El siguiente experimento, inspirado en una investigación publicada en 1995 en el 'Journal for Experimental Psychology' por Henry L. Roediger III y Kathleen B. McDermott y adaptado de la versión realizada por 'The Guardian', nos ayuda a entender un poco mejor el funcionamiento de nuestra memoria. Y, de paso, quizá nos dé un poco de mal rollo.
Si hemos seguido las instrucciones (están en el encabezamiento de la anterior tabla, querido lector), probablemente ya habremos echado un vistazo a las tres columnas de palabras. Si no es así, ahora es buen momento, pero cuidado: es importante que no las estudiemos a conciencia, como si estuviésemos memorizando la lista de la compra. Basta con leerlas, como el que mira la alineación del equipo rival o echa un vistazo al reparto de la superproducción de turno.
Ahora está listo para el siguiente paso. Lea la siguiente lista de palabras y seleccione aquellas que hayan aparecido en la lista previa. Por si acaso, apúntelas; no queremos que se haga trampas a sí mismo.
Cima – Silla – Sueño – Asiento – Lento – Fuerte – Bostezo – Montaña – Dulce
¿Está listo? Por si acaso se le va la vista a la solución, introducimos otra bonita fotografía del cuadro 'La persistencia de la memoria' de Salvador Dalí que parece muy apropiado este momento. Dentro cuadro:
Si ha seleccionado “cima”, “asiento” y “bostezo”, enhorabuena, ha acertado. Pero parece ser que se encuentra en la minoría. ¿Por qué? Porque un gran número de personas probablemente se hayan decantado por “silla”, “sueño” y “montaña”, que son palabras muy semejantes a las que aparecen en las lista previas, pero no figuran en ella. Aunque quizá pueda afirmarse que, de una manera u otra, sí están presentes, ya que son más o menos hiperónimos del resto (es decir, el concepto de “montaña” engloba a casi todas las palabras de la lista) y, desde luego, pertenecen al mismo campo semántico. De ahí que parezca que están, aunque en realidad no sea así.
¿Por qué nos equivocamos?
Este es, con ciertas adaptaciones, uno de los experimentos que Roediger y McDermott presentaron en 1995 en su estudio que se llamaba 'Creando recuerdos falsos: recordando palabras no presentes en listas'. Esta prueba relativamente famosa parte del trabajo previo de James Deese y ha dado lugar al paradigma DMR (Deese-Roediger-McDermott), que resulta de vital importancia ya que muestra cómo somos capaces de acordarnos de algo que jamás ocurrió. La principal explicación a este fenómeno es la de que nuestra mente funciona por asociación: simple y razonablemente, terminamos pensando en la palabra más cercana a todos esos conceptos aunque en ningún momento llegue a nombrarse.
Es algo que también ocurre, por ejemplo, con los antónimos, como mostró otra prueba realizada por Underwood en 1965 sobre la información implícita. Es decir, es probable que si alguien nos dice “frío”, en la primera palabra en que pensemos sea “calor”. Pero también que nos venga antes a la cabeza el término “helado” que “crucifijo”. En este caso, para más inri, los participantes en el estudio afirmaban haber visto palabras que no estaban presentes en la lista, es decir, habían provocado un falso recuerdo. En el primer experimento, las palabras ausentes eran recordadas tan a menudo como las que aparecían en la mitad de la lista.
El experimento desvela que constantemente creamos recuerdos falsos, incluso en los aspectos más banales de nuestra existencia
Este es uno de los conceptos psicológicos que más han interesado a los investigadores durante las últimas décadas, puesto que no solo afectan a los pequeños detalles (como recordar el color de la camiseta de un compañero), sino también a los testimonios de los testigos de un crimen o los recuerdos de alguien que denuncia un abuso sexual. Los falsos recuerdos traumáticos son muy frecuentes y, según asegura la psicóloga Elizabeth Loftur, es posible implantar un falso recuerdo a través de la descripción de imágenes vívidas que no existieron o la mezcla de detalles verosímiles pero falsos con información veraz. Aunque los autores reconocen que su estudio no tiene una relación estrecha con estos casos, sí desvela que constantemente creamos recuerdos falsos, incluso en los aspectos más banales de nuestra existencia.
FUENTE: Héctor G. Barnés - http://www.elconfidencial.com