
Tenía un affaire con la aventura. Se perdía por horas entre la maleza o jugaba a orillas de los ríos de su natal Machiques, ignorando las amenazas de culebras y tigres mientras corría su infancia en el año 1928.
Antonio y María, sus padres, se veían obligados a organizar excursiones armadas para buscarle cuando caía el sol.
La irreverencia le ganó regaños. También le propinaron una que otra paliza con un mandador de doble cuero, un palo de jabillo común en esos tiempos para arrear el ganado o espantar a las gallinas. (PULSE AQUÍ PARA VER MÁS)
FUENTE: Con información de BBC Mundo - https://laopinion.com - (PULSE AQUÍ)