"Los cooperativistas se han cansado de perder dinero. Se arruinaron por la exigencia de Gordillo de meter gente a trabajar aunque no hubiera trabajo y tuvieron que ser rescatados por la banca ética [Coop57 y Autonomía Sur]. La forma de trabajar aquí es para salir corriendo. De veinte contratados aparecen ocho o diez y da igual, saben que no los van a echar. Por eso ahora la cooperativa está harta y ha tomado el control", explica Eladio Martos, ex gerente de Humar (2000-2002) y ex teniente de alcalde de Marinaleda durante 16 años. "Siempre se ha consensuado a cuánta gente se contrata para las campañas, pero últimamente Gordillo quiere imponer a cuántos meten y asegurarse de que cogen a su gente, y no se da cuenta de que esto ya no funciona como antes. La gestión de la cooperativa siempre fue un desastre por las injerencias del ayuntamiento, pero tuvieron la suerte de que la subvención al olivo [actualmente unos 600.000 euros anuales y que llegó a cerca de un millón] compensaba todos los disparates laborales".
Mientras Gordillo es repudiado en su propio 'soviet', Marinaleda, el paraíso comunista de los campesinos españoles, vive su particular hundimiento. Su historia es un reflejo en miniatura de la Unión Soviética y se puede dividir en tres etapas. La primera transcurre en los años 80, cuando un carismático maestro de historia lidera una revolución de campesinos desposeídos contra la aristocracia terrateniente que les asfixia. Esta guerra de clases termina en victoria en 1991, cuando la Junta de Andalucía, tras varias ocupaciones populares, expropia el cortijo de El Humoso al ducado del Infantado. La Junta paga las 1.200 hectáreas de finca a precio de mercado y las cede al pueblo de Marinaleda para que haga usufructo de ellas. Se crean ocho cooperativas para cumplir con la legalidad y estas se agrupan en una cooperativa de segundo grado, la cooperativa Humar - Marinaleda.
Ahí comienza la segunda etapa, la del esplendor de un modelo de gestión municipal único en el que la tierra se pone a disposición del pueblo. No se busca el beneficio económico sino dar de comer a través del trabajo agrario a todos los marinaleños. Es un proyecto económico pero sobre todo ideológico. Son los años de las grandes marchas, de los discursos marxistas de Sánchez Gordillo, de Diego Cañamero y de toda la gente del Sindicato Andaluz de los Trabajadores (SAT). Es la etapa de los muros pintados con caras del Che Guevara y otros motivos revolucionarios. En definitiva, son los años dorados de la Marinaleda comunista, feliz de trabajar la tierra y tener un sustento tras toda una vida de pobreza y falta de alimentos.
La tercera fase no tiene una fecha de inicio clara. Es más bien la degradación progresiva de un modelo de gestión basado en el culto al líder, en el gasto indiscriminado de presupuesto público, en la absoluta falta de exigencia laboral y productiva a los trabajadores, en la agitación perpetua de la calle y en el aplastamiento de la disidencia mediante asambleas públicas donde se señala al díscolo. Es, también, la fase en que el ímpetu de Sánchez Gordillo decae por motivos de agotamiento psicológico y envejecimiento, arrastrando junto a él un proyecto que vivió demasiado pendiente de su liderazgo, sus ocurrencias y sus humores. Marinaleda es hoy uno de los pueblos más endeudados de Andalucía (cerca de tres millones en préstamos, servicios y multas impagadas) y aun así el ayuntamiento funciona al trantrán, sin dirección política ni planes de promoción económica o desarrollo social.
El despacho de alcaldía refleja este ocaso. Libros y papeles se amontonan sobre la mesa, con una enorme fotografía aérea del municipio en lo alto. Dos manos de escayola encadenadas, una bandera de Palestina y una de la España republicana ponen el toque revolucionario. Se nota que Sánchez Gordillo no usa ese despacho desde hace tiempo. Solo los empleados de administración acuden diariamente al ayuntamiento. El alcalde, dicen los vecinos, suele despachar los asuntos desde su casa, situada a un paso del consistorio. Si alguien tiene una urgencia, o necesita que le firmen un permiso de obra, o una licencia de apertura, o cualquier trámite relevante, acude directamente a su domicilio a probar suerte. Saben que en el ayuntamiento les dirán 'vuelva usted mañana'. Es decir, vuelva usted cuando esté el alcalde.
