La recién creada compañía petrolero arrancaba con un cambio estratégico: enfocarse en la exploración y en la producción a bajo costo. Su CEO, entonces el canadiense Barry Larson que acaba de ser reemplazado por Richard Herbert, intentó exorcizar, a punta de disciplina y austeridad, los desafueros que llevaron a la debacle a Pacific. Se enfocarían sólo en 41 pozos petroleros en Colombia, yacimientos que le dan a Frontera Energy una extracción neta de 72.000 barriles y bruta de casi 100.000 diarios, con lo cual procedieron a salir de los principales activos de exploración y producción que tenían en el norte y en el sur de Brasil. Vendieron también el bloque 131 en el Perú. La inyección de capital que le permitió revivir en cuerpo ajeno a Pacific provino de Catalyst Capital Group quien invirtió en el grupo USD 500 millones. Con Catalyst llegaría Gabriel de Alba a la empresa con el firme propósito de no repetir los errores de la ampulosa Pacific que la arrojaron al abismo.
Los miembros de la Junta directiva, entre los que están los colombianos Luis F. Alarcón y Camilo Marulanda, ya no disfrutaran de las mieles que bebieron hasta el empacho durante diez años los otros miembros de la entonces junta directiva de la canadiense-venezolana Pacific Rubiales. Esta empresa comenzó en el país en el 2007 cuando llegaron a Colombia los ingenieros venezolanos Francisco Arata y Serafino Iacono acompañados de Miguel de la Campa, Ronald Pantin, cuando el Presidente Chávez desmanteló PDVSA, y animados por la política de confianza inversionista del gobierno Uribe que facilitó la inversión extranjera. Comenzaron en el pozo Rubiales en Puerto Gaitán, Meta cuya explotación le había sido entregada al brasilero Germán Efromovich y entraron en asociación con Ecopetrol que tenía el 60%. Inicialmente fue un gana gana para todos.
La experiencia de los venezolanos logró que los números alcanzaran cotas milagrosas. Lo máximo que se había conseguido extraer en ese lugar eran los 15.000 barriles diarios. En unos cuantos meses, implementando las técnicas aprendidas en PDVSA, se llegaron a sacar 220.000 al día. Todos empezaron a hablar de Pacific. El viento seguía soplando a favor. El barril del petróleo alcanzó la cima histórica sobrepasando los USD$100 el barril. Envalentonado por su suerte, Pacific participó un año después en los oleoductos de los Llanos y Bicentenario. En el 2009 ya se cotizaba en la Bolsa de Toronto y dos años después ya era la segunda acción más fuerte del país, solo superada por Ecopetrol. Cuando compraron PetroMagdalena pagaron los USD$ 243 millones de contado. Nada parecía detener una máquina perfectamente engrasada que atesoraba cerros de dinero. Su nombre se hizo famoso en todo el país por los exuberantes patrocinios y mega cifras de publicidad en la que la que la querida Selección Colombia ocupó el primer lugar y el Festival de Verano de Manacías en Puerto Gaitán cogió vuelo internacional con la presencia del salsero puertorriqueño Marc Anthony y el dominicano Juan Luis Guerra.
El empacho de dólares los nubló hasta que en el 2013 un primer grave error significó el comienzo del fin. Compraron la canadiense Petrominerales por USD 1551 millones arrastrando unas deudas imposibles de asumir. En el 2014 empezaría la debacle: Ecopetrol no le renovó el contrato de asociación, sumado al desplome del precio del barril de petróleo que en veinte meses perdió la mitad del valor pasando de USD$107 a USD$ 48; el peor en 40 años. La devaluación del peso ese año, en un 40% terminó de hacer imposible el pago de la deuda que ascendía a USD 5.300 millones. A finales de ese año se dio su primer cambio de traje: Pacific Rubiales pasaría a llamarse Pacific Exploration and Production Corporation (Pacific E&P).
En agosto del 2015 cayó el primer directivo: renunció a la presidencia de la compañía Francisco Arata. La indemnización que cobró al irse, USD$8.3 millones, despertó criticas encarnadas. La Junta directiva tomó cartas en el asunto y el viernes 15 de enero del 2016 le pidió al Superintendente de Sociedades, Francisco Reyes, una prórroga de treinta días para pagar los USD 31 millones de intereses por las deudas a sus acreedores, que tenían solo cuatro días para saldar. La otrora mega Pacific Rubiales agonizaba. En el 2015 se habían despedido a más de 7.000 contratistas lo que obligó la intervención del Ministerio del Trabajo. A finales de ese año se anunció que la empresa la comprarían la firma mexicana Alfa y la Harbour Energy. Alfa al final compró el 19.53 de las acciones. La empresa trató de recuperarse en cabeza del ingeniero de petróleos colombiano Camilo Valencia.
Para salvar a la empresa hubo que sacrificar a los accionistas. Hasta Toronto, donde tenían sus sedes, viajaban los dueños de bonos que vieron quedar en ceros sus títulos de propiedad. Los accionistas demandaron. Un grupo, encabezado por el venezolano O’Hara, que tenía el 45% de las acciones le dio todo el poder al abogado colombiano Jaime Granados desde marzo del 2016. El pleito continúa.
Ahora, con su nuevo cambio de traje Frontera Energy va a enfocar sus esfuerzos de exploración y producción en cinco bloques que hacen parte de un primer paquete de 27 áreas, de un total de 41 que poseen. Ya no se pagan sueldos extraordinarios, ni se adquieren de contado otras compañías. En esas áreas se van a invertir USD 40 millones para extraer el petróleo. En el Campo de Quifa, en las inmediaciones de Puerto Gaitán y considerado el cuarto campo donde más se extrae crudo en Colombia, se cuenta con el apoyo de Ecopetrol quien posee el 40% del pozo. En este momento Frontera Energy le tiene la apuesta hecha a los pozos de Cubiro, Canaguaro, Cachicamo, Cravo Viejo, Guatiquía, Rio Ariari, Terecay, Tirigua y Corcel. El trabajo coordinado por el colombiano Camilo Valencia ha empezado a dar resultados que colocan a la canadiense Frontera Energy como la segunda petrolera en Colombia, después de Ecopetrol, su socio en varias de las exploraciones.
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