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domingo, 3 de junio de 2018

(España) El asalto a los cielos de Sánchez: puentes con Torra, Presupuesto y el mal cálculo del PP

En diciembre de 2012, al acabar el último pleno del Congreso antes de las Navidades, Sofía Hernanz se acercó al escaño de su compañero de partido Pablo Martín para decirle que había encontrado un candidato para liderar al PSOE, un nuevo diputado que volvía ese enero a la Cámara de carambola, por la renuncia de Cristina Narbona. La idea caló y avanzó en el Grupo Socialista y, tras vencer su resistencia, el 15 de marzo de 2013 Pedro Sánchez se reunió en un restaurante con otros ocho miembros de su partido para poner en marcha su candidatura.

Sofía Hernanz, que sigue siendo diputada por Baleares, lloraba este viernes a mediodía en el pasillo del Congreso, pocos minutos después de que Ana Pastor, presidenta del Congreso, diera lectura al resultado de la votación de la moción de censura.

Junto al ya presidente del Gobierno lloraban también Margarita Robles y Adriana Lastra, esta última puño en alto. Las dos, junto a Zaida Cantera, Susana Sumelzo, Sofía Hernanz, Susana Ros, Mari Luz Martínez Seijo, Rocío de Frutos, José Luis Ábalos y Odón Elorza formaban parte de lo que se llamó con mala intención "las viudas de Pedro", en aquellos meses en los que el ahora presidente dejó la secretaría general y el escaño y tomó el mando la gestora que controlaba Susana Díaz para preparar el camino para la llegada a Ferraz de la presidenta de Andalucía. Ese núcleo de fieles rompió la disciplina de voto para no abstenerse en la investidura de Rajoy, junto a los diputados del PSC y acompañó a Sánchez en la dura travesía de las primarias y ahora hasta la Moncloa.

Hace varios meses, coincidieron en el pasillo del Congreso el jefe de Gabinete de Rajoy, José Luis Ayllón, y el que lo fue de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero, José Enrique Serrano, ahora diputado del PSOE. Hablaban de manera informal sobre los modelos de jefes de Gabinete y la forma de relación con los diferentes presidentes. Este fin de semana, de manera sorprendente, Serrano y Ayllón negocian y preparan juntos los detalles del traspaso de poderes más rápido de la historia democrática.

Óscar Puente, Santos Cerdán, José Luis Ábalos, Maritcha Ruiz, Juanma Serrano, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, Iván Redondo, Francisco Salazar, Manu Escudero y Magdalena Valerio son solo algunos de los que le han acompañado, sufriendo con cada encuesta, llorando el viernes en los pasillos del Congreso y, justo antes, poniendo en marcha una moción de censura que dependía de la voluntad de ocho partidos diferentes, con un camino político y constitucional ignoto.

Entre febrero y marzo de este año, Sánchez ya escuchó a dirigentes de su partido pidiéndole que presentara una moción de censura, pero el socialista les frenó con la idea de que estaba abierta la crisis de Cataluña y, sobre todo, Rajoy tenía pendiente la reválida de los Presupuestos. Si la superaba era difícil cuestionar la estabilidad del Gobierno. Para ganar tiempo, Sánchez se inventó una petición de cuestión de confianza para el caso de que no salieran las cuentas de 2018.

Cuando el 24 de mayo, el Congreso aprobó el Presupuesto con los votos de Ciudadanos, PNV, Coalición Canaria y Nueva Canarias la idea de la moción de censura quedó disipada del todo.

Ese mismo jueves, Sánchez acudió a la Cadena Ser a primera hora a una entrevista con Pepa Bueno ignorando por completo que ese mismo día saldría la sentencia de Gürtel y sin adivinar el sentido del fallo y la dureza de sus argumentos. De hecho, tenía previsto un viaje de partido a Portugal para el fin de semana.

Conocida la sentencia ese mismo día inició la ronda de llamadas a dirigentes del PSOE, colaboradores, barones regionales y amigos y sacó la conclusión de que era el momento de la moción. Solo algunos le pusieron delante las obvias contraindicaciones de pactar con independentistas o con Bildu, aunque en este caso su mejor coartada eran las palabras de Rajoy solo una semana antes cuando en el pleno del Congreso alabó al PSOE como partido de Estado y contrapuso su apoyo cerrado al 155 al "aprovechategui" Albert Rivera.

