Sin embargo, esta diversidad apenas se tiene en cuenta cuando se habla de cocina italiana fuera de sus fronteras. En términos gastronómicos, es una marca que vale para lo mejor y para lo peor. Para seducir a gourmets con etéreas burratas, mortadelas tartufatas y un estratosférico tinto de Barolo. Y también para engatusar a las masas con pizzas industriales, vulgares espaguetis y criminales lambruscos.
Mal que nos pese, la cocina italiana ha pagado su difusión por el ancho mundo con una banalización extrema, que le ha acercado peligrosamente al fast food, pero ni siquiera esta calamidad consigue restar atractivo a sus cocinas, que en España tienen también una honrosa representación. (PULSE AQUÍ PARA VER MÁS)
FUENTE: Con información de FEDERICO OLDENBURG - https://www.gentleman.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)