Los invito a que lo bajen de internet y lo lean con minuciosidad. Son muchas las verdades que se describen y numerosas las lecciones que se desprenden. No tiene desperdicio.
Cualquier idealista, sin importar su ideología de fondo, podría considerar a John Doe como una especie contemporánea de Robin Hood o Quijote, un soñador que desea una mayor justicia y repartición de la riqueza hacia los pobres. No fue tan original como esos ilustres caballeros de la literatura, porque otros temerarios aventureros como Julian Assange, Edward Snowden, Bradley Birkenfeld, Antoine Deltour o Gianluigi Nuzzi, le precedieron en su habilidad husmeadora. A diferencia de estos últimos, sin embargo, Doe decidió preservar su identidad por temor a represalia y castigo. Las confidencias publicadas sobre políticas gubernamentales y diplomáticas de numerosos gobiernos (Wikileaks), actividades de las agencias de inteligencia y seguridad nacional de Estados Unidos (CIAleaks), cuentas fraudulentas en el paraíso bancario suizo, gigantescas evasiones fiscales de corporaciones multinacionales en Luxemburgo y entramados financieros ilícitos del Vaticano (Vatileaks), pusieron en la palestra pública una serie de actos de conspiración, corrupción y violación de derechos humanos perpetrados desde las instancias más poderosas del planeta. Los 2.6 terabytes de datos, con 11.5 millones de documentos incluidos (“Panaleaks”), constituyen, empero, la más grande filtración de información confidencial de la historia.
El manifiesto revela los motivos que condujeron a Doe para justificar su actuación. En un mundo plagado de inequidades sociales, donde los más ricos usan su caudal monetario para manipular leyes, noticias y elecciones mientras la clase trabajadora cumple con sus obligaciones estatales a raja tabla, resulta imprescindible dar a conocer las enormes arbitrariedades que se cometen cotidianamente, amparadas por un “marco legal” diseñado con base en triquiñuelas jurídicas y componendas delictivas de todo tipo. Manifestar que la creación de sociedades anónimas es una actividad válida como argumento de defensa ante la justicia es, a mi juicio, una coartada pueril que no resiste el más mínimo escrutinio ético. Resulta evidente, para cualquier ser humano pensante, que muchas de las transacciones realizadas tenían como objetivo fundamental el desvío de fondos para actos de terrorismo, narcotráfico, evasión de impuestos y ocultamiento de bienes robados del erario por gobernantes o empresarios en sus respectivos países. La supuesta ignorancia de los dueños de la firma parece traducir oligofrénica ingenuidad o sagaz complicidad. Doe apunta sus cañones hacia abogados y millonarios. Señala, por un lado, que para muchos especialistas del derecho, las legislaciones en vez de ser aprendidas para honrarlas, se escudriñan para sortearlas. Por otro lado, ataca a los magnates que usan sus recursos para adquirir medios de comunicación, sobornar a jueces, comprar abogados y donar a campañas electorales, prácticas orientadas a obviar gravámenes, ganar contratos estatales y traficar influencias de poder.
Doe no deja de tener razón. Panamá es uno de los países del mundo, junto con Israel, que posee el mayor número de abogados per capita (más de 20 mil profesionales, es decir 1 por cada 175 habitantes). La tasa, en países industrializados, oscila entre 1:250 a 1:500. Brasil tiene 50 veces más población que nosotros y solo nos dobla en cantidad de abogados. Hace algunas semanas, escribí un tuit con la siguiente pregunta: ¿es tan elevado el nivel de juega vivo en nuestro país que amerita la formación de tantos abogados o es que la enorme proliferación de abogados propicia que haya tanto juega vivo? Varios se molestaron por ese cuestionamiento, pero usualmente el aludido algo esconde. Un abogado, de impecable trayectoria moral, me contestó que había demasiadas universidades formando colegas, algunas de cuestionable credibilidad y laxo currículo. Urge que el Colegio Nacional de Abogados tome medidas para reducir la desproporcionada matrícula en la carrera de derecho, regule la cantidad de instancias formativas y refuerce la calidad deontológica de la profesión.
Algo anda muy mal en nuestra sociedad y el primer paso para solucionarlo es reconociendo errores y fechorías. Es evidente que todos los supuestos controles (auditarías financieras, bancos, contralores, medios informativos, entidades de transparencia, etc.) han fallado en detectar o corregir las anomalías citadas por Doe. Enarbolar la bandera nacionalista, como arma de combate, daña nuestra imagen internacional y refleja negación a cooperar de forma óptima para sanear la nación. Nuestros países siguen pobres y desiguales, porque el dinero que pertenece al Estado es drenado para beneficio de unos pocos y no protegido para provecho de las mayorías. ¿Quién podrá defendernos? Los soplones parecen ser los únicos dispuestos. Paradójicamente, estos son perseguidos y encarcelados, mientras los verdaderos bribones pasean impunes por doquier, mostrando sus lujos y recibiendo veneraciones por sus éxitos económicos. Valores invertidos. “Paren el mundo, quiero bajarme”, diría Mafalda. @xsaezll
FUENTE: http://prensa.com