La propuesta del presidente de Brasil de abrir minas y expandir las áreas para la industria agrícola en reservas naturales e indígenas —de promover, en definitiva, un modelo económico basado en la producción de recursos naturales para su exportación primaria— es obsoleta y se ha mostrado ineficiente para crear bienestar en esta región azotada por la desigualdad y la violencia.
En sus primeros meses en el poder, Bolsonaro ha confirmado que dará rienda suelta a la acción de madereros ilegales, buscadores de oro clandestinos y, en general, a criminales ambientales que se venden como productores de carne y soja que “alimentan el planeta” cuando, en realidad, son acaparadores de tierra pública (land-grabbing) por medio de deforestación. Durante su campaña electoral, ya lo había anunciado al calificar las áreas indígenas de “zoológicos” humanos y prometer no demarcar “ni un centímetro más” de estas.
Para facilitarles la vida a los infractores y terrófagos, Bolsonaro ha debilitado a las instituciones que combaten este tipo de ilícitos, en especial el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (IBAMA). Pocos días después de asumir, Bolsonaro destituyó a su director de protección ambiental, Luciano Evaristo, quien durante sus nueve años de mandato redujo la deforestación amazónica a niveles récord por medio de constantes operaciones punitivas que lograron arrestar, por ejemplo, a quien fue considerado el individuo responsable por la mayor acción de deforestación en la Amazonía. ->>Vea más...
FUENTE: Con información de The New York Times