Sánchez Gordillo aceptó ofrecer sus puntos de vista para este reportaje, pero un repetino problema de salud le ha tenido estos días hospitalizado. Nadie sabe quién será capaz de tomar el relevo del hombre que desde 1979 gobierna con mano de hierro este pueblo de 2.700 habitantes. Los pocos que se atreven a hablar de política con un desconocido suspiran al pensar en ello. Marinaleda se ha acostumbrado tanto a vivir en la rutina de los jornales de El Humoso y el PER y en las viviendas sociales a 15 euros de alquiler cortesía del ayuntamiento que es un misterio lo que pasará cuando toda esta red de clientelismo político y falta de alternativas explote.
"Claro que seguimos creyendo en la utopía", sentencia Dolores Tejada, concejal de Cultura y una de las dos personas de confianza de Sánchez Gordillo. "Hoy esa utopía sigue siendo mantener los puestos de trabajo de El Humoso y luchar para que no pase a manos privadas". La Junta de Andalucía quiere que los cooperativistas que pusieron su nombre como formalismo para poder cultivar la tierra ejerzan su derecho de compra. Son cerca de 40 personas y algunos, en privado, reconocen que sería mucho mejor comprar y hacer de Humar una cooperativa convencional. Pero decir eso en público en Marinaleda es tabú. "El Humoso es propiedad del pueblo", insiste Tejada. “Queremos que nos prorroguen el arrendamiento 50 o 100 años más. También hemos pleanteado crear una fundación compuesta por el ayuntamiento y varios colectivos sociales para que gestione la tierra y asegure que siempre va a estar a disposición de la gente".
La Junta de Andalucía quiere deshacerse del cortijo, al cual ha dotado de regadío y última tecnología agrícola, aunque reconoce que está abierta a negociar "fórmulas de alquiler". Lo que no ve "jurídicamente viable" es que una fundación sea propietaria de El Humoso. Otro asunto controvertido son todos los años de cánones impagados por Humar, que la Junta no quiere cuantificar pero que ascenderían a más de cinco millones de euros por más de 20 años de usufructo de la tierra sin pagar arrendamiento. El gobierno de Andalucía simplemente admite que "hay discrepancias entre las partes" y "considera que muchas anualidades están pendientes de cobro" en contraposición a la cooperativa, que dice que esas anualidades han prescrito. Desde 2015, Humar ya está pagando el canon como parte de ese proceso de profesionalización al margen su alcalde.
Un pueblo sin ley
Un adolescente en moto pasa zumbando sin casco por la carretera que vertebra el municipio, zigzagueando entre los coches. En Marinaleda no hay policía municipal, el chico sabe que nadie le pondrá una multa ni le pedirá el carné. Tampoco hay señales de prohibido aparcar, ni vados en vigor, ni servicio de grúa, por no haber no hay siquiera camión de la basura. Es El Rubio, el pueblo vecino, quien presta su camión de recogidas desinteresadamente cuando algún concejal de Marinaleda, nunca su alcalde, llama pidiendo ayuda. El polígono industrial es un gran solar vacío en lo alto de una loma. Hay una decena de parcelas delimitadas pero solo tres naves construidas. Una, la más grande, acoge la fábrica conservera de la cooperativa Humar. Las otras dos naves siempre han estado vacías. No hay más industria en el pueblo, ni comercio más allá de dos farmacias, tres bares y un restaurante. También hay un supermercado propiedad de Eladio Martos que el alcalde está intentando clausurar.
"Nadie quiere invertir en Marinaleda. Los empresarios saben que este pueblo es una fuente de problemas", explica José Antonio Capitán. Lo dice con conocimiento de causa. Capitán levantó hace seis años la mayor industria que ha tenido Marinaleda al margen de Humar. Se trata de la conservera Los Lugares, que llegó a dar empleo a 70 personas envasando hortalizas, aceitunas y otros alimentos. Los Lugares lleva un año en punto muerto debido a la orden de desahucio presentada por el ayuntamiento. Toda la inversión realizada por Capitán y sus dos socios, el ex teniente de alcalde Eladio Martos y el constructor local Francisco García, pende de un hilo.
