excursión por la Amazonia como quien no quiere la cosa, siempre y cuando no seas pasto de una boa constrictor cabreada.

Pero el problema de la persecución de los jesuitas y de su expulsión de diferentes países no surgió de su cautelar humildad y prolija evidencia de superioridad intelectual, sino de la envidia enquistada en los embriones de una competencia desfigurada por las grandes acciones de estos destacados exploradores de lo ignoto. Expulsados por Carlos III a través del mayor –y quizás único error–, de este enorme rey, en el espíritu de la Pragmática Sanción del 27 de febrero de 1767, los que estaban al acecho como cuervos hambrientos, franciscanos, dominicos y otra laya de órdenes de segunda división, por los agravios inferidos a su ego de segundones y por la carencia de protagonismo frente a un Papa oyente tradicional de los integrantes de la Orden Negra, hicieron carne cruel de los restos de la Compañía de Jesús.

Quizás, algunas maniobras políticas en un momento histórico en el que los monarcas absolutistas del siglo XVIII querían dejar claro el sello de su poder permitieron menoscabar mediante calumnias y difamaciones ante la autoridad papal el poder acumulado legítimamente por quienes podrían haber sido los verdaderos detentadores de otra forma de entender la religión católica y el cristianismo. Contrapoderes sin principios agresivos a priori fueron presentados como poderes subversivos. Pero esto ya es otra historia.

Hoy, ya alejados de aquellos signos encriptados en las cartas de la época, de aquella simbología mistérica, queda la esperanza de que el famoso Meridiano Secreto haya sido trasladado al campo teológico y se traduzca en un imperativo reformista adecuado a las expectativas que requiere la durísima realidad social de un presente que necesita menos oratoria y más acción, mas soluciones y estímulos y menos palabrería institucional huera y vacía.

Quizás, Jorge Mario Bergoglio, el llamado Papa Francisco, el primer jesuita en la cúpula vaticana y en las proximidades de la verdad más cercana al gran profeta, sea el espolón de proa, el denominado Papa Negro que parece poder reconducir a una iglesia descabalgada de la lacerante y obscena realidad social que vive una humanidad huérfana de protección e indefensa ante la amoralidad manifiesta de la ambición desmedida de unos cuantos.

Una humanidad que está contra las cuerdas por la permanente erosión de derechos civiles y humanos esenciales, y así, de esta manera, acercar una filosofía milenaria de amor y solidaridad, frente al monopolio de poder y corrupción amoral de una institución tan cuestionada por sus adherencias a lo material e innumerables y cuestionables filiaciones que mejor no enumerar. Institución que necesita una reforma profunda si no quiere convertirse en la definición de algo incalificable. Hay que desplazar las coordenadas del Meridiano Secreto y darles una nueva ubicación adecuada.

FUENTE: ÁLVARO VAN DEN BRULE - https://www.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)

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