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lunes, 6 de agosto de 2018

(España) Todos los museos vacíos

El bochorno de agosto se desvance al cruzar el umbral de La Fábrica de la Luz, el Museo Nacional de la Energía, un recinto de unos 8.500 metros cuadrados perfectamente climatizado a las afueras de Ponferrada (León). La exposición, animada con interactivos y vídeos que se reproducen al pasar por delante, se alberga en el interior de una vieja central térmica que abrió sus puertas en 1920. La reconstrucción del ciclo del carbón, a través de efectos sonoros y visuales, es dificilmente mejorable. La visita, que ha recibido varios reconocimientos internacionales, resulta entretenida y pedagógica. Y el personal se esfuerza por hacerlo aún más agradable. ¿El problema? En una hora de recorrido solo nos cruzamos con una familia de turistas franceses. No ha entrado nadie más.

El proyecto, financiado con fondos europeos destinados a resucitar cuencas mineras deprimidas, se presupuestó en más de 100 millones de euros. Se preveía recibir unos 250.000 visitantes anuales, pero el primer año -2011- sólo llegaron 40.500. Fue el mejor. En 2012 las cifras se desplomaron hasta los 18.700 y siguieron bajando después. En 2015 se decidió dejar de publicar estadísticas anuales, pero se considera optimista la cifra de 10.000, incluidos grupos escolares del entorno que disponen de entradas gratuitas. La prensa local anunció como un éxito el haber alcanzado las 150.000 visitas en siete años, menos de un 9 por ciento de lo esperado. La media diaria no supera las 30 personas. Y en los meses malos hay días en los que directamente no aparece nadie por allí.

El director del Museo del Prado, Miguel Falomir, decía en una reciente entrevista que el 80 por ciento de los museos de España están vacíos. Aunque parece inventado, el porcentaje recoge una sensación extendida: hay decenas, cientos de museos sin público por todo el país. Algunos costaron cantidades importantes de dinero público y mantienen como pueden sus ambiciosas instalaciones, otros apenas disponen de fondos para mantener su oferta cultural o directamente se han visto obligados a cerrar. El Museo Verbum, en Vigo, un espacio destinado a los idiomas, recibió 6.000 visitas en 2016, menos de 200 al mes. El Taurino de Córdoba no pasó de los 20.000. El Néstor, en Las Palmas, no llega a los 9.000.

Juan Canela, comisario independiente, relaciona los museos vacíos con el ‘boom’ del ladrillo. "Hubo un momento en el que cada capital de provincia quería tener uno o varios museos. Se juntaban un arquitecto con renombre, la constructora, el político de turno, lo inauguraban, se hacían la foto y adiós. Muchos no se preocupaban ni en hacer un estudio sobre el panorama artístico local, ni sobre la demanda de la sociedad. Lo inauguraban esperando a ver si iba alguien a verlo en lugar de pensar cómo iban a atraerla. Se empezaba la casa por el tejado. Así que lógicamente algunos han acabado cerrados, otros abiertos unas horas al día o sin casi personal. De los que siguen, muchos trabajan con recursos mínimos, tirando de imaginación. Hablo a menudo con directores que lo están pasando mal”, dice.

En general, la injerencia de la política local y regional en los programas culturales ha acabado mal. El Consejo Internacional de Museos (ICOM) sitúa la independencia como una de las grandes prioridades en su lista de recomendaciones: gestión autónoma y sin injerencias. La tendencia a montar museos sin proyecto fue especialmente marcada en los años 90, dice Marta Pérez Ibáñez, profesora de la Universidad de Nebrija y especialista en el mercado del arte. “Se construían para mayor gloria de ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas pero no tenían un programa expositivo, ni fondos que enseñar”, comenta. El panorama, matiza, ha cambiado bastante en los últimos años. El derroche se ha mitigado, en parte por las malas experiencia y en parte por las apreturas de la crisis.

“Ahora se ha entendido que hay que especializarse para sobrevivir, que hay que buscar una seña de identidad con profesionales al frente en lugar de presentarse como un museo más. Y los que mejor funcionan, más allá de los clásicos, es porque han salido a buscar público con actividades, programas, con mucha comunicación, generando una estrategia para dinamizar, atraer a la población local y enriquecer la vida cultural del lugar…”, dice. En esa línea, algunos han conseguido posicionarse muy bien y dinamizar ciudades enteras, como ha ocurrido en Málaga o Bilbao. Otros, como Artium (Vitoria) o el Museo de la Evolución Humana (Burgos) han logrado atraer público de fuera y convertirse en un referente nacional, incluso internacional, pero no han sabido conectar con éxito con la población local.