"Sabíamos cómo funciona Marinaleda, pero quisimos apostar por su gente y crear una industria potente al margen de la cooperativa. Gordillo nos exigió entrar como socio para poder abrir, aceptamos pero nunca puso el dinero, creándonos ya de inicio un problema grande. Acordamos pagar 56 euros de alquiler a cambio de acondicionar la nave municipal en la que nos encontramos, pero él nunca nos quiso cobrar nada y nunca nos dio número de cuenta. Ahora nos quiere desahuciar porque dice que debemos cinco años de alquiler. Hemos depositado los 3.000 euros que nos pide en una notaría, pero él nunca ha querido ir a recogerlos. No nos queda otra salida que cerrar e irnos a otro pueblo. Nos da lástima que Marinaleda se quede sin 70 puestos de trabajo por la obsesión de su alcalde en echarnos", resume Capitán sentado en su oficina.
La mano derecha de Gordillo advierte que Los Lugares "es un asunto que lleva el alcalde" y no se quiere pronunciar. Sí se remite al pleno extraordinario convocado para desahuciar a Los Lugares como prueba inequívoca de la voluntad popular. Un pleno al que solo acudieron tres de los nueve concejales de Izquierda Unida, ya que el desahucio es el asunto más controvertido de Marinaleda en los últimos años. Decenas de familias se juegan su subsistencia en ello, y no todos entienden que se quiera echar a la única empresa al margen de la cooperativa que ha dado trabajo en el pueblo en los últimos treinta años.
"Desde el principio nos ha hecho una campaña de acoso brutal en las asambleas y en Facebook. Nos ha puesto de ladrones, de explotadores, a mí hasta me ha llamado cocainómano", resopla Capitán, quien lleva más de un año medicándose por este asunto, en el que se juega 100.000 euros de ahorros y otros 100.000 de un préstamo bancario que utilizó para lanzar Los Lugares. "Gordillo nos quiere echar porque no quiere que nadie controle el empleo al margen de él. Hemos demostrado a los vecinos que se puede ir a trabajar ocho horas a una fábrica e irse a casa sin necesidad de acudir a asambleas, a manifestaciones o a marchas para hacer méritos y sumar puntos. Él cree que quien controla el empleo, controla a la gente. Es lo que lleva haciendo treinta años".
Desde el ayuntamiento rechazan todas las acusaciones de clientelismo político y persecución de la disidencia. "Los medios de comunicación nos tratan fatal, pero no somos analfabetos. Marinaleda molesta al capital y a los grandes empresarios porque demuestra que se puede ser autosuficiente. Quien diga que aquí señalamos a la gente o que la cooperativa coloca a los más allegados miente", dice Tejada. Dolores Valderrama es concejal de Economía y jefa de administración de Humar. Ante la misma pregunta, responde indignada: "El ayuntamiento aquí no decide nada. El alcalde es uno más y se le escucha como al resto, pero la tierra la trabajan todos, voten a quien voten. Todo aquel que acude a la asamblea de parados donde se contrata trabajadores para la siguiente campaña trabaja y cobra como los demás". Es cierto que la cooperativa, en los últimos ejercicios, ha obtenido beneficios que permiten sufragar parte de sus deudas. Tan cierto como que es imposible que nadie vinculado al ayuntamiento o a la cooperativa diga públicamente que algo funciona mal en Marinaleda. Los vecinos, de política, directamente no hablan.
En este paralelismo con el destino de la Unión Soviética también existe un muro de Berlín. Marinaleda encarnaría a Alemania Oriental de los 70 y 80, lastrada por la parálisis burocrática, la quiebra económica y la paranoia política. El Rubio, el pueblo vecino, sería Alemania Occidental, donde todos los servicios funcionan y la economía crece. Hace 30 años, El Rubio era tan pobre como Marinaleda. Hoy es un referente comarcal en carpintería con cuatro fábricas, está ampliando su tejido industrial y tiene una dirección política clara.
"Sin quererlo me he convertido en el rival político de Sánchez Gordillo. El Rubio es un espejo en el que se compara permanentemente. Mientras ellos salían en los medios de comunicación, nosotros aquí hacíamos los deberes sin dar ruido. Hemos hecho huertos sociales, hemos solicitado fondos para las viviendas de autoconstrucción que tanto han dado que hablar en Marinaleda, hemos captado empresas… La historia me ha dado un papel que no quiero jugar, pero él sabe que tiene mi mano tendida para lo que necesite", dice Rafael de la Fe, alcalde de El Rubio.