A última hora de ese jueves, Sánchez ya tenía la decisión tomada de presentarla en el registro del Congreso al día siguiente a primera hora. Lo haría así de rápido para evitar declaraciones discrepantes en el PSOE. Y también tenía diseñada la estrategia para intentar sacarla adelante: con la experiencia de la investidura fallida de 2016 cuando pactó primero con Ciudadanos para intentar pactar luego con Podemos, creyó esta vez que lo mejor era no abrir conversaciones formales con cada uno de los partidos, sino simplemente comunicárselo y limitar al máximo la publicidad de los posibles acuerdos.

En todo caso, no había nada preparado para el día después y ni siquiera estaban seguros de ganarla. Les bastaba el gesto político, el arrinconar a Ciudadanos, el tomar la iniciativa, el pasar por delante de Podemos y mostrarse como única alternativa al PP.

Hay que tener en cuenta que, a esa moción de censura, se llegó después de una trayectoria política de Pedro Sánchez cargada de épica, de adversidades, de triunfos contra pronóstico y de ninguneos y este era otro más de los episodios de esa carrera de obstáculos. Y el resultado es consecuencia en los últimos días de una serie de conversaciones cruzadas, especialmente, con los partidos nacionalistas e independentistas.

Por ejemplo, el lunes 28 de mayo Sánchez llamó a Marta Pascal, coordinadora general del PDeCAT, que se encontraba en Madrid, para pedirle su apoyo a la moción de censura. De esa llamada salió una cita de los diputados Jordi Xuclà y Carles Campuzano con Ábalos y Santos Cerdán para conocer los detalles.

Para entonces, Carles Puigdemont presionaba para que no se apoyara la moción, con la idea de llevar al sistema al límite y dejar un Rajoy débil para mantener la confrontación. Sin embargo, los diputados y senadores del PDeCAT sostenían que era una posición imposible, que no podían aparecer como los costaleros de Rajoy, junto a Ciudadanos.

Ese mismo lunes por la noche, los parlamentarios catalanes coincidieron en su hotel, próximo al Congreso, con diputados del PNV y empezaron a recibir la impresión precisa de que los nacionalistas vascos tampoco podrían no apoyar la moción, aunque la última votación de Presupuestos dejó tocada la relación entre los diputados de ambos partidos, porque al respaldar las cuentas estaban respaldando a quien les aplicaba el 155. Percibieron claramente que para los parlamentarios del PNV se trataba de una decisión muy complicada, con desgarros en su partido, en su estrategia y en sus propias posiciones personales.

Xuclà y Campuzano transmitieron a los socialistas la necesidad de recuperar los puentes de diálogo y eso se tradujo en las referencias de Sánchez en su discurso a recibir en breve en la Moncloa al nuevo presidente de la Generalitat, Quim Torra. Con las dificultades por todo lo que ha pasado, se trata de acercarse lo más posible a lo que fue la relación entre el PSOE y Convergencia en los tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero. Se incluye en esos puentes el compromiso de Sánchez de estudiar la forma de recuperar normas frenadas por el Tribunal Constitucional por recursos del Gobierno de Rajoy.

Significativamente, el PDeCAT ha registrado estos días en el Congreso una proposición de ley que pide que se derogue el decreto que facilitó la salida de Cataluña de empresas como La Caixa en los momentos de la declaración unilateral de independencia, aunque ahora solo tenga ya carácter simbólico esa reforma legal.

Con el PNV, la negociación ha sido mucho más complicada. Aitor Esteban, Andoni Ortuzar, Josu Erkoreka y el propio 'lehendakari' Íñigo Urkullu intervinieron para decidir el sentido de voto de sus cinco diputados, entre divisiones claras de criterio entre los dirigentes nacionalistas vascos. Al socialista Santos Cerdán, responsable de esta rama de la negociación, le trasladaron la petición esencial de mantener los Presupuestos y que debía solemnizarlo Sánchez en su discurso, además de retrasar lo más posible las elecciones generales para evitar a Ciudadanos. De Rajoy escucharon las peticiones de estabilidad y los compromisos de cumplimiento de los acuerdos de Presupuestos, en diálogos cargados de tensión. Y a los independentistas catalanes les volvieron a presionar para que formaran un Govern legal, para que el 155 fuera levantado como ha ocurrido este sábado.

