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martes, 18 de septiembre de 2018

(EE.UU.) "Se reían de nosotros": Crueldad, enfermedades y suciedad en los centros de detención de migrantes

Durante todo el día y toda la noche podían escuchar los llantos de los niños hambrientos. En un gélido centro de detención de inmigrantes situado en algún lugar del Valle del Río Grande, en el sur de Texas, tanto los adultos como los niños se desmayaban por deshidratación y falta de comida.
Dormir resultaba prácticamente imposible. Las luces permanecían encendidas a todas horas. Además, solo tenían una fina sábana metálica para protegerse del frío y nada sobre lo que dormir; excepto el suelo.

Este es el relato de Rafael y Kimberly Martínez que, con su hija de tres años, recorrieron el peligroso trayecto desde su hogar en el litoral caribeño de Honduras hasta la frontera con Estados Unidos para pedir asilo político.

"Las condiciones (del centro de detención) eran terribles, todo estaba sucio y no circulaba el aire". Así es como Kimberly Martínez describe a The Guardian los cinco días que la familia pasó encerrada en un centro que, como decenas de miles de inmigrantes antes que ellos, apodaron "la hielera", la nevera. "Es como si hubieran querido despojarnos de todo sentimiento positivo", lamenta.

Estaban informados y siempre supieron que la dura experiencia de escapar de la violencia de las maras hondureñas y atravesar el desierto en pleno verano no terminaría al cruzar la frontera de Estados Unidos.

Sin embargo, no esperaban pasar hambre, que separaran a la familia y que los insultaran. Esta es la experiencia que aseguran haber vivido bajo custodia de los agentes de inmigración.

Enjaulados como animales
Afirman que durante su estancia en el centro solo les dieron bocadillos de mortadela semicongelados, a las 10 de la mañana, a las cinco de la tarde y a las dos de la madrugada, y una sola galleta de azúcar para su hija. El agua que se les daba tenía un fuerte sabor a cloro y les revolvía el estómago, una queja que han expresado todas las personas entrevistadas por este diario.

The Guardian entrevistó a decenas de solicitantes de asilo en la ciudad fronteriza de McAllen, entre ellos, a la familia Martínez (este no es su apellido real), después de que consiguieran la libertad provisional y, con monitores en los tobillos, continuaron su viaje hasta las casas de las personas o entidades que los avalan en Estados Unidos. Ahora están a la espera de personarse ante un juez que evalúe su situación legal.

The Guardian también ha hablado con un equipo de voluntarios integrado por médicos y enfermeras, que ha proporcionado atención médica de emergencia y ha escuchado los relatos inquietantes y parecidos de muchas familias que han descrito las condiciones siniestras de los centros de detención en la frontera; condiciones que han ido empeorando desde que Donald Trump impulsó medidas de " tolerancia cero" en materia de inmigración.

Las autoridades afirman que los relatos de estas familias no se corresponden con la práctica común en estos centros e insisten en el hecho de que a los detenidos se les trata con dignidad y respeto.

Según los solicitantes de asilo, los detenidos están hacinados en las "hieleras". Conforme a su relato, debido a las condiciones insalubres de estos espacios, los detenidos suelen tener ataques de vómitos, diarrea, infecciones respiratorias y otras enfermedades infecciosas. Muchos se quejaron de la crueldad de los guardianes que, según su relato, gritaban a los niños, se burlaban de los detenidos con promesas de comida que nunca cumplieron, y no dudaban en dar patadas a aquellos que no se despertaban cuando se esperaba que lo hicieran.

Según los Martínez y otras familias, los guardianes golpeaban las puertas y las paredes de las celdas a intervalos regulares y les exigían que se acercaran para pasar lista. Si hablaban demasiado fuerte, o si los niños lloraban, les amenazaban con bajar la temperatura de las celdas. Cuando los Martínez se reunían con otros detenidos para cantar himnos y levantar un poco el ánimo, los guardias se burlaban de ellos o les preguntaban con tono agresivo: "¿Por qué os habéis molestado en venir hasta aquí? ¿Por qué no os quedasteis en vuestro país?"

"Muchos de los guardas son hispanos, como nosotros, pero no tienen valores", indica Rafael Martínez, con la voz entrecortada: "Ahí estábamos, enjaulados como animales, y se reían de nosotros".

Ictericia a plena luz del día
Cuando Jenny Martínez, una niña de tres años, enfermó gravemente de gripe la llevaron junto con su madre a un hospital donde, según la familia, tuvieron que esperar durante horas sin poder sentarse ni tumbarse en ningún sitio, y sin ropa de abrigo, antes de que les dieran la medicación. De vuelta al centro de detención, las mantuvieron aisladas del resto de detenidos y no permitieron que Rafael las pudiera ver.

Kimberly notó que la piel de su hija, al igual que la de muchos otros detenidos, se estaba volviendo cada vez más amarillenta debido a la falta de vitaminas, aire fresco o de sol. Los retretes estaban sucios, sin tapas ni papel higiénico. Kimberly también se percató de que cuando un detenido era trasladado o puesto en libertad, el personal del centro de detención no cambiaba las sábanas usadas; simplemente las pasaba a los recién llegados.  ->>Vea más...

FUENTE: Con información de Andrew Gumbel - Emma Reverter - https://www.eldiario.es ->> Ir

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