El puente que sortea el arroyo de Río Blanco es su particular muro de Berlín. Cada día, docenas de marinaleños lo cruzan para trabajar en El Rubio. "Cada vez son más. Por las mañanas ves hileras de coches hacia El Rubio y hacia otros pueblos a trabajar, otras hileras de padres que llevan a sus hijos a estudiar a Estepa porque aquí no hay instituto. A las diez de la mañana aquí no queda nadie. ¿Quién va a quedar si no hay tiendas ni fábricas? Mucha gente se ha ido de Marinaleda. Los que no se van es porque tienen aquí sus casas o porque no tienen alternativa y se contentan con ir tirando de los jornales de la cooperativa y de las viviendas baratas", confirma el gerente de Los Lugares.
La conservera es precisamente el gran conflicto entre Marinaleda y El Rubio. Meses atrás, Los Lugares decidió abandonar la utopía comunista y buscarse otro pueblo. Pronto El Rubio les tendió la alfombra roja, a tal punto de que se aprobó un borrador para hacer de la 'nueva' Los Lugares un centro de referencia conservera en la Sierra Sur de Sevilla. 18.000 m² para envasar espárragos, alcachofas, habas y bonito del norte. Socios como el navarro Grupo Celorrio, cereales Astigi y otros referentes empresariales andaluces. Inversión inicial de 2,6 millones de euros. Más de 140 empleos, casi todos femeninos, como punto de partida. "En cuanto Gordillo se enteró de este plan corrió a asustar a los inversores. Empezó a publicar en Facebook que Celorrio son unos explotadores y le montó un escrache en casa al gerente de cereales Astigi junto al de Fuerza Ecijana [Ángel García]”, cuenta Capitán. "Lleva años tratando de hundirnos, estamos hartos".
El establecimiento de la conservera ha estado a punto de venirse abajo por el miedo de los inversores a que Sánchez Gordillo les monte día sí y día también manifestaciones en la puerta de la nave con acusaciones muy gruesas. Nadie quiere ver su nombre salpicado en los medios ni en redes sociales y hay infinidad de pueblos en Andalucía que acogerían esta inversión como agua de mayo. "Ojalá esto salga adelante", suspira el alcalde de El Rubio, consciente de lo que se juega. "Genera mucha impotencia tratar de crear cosas y que te las destruyan. No quiero que los empresarios duden en invertir en El Rubio por estar junto a Marinaleda. Por desgracia ya lo hemos sufrido en el pasado".
Una de las últimas salidas de tono de Sánchez Gordillo antes de caer enfermo vino a cuenta de una sesión informativa en El Rubio para solicitar viviendas de autoconstrucción a la Junta. Cuando Sánchez Gordillo se enteró se puso hecho una furia, hasta el punto de que movilizó a su gente para ir a El Rubio a reventar la reunión. Finalmente, algunos concejales le imploraron que se calmara y se quitara esa idea de la cabeza. No le sentó nada bien al alcalde que su vecino tocase una de las dos patas de su utopía. La primera pata es la cooperativa agraria, la segunda son las viviendas sociales con alquileres de 15 euros al mes.
"Lo de las viviendas sociales es pura propaganda, todos los pueblos las han hecho sin tanto bombo. Al contrario, en todas partes te dan tu escritura y esa casa pasa a ser tuya, en cambio aquí es del ayuntamiento, que te la arrenda muy barata, de acuerdo, pero sin contrato ni nada. Puede echarte cuando quiera y al final utiliza ese piso para recordarte que le debes la vida", subraya Mariano Pradas, concejal del PSOE durante 20 años y recién retirado de la vida política.
En Marinaleda hay 325 viviendas sociales. El ayuntamiento defiende su modelo, que se basa en acogerse como cualquier pueblo al plan de la Junta de Andalucía que subvenciona los materiales de construcción a cambio de que el ayuntamiento y los compradores asuman el resto de gastos. "Marinaleda se hace cargo de todo, del suelo, de los suministros, de las aceras. El inquilino no paga nada y nos quitamos de en medio a los intermediarios. Eso en otros pueblos no ocurre. Aquí nadie especula con la vivienda", explica la concejal de Cultura.
