Por: Enrique Santos Calderón - “Nos tiene mamados con el tema Petro” me soltó el otro día un viejo lector con el que me crucé en la calle. Me dejó pensando.
Soy consciente del peligro —grave en un columnista— de volverse monotemático pero ¿cómo no estar pendiente de lo que sucede con el nuevo presidente, en la excepcional coyuntura de cambio político que vive el país? El solo ritmo de los hechos merece atención. Porque la cosa va rápido.
En tres semanas en el poder Gustavo Petro ha proyectado un talante propio y un notable ímpetu inicial salpicado empero de ausencias y tardanzas, ya ampliamente comentadas en los medios. Un editorial de El Espectador dijo al respecto que “la impuntualidad no es asunto menor” y llamó al mandatario a adoptar una "agenda más disciplinada", que respete el tiempo de sus interlocutores.
La recomendación no sobra después de lo sucedido con los alcaldes de capitales y de municipios, con las Fuerzas Militares, los industriales de la Andi, los banqueros de Asobancaria y con el propio Consejo de Ministros, a cuyas convocatorias el presidente llegó tarde, o no llegó. Pero no creo que las tardanzas puedan volverse habituales. “El estilo es el hombre”, dicen los franceses.
Puntual o no, Petro no ha perdido el tiempo en recorrer el país y propiciar encuentros cargados de simbolismo: en el Cauca con campesinos y líderes sociales, en la Sierra Nevada con indígenas arhuacos, en Providencia con nativos isleños. Todos con marcado sabor popular (o “antielitista” si se quiere), como se vio en su almuerzo en la base de Villavicencio con los soldados rasos, luego de dejar plantada a la cúpula militar. O en la ceremonia de posesión del nuevo director de la Policía, cuando por primera vez el público invitado se volcó sobre la inmaculada grama de la Escuela de Cadetes, donde Petro insistió en la desmilitarización de la Policía y en la importancia de que un patrullero pueda ser general.
Luego de pasar al retiro a más de medio centenar de altos oficiales de todas las armas, estos “detalles” (a los que se suma el de colocar a un exmilitante del M-19 en la Dirección Nacional de Inteligencia) conllevan un mensaje: el presidente es el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y puede ordenar los cambios que estime dentro de la institución castrense. Lo cual nos lleva al tema crucial de la relación e interlocución con las FF. AA. en la perspectiva de su ambiciosa meta de una "paz total", que requerirá de cuerpos armados leales, motivados y totalmente alineados con este propósito del Gobierno. Sin una efectiva presión militar, como bien lo repetía el expresidente López Michelsen, cualquier estrategia de paz quedará coja. Y aquí cabe preguntarse qué pasará en este terreno con la capacidad ofensiva del Estado tras el anuncio de Mindefensa de que se suspenderían los bombardeos aéreos.
El proceso que inicia el Gobierno es un reto admirable y casi heroico en un país con tan caótica proliferación de grupos armados, uno de los cuales (de izquierda además) atacó esta semana en el Catatumbo la caravana de avanzada del presidente en el municipio de El Tarra. Petró llegó a un escenario donde los paramilitares han cometido varias masacres y Eln y disidencias campean a sus anchas. Un microcosmos del terrible fuego cruzado que padecen tantas comunidades colombianas.
Ese ataque es un ejemplo puntual de la complejidad del nuevo proceso de paz, que parece que comienza a tomar cuerpo con el Eln, que liberó hace poco a seis militares que tenía secuestrados. Gesto que Petro reconoció, aunque no se equipara con el que en su momento hicieron las Farc cuando renunciaron del todo al secuestro como muestra de buena fe antes de iniciar negociaciones de paz en 2012. Pero es un buen augurio y si el Eln hace más gestos unilaterales y no se enreda en sus entelequias sobre convenciones nacionales y participación de la sociedad, habría razones para un —cauteloso— optimismo. ->>Vea más...
FUENTE: Artículo de Opinión – Los Danieles