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jueves, 26 de septiembre de 2019

(México) La maldición de los venezolanos inadmitidos

«El estado de México se reserva el derecho de internación de las siguientes personas…», así fue como después de 5 largas horas, migración en Cancún le pintó a nuestras frentes la palabra INADMITIDOS, ¿la razón? Simplemente ser venezolanos.

El pasado 26 de agosto, mi hijo, mi esposo y yo decidimos darnos unas merecidas vacaciones, y emprendimos nuestro viaje de turismo a Cancún, en México. Somos amantes a la playa y este paradisíaco lugar cumplía con nuestras expectativas.

Ahorrando costos, salimos desde Maracaibo hacia Medellín por tierra, 24 horas, un poco cansino pero en familia cualquier viaje se disfruta.

Esta ciudad colombiana es hermosa, quedamos maravillados con su gente, el trato hacia los turistas, sus edificaciones, en resumidas cuentas, quedamos enamorados y nos vacilamos el día que estuvimos ahí.

El 28 de agosto, salimos desde el aeropuerto de Río Negro, en Medellín, hacia el aeropuerto internacional de Tocumén, en Panamá, en el vuelo 642 de Copa Airlines. Todos íbamos emocionados, a mi hijo de 6 años le gustan los aviones y disfrutó la hora y media de viaje viendo películas. Vale resaltar el increíble trato de la aerolínea con sus pasajeros en todos los vuelos que hacen a diario.

En Panamá estuvimos de tránsito 4 horas, caminamos mucho intentando conocer la terminal de este país, creo que no lo logramos pero hicimos el esfuerzo. Cerca de las 11:30 de la mañana abordamos el vuelo 270 con destino a Cancún, listos para empezar nuestras soñadas vacaciones.

Tras casi dos horas y medio de vuelo arribamos a las 3:26 de la tarde al aeropuerto de esta ciudad mexicana. Al bajar del avión llegamos directamente a migración, y ahí fue donde comenzó nuestra pesadilla.

Cuando ser venezolano es un problema para otros

En la cola para sellar la entrada estuvimos alrededor de 20 minutos y al llegar nuestro turno nos atendió una chica que parecía ser muy dulce, pero que al final resultó ser la responsable de que nuestros días de disfrute se fueran al olvido, y que el dinero invertido se perdiera, pues el hotel no reconoció lo sucedido.

Nos pidió los pasaportes, nos preguntó la cantidad de dinero que llevábamos, el tiempo a estar en Cancún, el comprobante de reservación y pago del hotel, el taxi que nos buscaría al aeropuerto, la manera como cancelamos los pasajes, la profesión de mi esposo, el tiempo de organización del viaje, todo eso y más fue respondido de manera concreta y precisa, de pronto nos miró feo, pidió permiso y se marchó, a los 10 minutos volvió y nos pidió que la acompañáramos.

Nos llevó a la oficina de migración, a un cuarto pequeño, de 3 paredes y un ventanal, donde no cabían más de 30 personas pero que con nuestro ingreso sumábamos 20 en el lugar. No había aire acondicionado, nos prohibieron el uso de los celulares, no podíamos hablar alto, lo único que había era un filtro de agua y nuestros acompañantes eran, en su mayoría, otros venezolanos, y dos colombianas.

Interminables horas sin comunicación

Durante las 5 horas no pudimos comunicarnos con nuestros familiares para darles información de lo que sucedía, mi hijo jugó un rato con su DS y sus muñecos, de pronto cayó en un profundo sueño, ahí di gracias a Dios porque no padeció la desesperación por el injusto encierro. También habían 3 niños más, quienes en distintos momentos, pedían volver a casa, tenían hambre y los funcionarios de migración fueron indolentes y desconsiderados con los menores.

Estos funcionarios públicos, que dicen deberse a la atención al usuario entraban y salían del lugar, hablaban alto, se reían, nos ignoraban, y al preguntarles cuánto tiempo tendríamos que estar ahí, simplemente miraban con desprecio y respondían «tiene que esperar, siéntese y en un rato un funcionario hablada con ustedes».

Ese «rato» para mi familia y para mí fueron 5 interminables horas, donde mi esposo y yo nos turnábamos para echarle viento a nuestro hijo para que no sudara.

Por allí pasaron brasileros, argentinos, americanos, y por supuesto más venezolanos. Los de las otras nacionalidades entraban y salían casi de inmediato.