La ultima hornada de viviendas sociales es otro reflejo más del ocaso de Marinaleda. Se trata de 26 casas sin cédula de habitabilidad y sin contadores de luz. La gente vive enganchada al suministro general con cables tirados descaradamente sobre las farolas. Total, no hay policía local y es el propio ayuntamiento quien ha facilitado la instalación ilegal. "Hemos tenido algunos problemas pero se resolverán pronto. Hemos entregado ya las llaves y algunos se han metido antes de que esté todo listo. Las cosas de palacio van despacio", le quita hierro Tejada.
Lo que tiene peor solución es el florecimiento de las plantaciones de marihuana en las casas particulares. En Marinaleda se cuentan por decenas, el ayuntamiento lo sabe y en cierto modo lo tolera. "Hay muchos jóvenes que sobreviven gracias al trapicheo de marihuana. Es la única industria en el pueblo aparte de la cooperativa y hablamos de chavales con pocos estudios que ven en esto una salida. Es triste decirlo pero la marihuana quita a mucha gente de hacer cosas peores para ganar dinero. Quien quiere progresar en la vida ha de irse fuera", sostiene Martos, otrora delfín de Sánchez Gordillo. Tejada, actual mano derecha del alcalde, sonríe incómoda ante este tema y sencillamente confima que en Marinaleda hay patios de marihuana empalmados al tendido eléctrico. Días atrás robaron un aparato de aire acondicionado del colegio municipal, y nadie duda que los ladrones querían ese electrodoméstico para secar marihuana. Varios vecinos se han acercado al ayuntamiento a quejarse del olor insoportable de la marihuana. Sus protestas parece que no han sido escuchadas.
"El futuro pinta muy feo. Con otro alcalde, aunque siga siendo de Izquierda Unida, ya será distinto, pero el odio sembrado entre familias enfrentadas no lo resuelves en un día, para eso tienen que pasar dos o tres legislaturas como poco. El ambiente está muy viciado. Hablamos de una cultura promovida por el ayuntamiento del trabajar poquito, ir tirando con mis matitas de marihuana y cobrar el paro cuando me corresponda. Tengo una casa barata por la que no tengo que sacrificarme aunque no sea mía y así con todo. Tienen que pasar muchos años para quitar esa mentalidad", prosigue el portavoz del PSOE. Su compañero y actual concejal, Hipólito Airas, le secunda: "A Gordillo le decimos 'te estás quedando solo, aquí los concejales han venido a los plenos hasta con la pata partida, no faltaba ni uno. Y ahora la mayoría no viene. Tu política ha tocado techo ya'. Antes organizaba 150 asambleas al año y ahora se pasa meses sin convocarlas".
No hay una sola pintura revolucionaria fresca en las calles de Marinaleda. Todo son reclamos del pasado. Lemas, rostros y banderas ajados por el tiempo. Con todo, en el pueblo nadie duda que si Sánchez Gordillo se presenta a las próximas elecciones municipales de mayo, ganará de nuevo, si bien ya dificilmente podrá gastarse 1,7 millones en contratar jornaleros para El Humoso durante seis meses como hizo en 2011. "Esto se ha convertido en un régimen y la gente se ha amoldado a sus ventajas y desventajas. Si tú a la gente le das casa, luz y agua gratis, le dejas hacer lo que quiere y le das algunos jornales en el campo para ir tirando, qué otra cosa van a votar", indica Martos, antes de sentenciar: "Un día creí en este proyecto con los ojos cerrados, la vida hubiera dado. Yo nací en un pueblo de mucha penuria y necesidad, he visto amigos con problemas muy serios de alimentación y cuando este proyecto iba a dar un cambio real al pueblo lo creí. La decepción ha sido enorme. Gordillo ha creado una lógica perversa y me duele en el alma decirlo. Si nada cambia, Marinaleda irá muriendo lentamente".
El 8 de diciembre, la sala Palo Palo acogerá un 'concierto contra la represión' con el grupo Ska-P como cabeza de cartel con el objetivo de recaudar fondos para pagar las multas del sindicato agrario SAT. La fiesta revolucionaria continúa en Marinaleda, aunque todos saben que la revolución agoniza desde hace tiempo.
FUENTE: Con información de DAVID BRUNAT - https://www.elconfidencial.com