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martes, 16 de enero de 2018

El misterio del fin del Imperio Azteca, por fin resuelto

En 1545, décadas después de la llegada de Hernán Cortés a las costas mexicanas, los nativos de aquel lugar comenzaron a sufrir de fiebres altas y a sangrar por la boca, nariz y ojos. Muchos presentaban manchas rojas en la piel y, por lo general, fallecían al cabo de tres o cuatro días. “Desde la mañana hasta el atardecer, los sacerdotes no hicieron otra cosa que cargar los cadáveres y arrojarlos a las fosas comunes”, describió el historiador y misionero español Juan de Torquemada. Fue una de las epidemias más devastadoras de la historia humana. Aquel brote y la segunda oleada de 1576 redujeron el número de personas que vivían en México y Guatemala de 20 millones a tan solo 2 y contribuyeron a la desaparición del Imperio Azteca.

“Es una pérdida masiva de población. Realmente es impresionante. ¿Qué es lo que puede matar a tanta gente tan rápido?”, se pregunta Rodolfo Acuña-Soto, epidemiólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en 'The Atlantic'. Los nativos la llamaron “cocoliztli”, un término en nahualt que a grandes rasgos significa "pestilencia" o "peste". Tanto la palabra como el concepto aparecieron en el idioma tan solo después de la llegada de los españoles.

Es cierto que trajeron consigo una serie de enfermedades desconocidas para la población indígena, como la viruela, el sarampión o el tifus, por lo que habitualmente se ha especulado que el “cocoliztli” simplemente sería una de ellas. No obstante, los médicos de aquella época constataron que los síntomas no coincidían con las enfermedades más famosas, lo que ha avivado teorías como la de Acuña-Soto, quien argumenta que es una fiebre hemorrágica viral originaria de México. Sea como fuere, el origen nunca ha sido identificado de manera concluyente. Hasta ahora.

La causa de las enfermedades del pasado
“La causa de esta epidemia ha sido debatida durante más de un siglo por los historiadores y ahora somos capaces de proporcionar pruebas directas mediante el uso de ADN de las víctimas”, señala Ashild Vagene, investigadora de la Universidad de Tubinga y coautora del estudio, publicado en la revista 'Nature Ecology and Evolution', que promete zanjar de una vez por todas el misterio. En concreto, extrajeron el ADN de personas que murieron por la enfermedad y que estaban enterradas en un cementerio mixteco del sur del país. Tras analizar sus dientes, los resultados señalan a un candidato inesperado: la salmonella enterica.

Algunos miembros del equipo responsable del descubrimiento, entre los que se encuentran investigadores del Instituto Max Planck en Alemania, de la Universidad de Harvard y del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, ya tenían experiencia en esto de registrar el origen de las grandes enfermedades del pasado: habían identificado las bacterias en los dientes de las víctimas de la peste negra, la más devastadora en la historia, que acabó con un tercio de la población de Europa en el siglo XIV.

Sin embargo, el “cocolitzli” presentó un desafío aún mayor de lo que se esperaban, pues ni siquiera se tenía una pista de cuál podría ser su causa. Tuvieron que generar una larga lista de todas las bacterias presentes en los dientes a través de un nuevo programa informático. Luego hubo que revisarlas una a una, con lo que descubrieron que aquellos que habían sido enterrados en el cementerio antes del contacto con los españoles no contenían cantidades significativas de salmonella.

Pero, ¿fue culpa de los españoles?
La fiebre paratifoidea que origina la bacteria se propaga a través de los alimentos o del agua en mal estado con la persona enferma. Hoy en día se suele dar en países en vías de desarrollo, cuando las personas viven en condiciones de pobreza y hacinamiento. No se sabe, sin embargo, si la trajeron los europeos en sus barcos o si ya era una dolencia habitual en la América precolombina. Lo que está claro es que estos transformaron por completo el paisaje y la sociedad de los nativos. Entre otros cambios, reubicaron a la gente, introdujeron ganado y nuevas prácticas agrícolas que podrían haber fomentado la propagación de la enfermedad.

El estudio ha logrado tener bastante repercusión entre los investigadores e historiadores. Si bien la mayoría son elogios hacia el método utilizado, critican que no contempla la posibilidad de un virus. Por su parte, Acuña-Soto sigue manteniendo su teoría, que se trata de una fiebre hemorrágica, y asegura que la cepa actual de salmonella más parecida a la enfermedad del siglo XVI tiene una mortalidad entre el 10% y el 15%. Sea como fuere, la investigación demuestra que el ADN es una puerta hacia el mundo antiguo y que pronto se esperan más resultados que vayan en esta línea.

FUENTE: Con información de MIGUEL SOLA - https://www.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)

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