Manuel Olveira, director del MUSAC (León), cree que “nunca sobran museos” y que en general las cosas no se han hecho mal en España en los últimos años, sobre todo teniendo en cuenta de donde veníamos. Pero admite que ha habido “fallos tremendos”. “Se confundió institución cultural con edificio, no se dotó de especificiadad ni de personalidad jurídica a muchos museos, se atendió la exposición pero se desatendieron algunas áreas como la investigación o la producción y, sobre todo, no se dio tiempo para que las instituciones se fortaleciesen, de manera que cuando llegó la crisis muchos museos desaparecieron o están tan adelgazados que casi no existen. De esos errores vienen muchas de nuestras disfunciones actuales”, dice.

El ministerio tiene un plan
La mayor parte de los museos vacíos no dependen directamente del Ministerio de Cultura, que sí se encarga de la gestión de las 16 galerías nacionales. Desde la Dirección General de Bellas Artes exponen cifras positivas: una década de aumentos ininterrumpidos en público y un 5,3 por ciento más de visitas en 2017 hasta rozar los 3 millones: récord histórico, aunque con grandes diferencias entre las 22.224 entradas de la Casa de Cervantes al medio millón largo que viene sumando el Arqueológico, la gran estrella del circuito desde que concluyó la reforma en 2013. El Ministerio dispone incluso de un observatorio permamente desde 2008 (Laboratorio de Público de Museos) para recabar datos sobre cantidad y tipo de público que acude y poder actuar en consecuencia.

El director general de Bellas Artes, Román Fernández-Baca, admite que se pueda haber generado “una especie de inflación de museos en algunos casos” fuera del ámbito estatal. En su experiencia, mantener vivo cualquier ecosistema museístico requiere tres factores. “Lo primero es tener un relato, que el discurso del programa los mantenga vivos”. Lo segundo, asegura, es “un plan de infraestructuras”, dotado de presupuesto, para poder acometer modernizaciones como las del Antropológico de Madrid (60 millones), la del Museo de Málaga (40 millones), o la reciente reapertura del Museo de Menorca. “El tercer factor a tener en cuenta es estudiar la demanda del público y esforzarse por llegar a más gente haciendo una labor de captación a través de programas específicos”.

Uno de los objetivos del ministerio para esta legislatura es precisamente atraer hasta los museos a los estratos sociales que no están acudiendo. El retrato robot del público de museos en España es una mujer de cuarenta y tantos años. Y en general, acude más la gente joven y con estudios. Por el contrario, los sectores sociales que menos atraídos se sienten son los adolescentes varones, las familias -los niños apenas acuden fuera de los programas escolares-, las personas mayores de 65 años y los grupos excluidos por razones económicas o por discapacidades. Para atraerlos, el ministerio planea organizar paquetes de actividades muy concretas y con un 'target' definido -desde conciertos a programas formativos-, "tirando de imaginación y trabajo comunitario". Hay ejemplos recientes que están funcionando, como el del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, en el que a los alumnos en visita escolar se les anima a volver con su padre -no con su madre- y se les proporciona entrada gratuita si lo hacen.

Tanto desde el ministerio como entre el resto de expertos consultados insisten en que la afluencia de público es importante pero no puede convertirse en la única obsesión. “Hay una tendencia a aplicar a los museos criterios que no son de nuestro campo sino de la publicidad, el marketing, el entretenimiento y las industrias culturales”, dice Oliveira. “Y es una perversión porque la función del museo es contribuir al conocimiento del mundo en el que vivimos. Un museo funciona bien si cumple con esa misión multifacética y, además, consigue que cada vez más amplias capas de la ciudadanía hagan uso del derecho constitucional y de servicio público que son los museos”.

Olveira insiste también en evitar las generalizaciones y tener en cuenta que hay museos “como el CDAN de Huesca o el DA2 de Salamanca cuyas cifras son heroicas si consideramos su ubicación, presupuestos y personal”. “Hay museos muy mediáticos, que ya nacieron diseñados desde la eficacia del marketing o que recondujeron sus políticas expositivas de forma populista, muy a menudo sin significar nada para la cultura y la sociedad. Y hay museos que, haciendo un trabajo serio y sostenido en el tiempo, van consiguiendo penetrar y formar parte del tejido cultural, artístico y social de una comunidad. Hay museos del presente que son exitosos, entre comillas, en la actualidad y otros que proyectarán su influencia en un tiempo más dilatado. Celebremos los primeros, pero déjennos a los segundos cumplir con nuestra misión porque es nuestra naturaleza y nuestro sentido”.

FUENTE: Con información de ÁNGEL VILLARINO -  - https://www.elconfidencial.com ->> Ir

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