"Las mujeres diaconisas son una posibilidad para hoy", respondió Jorge Mario Bergoglio, cuando las superioras de las órdenes de monjas le preguntaron por qué la Iglesia excluye ahora a las mujeres de la posibilidad de servir como diáconos, cuando en la Iglesia primitiva lo podían ser.
Un diácono es una figura eclesiástica a la que se le confiere el sacerdocio de tercer grado, que es el que ordinariamente se otorga de forma provisional a los seminaristas que van camino del presbiterado (sacerdocio de segundo orden). También se confiere actualmente a varones -solteros y casados- que ejercerán este ministerio durante toda su vida: los diáconos permanentes.
Entre sus tareas, se encuentran la de impartir los sacramentos del Bautismo y el Matrimonio, aunque tienen vedada la presidencia de la eucaristía, la confesión y del resto de sacramentos, que son de exclusiva responsabilidad de los presbíteros (a los que ordinariamente se conoce con el nombre de sacerdotes o curas). Además, los diáconos pueden presidir de forma ordinaria algunas de las celebraciones no eucarísticas de la Iglesia.
En la actualidad, la Iglesia permite que los hombres casados puedan ser diáconos, pero no sacerdotes. En el caso de las mujeres, se les veta ambos roles. Si la comisión propuesta por el pontífice prospera y diese luz verde a las mujeres en este sentido, sería un paso tímido pero histórico en la Iglesia a favor de la mujer. Pero eso no significaría que ellas pudieran actuar como sacerdotes en ningún momento.
En un encuentro en 2015 con el Pontificio Consejo de la Cultura, Francisco aseguró que es "urgente ofrecer espacios a la mujer en la vida de la Iglesia". El Papa aseguró entonces que "la Iglesia es mujer, es la Iglesia, no el Iglesia". "Me gusta describir la dimensión femenina de la Iglesia como seno acogedor que genera y regenera la vida", dijo entonces.
Antes, en el Congreso por los 25 años de la carta apostólica 'Mulieris Dignitatem' de Juan Pablo II sobre la mujer, el Pontífice afirmó: "Sufro, y os digo la verdad, cuando veo que [las mujeres] hacen cosas de servidumbre y no de servicio".
Fiel a la tradición
A pesar de la contundencia de sus declaraciones, Francisco ha actuado siempre con la prudencia que caracteriza a los grandes cambios en el seno de la Iglesia. No pocos prelados y movimientos considerados conservadores han interpretado las palabras del Papa como una falta de fidelidad a la Tradición de la Iglesia que es, junto a la Biblia, la base sobre la que se construye la doctrina católica y se organiza la práctica eclesial.
A pesar de ello, y como ha ocurrido en temas como la acogida a los divorciados vueltos a casar, Francisco se ha mostrado siempre abierto a dialogar sobre cualquier tema que surja de la conversación con los obispos, tanto en los encuentros formales como en las charlas de pasillo, intentando que se tengan en cuenta todas las sensibilidades.
Prueba de ello fueron sus intrucciones a los prelados en el reciente Sínodo sobre la Familia: "Una condición general de base es esta: hablar claro. Que ninguno diga: esto no puede decirse, si lo digo pensarán mal de mí. Decid todo lo que pensáis, libremente", dijo entonces.
En ese mismo marco, el arzobispo canadiense Paul-André Durocher propuso ante obispos de todo el mundo que comenzara ya la reflexión sobre este tema: "Creo que deberíamos empezar a mirar seriamente la posibilidad de ordenar a mujeres diáconos".
La ordenación de diaconisas es una de las cuestiones más controvertidas de cuantas el Pontífice ha puesto sobre la mesa, porque se relaciona directamente con la ordenación sacerdotal de mujeres, un tema que muchos consideran cerrado a raíz de las declaraciones de los papas que preceden al Pontífce argentino.
FUENTE: Agencias - http://www.aporrea.org