Hemos hablado de morfina y heroína. De opioides. Se nos enciende la ‘alarma antidroga’ y surge la duda: ¿para qué tenemos en nuestro cuerpo receptores de opioides? “Su primer objetivo es recompensar conductas -explica David Vargas, experto en PNI y codirector de Regenera-. Es una cuestión evolutiva: se premia la comida, se premia el sexo, se premia el esfuerzo. Son conductas esenciales para la supervivencia y el organismo se encarga de que te produzcan placer para que continúes repitiéndolas”.
La comida, sí, es fuente de placer. Especialmente los sabores más dulces, ¿verdad? Tiene su sentido: mucho tiempo atrás, el modo en que tenían nuestros antepasados de descubrir si una planta era venenosa era su sabor amargo; de ahí que, evolutivamente, se favoreciera la producción de endorfinas ante alimentos dulces. De hecho, no solo tenemos receptores de opioides en el sistema nervioso central o en la médula espinal: también están en nuestro sistema entérico, en el intestino.
Una carga para el organismo
Bien, esas son las endorfinas. Pero hay otras sustancias, muy similares, llamadas exorfinas. El término se lo debemos a la investigadora Christine Zeidrou, quien allá por 1979 demostró que la digestión de ciertos alimentos -el gluten y la caseína- podía producir péptidos opioides. Dado que proceden de una fuente exógena -no los fabricamos nosotros, sino que los obtenemos de fuera- y se comportan de modo parecido a la morfina, se les dio el nombre de exorfinas. La idea clave es que, a través de la digestión de estos alimentos, podemos obtener sensaciones de calma y bienestar similares a las que proporcionan las endorfinas. Pero, en esta ocasión, el resultado no es tan beneficioso para nosotros: un exceso de exorfinas supone una carga para el organismo y está detrás de procesos nocivos como el de la adicción a la comida. ->>Continuar leyendo...
FUENTE: Con información de María Corisco - https://www.alimente.elconfidencial.com