Diputados del PNV admiten que se han dejado muchos jirones en estos meses. Con los Presupuestos de Rajoy, con la presión a Puigdemont para evitar la declaración unilateral de independencia y a Torra para hacer un Govern "legal" y con la moción de censura, con efectos en la política vasca.

Con ERC, el PSOE ha hablado de esa nueva relación que, por otra parte, el partido que lidera en la práctica Pere Aragonès, nuevo 'vicepresident' de la Generalitat, ya deseaba con el Ejecutivo de Rajoy. Por ejemplo, para levantar la intervención de las cuentas catalanas o, al menos, para aliviar ese control. Y para abrir una serie de reuniones entre los que sean nuevos ministros de Sánchez y los nuevos 'consellers' de Torra. "Hoy nos quitamos de encima el 155, y desde el lunes el nuevo Govern trabajará por levantar la intervención de las finanzas de la Generalitat por decisión del Govern", ha dicho este sábado el propio Aragonès, líder de ERC en sustitución del encarcelado Oriol Junqueras.

Con Ciudadanos, según el PSOE, las conversaciones no llegaron a ser serias porque Sánchez no aceptó nunca la petición de elecciones inmediatas. El líder socialista, de hecho, tuvo que acallar a algunos de sus dirigentes que aceptaron en público flexibilizar esa posición para pactar con Rivera.

Finalmente, la decisión de Ana Pastor de acelerar los plazos favoreció sin querer el éxito de la moción. "No hemos tenido tiempo de equivocarnos y hemos tenido coartada para evitar una negociación formal", asegura un miembro del equipo de Sánchez.

Mientras todo esto ocurría, en el PP y en el Gobierno de Rajoy reinaba una cierta confusión, de la que parecía salir la idea de que hasta el final no fueron conscientes de que la moción saldría adelante o, al menos, no llegó a todos esa impresión.

El martes por la noche, tras la votación del pleno del Congreso, el veterano diputado del PP Ramón Aguirre se giró hacia el escaño de su derecha y le comentó al diputado Xuclà (PDeCAT) que estaba tranquilo porque el PNV no apoyaría la moción, que la dirección de su partido les decía que estaba todo controlado

Una asesora de una de las ministras más poderosas del PP, comentaba en el pasillo algo así como: "El PNV tiene ahora para pintar la barandilla de la playa de la Concha durante años. No se va a arriesgar a quedarse sin pintura y sin brocha".

Ese evidente y extendido error de cálculo ya se había disipado a esa hora de la Moncloa, donde según diferentes fuentes, el martes por la tarde ya se empezaron a recoger documentación y enseres de despachos de Presidencia y Vicepresidencia del Gobierno dando por perdida la partida. La confirmación oficial a Rajoy y al PSOE llegó el jueves a primera hora desde el PNV.

Y mientras, del PP salió la versión de la dimisión de Rajoy justo antes de la votación. "¿De dónde demonios salió eso?”, se preguntaba el jueves en el pasillo una dirigente del PP, que ocupa un importante cargo institucional y que pasa por ser una de las personas más próximas a Rajoy. "Es no conocerle, él nunca lo haría porque sería admitir su culpabilidad", aseguraba indignada. Horas después, la propia Soraya Sáenz de Santamaría explicaba que hubiera servido de poco porque a la dimisión le seguiría una investidura segura de Sánchez por mayoría simple y sin necesidad de la absoluta.

En todo caso, esa posibilidad sembró la incertidumbre hasta en el PSOE que temió hasta el ultimo momento esa salida y, por eso, Sánchez incluyó en su intervención media docena de veces la pregunta al propio Rajoy sobre la hipotética dimisión. También porque quería dar imagen de magnanimidad.

El viernes, tras la votación, las lágrimas y la emoción llegaron también de las filas de Podemos. "¡Sí se puede!", gritaban sus parlamentarios en el hemiciclo nada más escuchar el resultado de la votación, casi como si el nuevo presidente del Gobierno saliera de sus filas.

Probablemente la explicación de tanto entusiasmo está en que el partido de Pablo Iglesias (y él mismo) se quitó el viernes una espina que le martirizaba: la de la investidura fallida de Sánchez en marzo de 2016. Es cierto que Sánchez llegó ese día con un pacto con Ciudadanos, es verdad incuestionable que al socialista "no le dejaron" acordar con Podemos y con independentistas y nacionalistas, pero también lo es que Podemos siempre ha tenido que afrontar ese hito de su corta historia, el del día en el que pudo mandar a Rajoy a la oposición y no lo hizo porque creía que podría superar al PSOE en unas nuevas elecciones. Aquel debate fue el de la referencia a la "cal viva" de los GAL utilizada como arma política de Iglesias contra el PSOE, pero el viernes volvió a ese punto de partida y como señaló un dirigente de este partido en el patio del Congreso: "Hoy Podemos ha sido errejonista".

