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domingo, 16 de diciembre de 2018

(España) La burguesía independentista de Barcelona pliega velas y evita apoyar otra ruptura

Respecto al independentismo, en Barcelona hay tres tipos de grandes empresarios: los independentistas, como Artur Carulla (Agrolimen) o Carlos Colomer (ex Revlon); los contrarios a la independencia, Josep Lluís Bonet (Freixenet), y los tibios, lo cuales han templado gaitas a la espera de dónde soplase el viento, tipo Miquel Valls (presidente de la Cámara de Comercio). Entre los primeros, según explican fuentes empresariales de la capital catalana, se está dando un fenómeno curioso porque no se refleja en la política: se reconoce de forma abierta la derrota política del 27-O del año pasado, algo que no aceptan ni en la Generalitat ni en Waterloo, y hay prisa entre dichos empresarios por pasar página y seguir haciendo dinero, dando la espalda a la estrategia de un nuevo choque con el Estado por la que abogan Carles Puigdemont y Quim Torra.

Estamos hablando de empresariado típicamente barcelonés: Lluís Prenafeta, Carles Sumarroca (Teyco), Joaquim Boixareu (Irestal Group) o Tatxo Benet (Mediapro), por ejemplo. Todos ellos muy cercanos a Artur Mas y al conocido como “sector negocis” de la antigua CDC pero que tras los últimos acontecimientos culpan del fracaso de hace un año a los políticos, se desvinculan de los denominados “hechos de octubre”, que ahora serán juzgados en el Tribunal Supremo y se niegan a financiar las repúblicas virtuales de Puigdemont desde Bruselas.

Agrolimen, por ejemplo, está cerrando la histórica fábrica de Sant Just Desvern, donde nació su imperio de sopas preparadas de Gallina Blanca. Se la llevan a Huesca en busca de costes más bajos, según denuncia CCOO. Esta decisión de los Carulla solo se entiende en el nuevo clima de olvidar y dejar atrás y, sobre todo, que ellos no tuvieron nada que ver con el intento independentista. En un reciente encuentro privado un miembro de la tercera generación de los Carulla defendió para estupor de los presentes que la independencia era la enseñanza en catalán y mejorar la financiación de Cataluña, según explica una fuente empresarial que estuvo presente.

En el seno del gran empresariado catalán se acepta la derrota, algo que se niega en JxCAT, pero no la responsabilidad. Ellos no tuvieron nada que ver, Como si Artur Mas y David Madí no hubiesen participado en las reuniones del "sanedrín" que asesoraba a Carles Puigdemont y a Oriol Junqueras antes de la debacle del 27-O. David Madí es otro que pasa página. Desde hace unos días preside Aigües de Catalunya, una empresa controlada por la antigua Aguas de Valencia, de Eugenio Calabuig, un empresario que si es cercano a alguien lo es al PP valenciano.

Sin responsabilidad
El discurso implícito entre el empresariado más soberanista es que ellos no hicieron nada. Si la intentona de octubre de 2017 salió mal fue culpa de los políticos al frente, según su nuevo discurso. Y ponen tierra por medio con Puigdemont, la Generalitat y los presos y encausados, a los que ahora abandonan a su suerte.

Para ellos, lo que les ofrece Quim Torra, cargos institucionales de los que están desplazando a los empresarios que quisieron mediar en la crisis del año pasado, son migajas. Ni la presidencia de la Fira, que ha asumido esta semana Pau Relat; ni la de la Cámara de Comercio, que ahora quieren entregar a Enric Crous a través de fomentar el voto electrónico. Esas cosas están bien para Crous, al fin y al cabo, un empleado, según el punto de vista de estos burgueses —fue durante años director general de Damm y dejará Cacaolat en unos días—. Pero no para empresarios de verdad. Ahora, la próxima prebenda que ofrecerá Elsa Artadi será la presidencia de Turismo de Barcelona, de la que se quiere desplazar al hotelero Joan Gaspart, quien lleva décadas en el cargo y dejó al organismo arruinado con la operación Spanair. Nada de esto es suficiente para respaldar el nuevo intento de ruptura de Torra el 21-D o los delirios de exilio de Puigdemont.

Carles Colomer, por cierto, el tío de David Madí, todavía participa en algunas de las "cenas amarillas" que se convocan para recaudar fondos para los presos. Pero no se pasa de ahí. El resto tibio, cobarde y sin ganas de significarse.

Este estilo no es un monopolio de los empresarios más independentistas. De hecho, es característico de toda la burguesía catalana, como denuncia el nuevo partido no independentista pero catalanista Lliures, que los calificaba de "cobardes" en un documento estratégico por su actitud ante los "hechos de octubre". Así, por ejemplo, los mismos grandes empresarios que animaron a Manuel Valls a optar a la alcaldía de Barcelona, ahora se han puesto de perfil cuando se ha complicado el panorama con la aparición de Vox. Los ricos de Barcelona son así.

Diferente en comarcas
Mientras la burguesía soberanista en Barcelona ve con inquietud el nuevo choque que se prepara para el 21-D a cuenta del Consejo de Ministros en Barcelona y sus consecuencias políticas posteriores, en comarcas no es así. Fuera de Barcelona, empresarios que facturan más de 50 millones siguen tan comprometidos como siempre con la causa, muchas veces ignorando que en la capital las cosas han cambiado.

Sin embargo, sin este apoyo en la gran metrópoli, los proyectos de Puigdemont, como es el caso de la Crida, quedan tocados de muerte. La principal fuente de financiación se ha secado. Por eso el Consell per la República vive tan obsesionado por las donaciones. Fuentes del sector empresarial valoran esta retirada del independentismo capitalino tan relevante como cuando la patronal Pimec, Cecot (presidida por Antoni Abad) o Miquel Valls apoyaron el “derecho a decidir”, lo que resultó clave para el éxito del 1-O. Una vez más, el dinero catalán puede que no sea el más valiente del mundo, pero se está adelantando a lo que va a pasar en Cataluña en los próximos meses.

FUENTE: Con información de MARCOS LAMELAS - https://www.elconfidencial.com

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