Chima Boukhress fue una de esas escasísimas españolas que se creyeron el mensaje de los radicales. Con poco más de 20 años, la chica de padres y abuelos nacidos en España —concretamente en el barrio ceutí de El Príncipe— se fue enfrascando en este atrayente submundo que le prometía el matrimonio con un 'valiente' guerrero. La joven comenzó poniendo en sus redes sociales mensajes que alababan los logros del Estado Islámico, sus batallas en Siria o Irak o su propaganda. Al otro lado, los miembros del Daesh encargados del aparato electrónico de la organización que detectaban a chicas como ella interceptaron sus comentarios.
Pronto se pusieron en contacto con Chima y la incluyeron en grupos de aplicaciones de mensajería instantánea en los que también había otras jóvenes de su edad. Comenzaron las interactuaciones. La chica chateaba desde casa de su abuela, donde vivía habitualmente. Los administradores de la herramienta iban lanzando mensajes y veían cómo respondían sus interlocutoras. En función de si les gustaban o no las contestaciones, hacían una selección. Al cabo de unos días, creaban un nuevo grupo en paralelo e invitaban solo a aquellas que habían pasado el filtro. De este modo iban poco a poco quedándose con las que verdaderamente demostraban estar ahí por convicción.
Tras este paso, llegaban los contactos vía mensajería con las captadoras o reclutadores del Daesh, sin que mediara el grupo. Si la aspirante superaba esta prueba, lo siguiente era el encuentro físico. Este último consistía en reuniones en domicilios con estas captadoras. En estas citas, las chicas se concertaban con la excusa de hablar de cocina o de temas religiosos. En la práctica, todas empezaban a victimizar con la situación que vivían los yihadistas en Siria o Irak. Chima llegó hasta el final en estos niveles de confianza e incluso se mostró dispuesta abiertamente a dar el siguiente y definitivo paso.
Los investigadores de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional detectaron que la joven comenzó a hacer gestiones para viajar a la zona de combate. Entró en contacto con Mohamad Al Saied Almidan, un hombre que los servicios antiterroristas de todos los países occidentales tienen por el remesador del Daesh, un tipo que ha financiado los viajes de decenas de europeos —tanto vía terrestre como aérea— hasta el frente de guerra. Almidan ingresó dinero en la cuenta de Chima, que por aquel entonces estaba en el paro, y esta decidió buscar modos de viajar a Siria.
Corrían los primeros días de septiembre de 2014. La chica miró la posibilidad de ir en autobús de Ceuta a Málaga y luego de ahí posiblemente a Sofía y luego a Turquía. Incluso sacó los billetes y se desplazó hasta la Costa del Sol. Sin embargo, en el último momento abortó el viaje. Una llamada o algo debió ver la muchacha para echar por tierra sus planes. Pocas jornadas más tarde, retomó la idea y comenzó a buscar alternativas. Volvió a intentarlo, pero de nuevo sin éxito. Rastreó billetes de avión desde Rabat hasta Estambul, ya que la capital marroquí estaba menos controlada policialmente, pero algún otro elemento externo frustró esta nueva intentona.
Su sueño de ser mujer del guerrero continuaba vivo, pero algún miembro de la organización debió detectar algo que malogró sus proyectos para siempre. Dos meses después de las intentonas se casó en Ceuta con Ahmed Hossain Mohamed, vinculado a otra red yihadista diferente a la que pertenecía Chima. La pareja, de hecho, siguió funcionando en paralelo. La mujer continuó con sus labores de captación de mujeres y él con su trama de reclutadores. Ella fue detenida en diciembre de ese año por agentes de la Comisaría General de Información de la Policía en el marco de la operación Kibera. Él fue atrapado más tarde en el contexto de la operación Chacal. Chima ya ha sido juzgada y condenada por la Audiencia Nacional a cuatro años de prisión. Su marido será juzgado en unos meses.
Los especialistas aseguran que las vías de financiación a través de redes sociales y servicios de mensajería ya han sido totalmente desmanteladas, que ahora los yihadistas tienen muy pocas posibilidades de extender su propaganda. En el momento actual, ya son prácticamente imposibles las reuniones aquellas clandestinas en las que las mujeres se victimizaban y conspiraban para viajar a Siria. Ahora tanto en Ceuta como en Melilla los ciudadanos no quieren tener nada que ver con el yihadismo e incluso abandonan drásticamente las conversaciones en las que alguien saca el tema.
La red de captadoras de mujeres marcó un antes y un después en esta labor de reclutamiento. Hasta prácticamente 2013 los radicales descartaban que las mujeres pudieran ir a la yihad. Solo los hombres estaban llamados a esta tarea. Cuando el Daesh se da cuenta de que la lucha se alarga, sus dirigentes concluyen que necesitan a las chicas para sostener la especie y ayudar a 'descansar' al guerrero. Su papel ha sido meramente instrumental y se ha limitado al de esclavas sexuales. Poco a poco, de hecho, las jóvenes eran cada vez más valoradas hasta el punto de que comenzaron a viajar menores.
Chima fue una de las primeras mujeres que conformaron una red de reclutamiento. Algunas amigas suyas sí llegaron a cumplir su 'misión' y alcanzaron su objetivo de llegar al frente de batalla. Muchas siguen vivas. En 2015 tuvo lugar el 'boom' de chicas enviadas, muchas de ellas menores. Las más hermosas iban a parar a los cargos más altos de la organización terrorista. Ahora, sin embargo, ha descendido notablemente esta tendencia.
FUENTE: Con información de ROBERTO R. BALLESTEROS - https://www.elconfidencial.com