Quizás por ello, a eso sonó lo que dijo aliviado Pablo Iglesias el jueves al acabar su intervención en el pleno del Congreso. También la entrada en los objetivos de las cámaras de Juan Carlos Monedero al lado del nuevo presidente y en la despedida de la anterior vicepresidenta para quitar foco al PSOE.

De hecho, en ese entramado de gestiones de los últimos días, el líder de Podemos ha tenido también su papel. Ha hablado con Sánchez y cree haber favorecido la presión al PNV con el anuncio el martes de su disposición a pactar, incluso con Ciudadanos, una segunda moción de censura si fracasaba la de Sánchez. Todo por empujar a los nacionalistas vascos, porque no tenían intención real de hacerlo.

Ahora la idea de Sánchez, según su entorno, es una especie de Gobierno de transición para intentar fortalecer a la izquierda en las próximas elecciones generales, evitando una victoria de la derecha (PP y Ciudadanos) que hasta el viernes parecía inevitable.

"Quiero agradecerle también la generosidad, la predisposición para poder caminar juntos en muchas de las políticas que usted ha comentado y, efectivamente, para crear esas condiciones para que cuando los españoles y españolas estén llamados a las urnas, la izquierda pueda ganar las elecciones", le dijo Sánchez a Iglesias en la última frase del pleno del jueves.

En el Congreso sigue estando en minoría y, por eso, es evidente que no puede aprobar iniciativas sin apoyos como, por otra parte, tampoco podía el Gobierno de Rajoy. Según estas fuentes, el nuevo presidente pretende mantener en ese tiempo tres pilares lo más estables posibles: el del Gobierno paritario y monocolor; el grupo parlamentario con un portavoz con capacidad y legitimidad para negociar cada iniciativa y la del partido para controlar la estructura orgánica y preparar las municipales y autonómicas de 2019.

Para ello cuenta con cuatro nombres que debe encajar: Adriana Lastra, José Luis Ábalos, Margarita Robles y Carmen Calvo. Uno irá al partido, otro al grupo y otros dos, previsiblemente al Gobierno, con mayor posibilidades para Robles en Interior y Calvo en otro cartera o la Vicepresidencia.

En lo ideológico y estratégico, las tres patas son feminismo, economía y política territorial. La primera para recuperar lo que fue una bandera del PSOE y aprovechar la ola del 8-M, por ejemplo, con una ley de igualdad salarial impulsada por un Ministerio de Igualdad recuperado; la económica para impulsar medidas sociales como vivienda o empleo juvenil y la tercera obligado por Cataluña. Todo ello limitado por la vigencia del Presupuesto que saldrá en varias semanas del Senado.

Fuentes judiciales explican que será muy difícil modificar la posición de la Fiscalía, la dirija quien la dirija, para forzar la libertad de los presos independentistas o para modificar la acusación de rebelión, sobre todo tras lograr que la fiscalía alemana acuse por ese delito. La acusación la dirigen los fiscales Consuelo Madrigal, Jaime Moreno, Fidel Cadena y Javier Zaragoza, que ya se resistieron en su momento a la orden de pedir la libertad del 'exconseller' Joaquim Forn.

Cuando en 2014 Pedro Sánchez anunció que se presentaba a las primarias frente a Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias, un dirigente del PSOE explicaba que, en realidad, el ahora presidente era solo parte de una estrategia habitual de José Blanco, exresponsable de Organización, cada vez que había una batalla orgánica y que consistía en lanzar una bicicleta en una carrera de Fórmula 1. Es decir, que si competían bólidos no podría ganar, pero si se estrellaban todos tendrían siempre opciones con su bicicleta. Años después, ese pedaleo constante y meritorio y el hecho de que los demás se hayan salido de la pista han llevado a Pedro Sánchez a la Moncloa. Con mucha épica, como le han ido ocurriendo siempre las cosas.

FUENTE: Con información de FERNANDO GAREA - https://www.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)

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