Solo dos venezolanos pasaron, una mujer con su hijo, quien tenía a su esposo viviendo allí y un chamo que iba con una carta de trabajo, a pesar de eso, ellos pasaron más de dos horas junto a nosotros.

Allí procedieron a hacer entrevistas individuales para preguntar lo mismo que hizo la dulce pero diabólica chica en el cubículo de migración, buscaban incongruencias, titubeos, en fin, alguna excusa, en nuestro caso no hubo nada que demostrara que nuestra intención no era otra que entrar de turismo.

Pasadas las 8 de la noche un funcionario, entró y dijo: «Buenas noches, el estado de México se reserva, por esta ocasión, el derecho de internación (ingreso) a las siguientes personas…», los primeros en la lista fuimos mi esposo, mi hijo y yo, seguidos del resto de venezolanos, dos colombianas y un brasilero, que al parecer tenía una alerta en el sistema.

Nos hicieron firmar una declaración de «no internación», incluso a mi hijo de 6 años, y bueno nos acotaron que podíamos volver a intentarlo en otro momento, comentario que realmente causó risa entre los que allí estábamos, sobre todo cuando nos tildaron de «INADMITIDOS».

A partir de ahí fue estresante pensar cómo y dónde pasaríamos la noche, y nos sueltan un nuevo bombazo. «Pasarán a una sala de aislamiento, donde estarán bajo llave y no tendrán acceso a ningún teléfono celular, y de encontrarse alguno se les colocará una restricción para el ingreso a México de 5 a 10 años (…) Si desean comunicarse con alguien deben esperar a mañana para llamar al Consulado de su país y ellos harán el contacto con sus familiares», eso ya era mucho con demasiado.

… y el encierro llegó

Mi hijo se despertó cuando nos llevaban a nuestra «suite» compartida, le contamos que no nos dejaron pasar y su reacción fue la mejor de todas, tan madura para su edad, y lo que nos dio la fortaleza y tranquilidad suficiente para pasar ese trago amargo, Dios nos dijo a través de él que todo estaría bien, y así fue. Sus palabras fueron: «¿por qué no nos dejaron entrar?, bueno no importa, vámonos a Medellín, allá es más bonito que esto».

Al encerrarnos nos pidieron que dejáramos todos los bolsos afuera, que sacáramos lo necesario, menos celulares, el único bolso que pasó fue el de mi hijo porque solo llevaba juguetes. Afortunadamente, los 5 niños que estaban ahí se divirtieron entre ellos, y una anécdota especial es que a pesar de no entenderse nada mi hijo hizo una bonita empatía con un niño brasilero, quien entró llorando y nervioso a la sala de aislamiento. Este pequeño, junto a sus padres, fueron el último ingreso esa noche.

En ese lugar ya habían otras personas, entre ellas una familia rusa, otros venezolanos, brasileros y colombianos.

Los mexicanos no sienten remordimiento por nada ni nadie, no miran hacia atrás, no se conduelen por el sufrimiento de otro ser humano. Una mujer con 8 meses de embarazo era una de nuestras acompañantes, y al igual que nosotros tuvo que dormir en una colchoneta en el piso, no sin antes ser revisada por paramédicos porque tenía dolor en la parte baja del vientre.

Hago un paréntesis para reconocer una vez más la calidad humana de Copa Airlines con sus pasajeros, al momento de encerrarnos nos dieron la cena y el desayuno al día siguiente.

Había mucha alterada en el lugar. El brasilero con aparente alerta internacional reclamaba una y otra vez que no le hicieron la segunda entrevista y exigía el mismo derecho que el resto.

La mayoría de las mujeres solas, lloraban pidiendo una llamada. Mi esposo y yo mantuvimos la calma por nuestro hijo, tomando en cuenta que la tranquilidad que ya tenía él, valía mucho para nosotros.

Al día siguiente, jueves 29 de agosto, a las 9:30 de la mañana, un representante de Copa Airlines se acercó hasta la sala de aislamiento con una lista para iniciar el regreso de los «INADMITIDOS», una vez más, mi familia y yo fuimos los primeros. Tomamos nuestras cosas y salimos, ahí fue cuando los celulares agarraron señal y logramos comunicación con quienes angustiados esperaban saber de nosotros. Sin embargo, ellos se comunicaron con la aerolínea en horas de la noche del miércoles y les informaron nuestro estatus.

De camino a la puerta de abordaje solicito ir al baño con mi hijo, y cuando pensé que la locura había terminado, resultó que no, otro tipo del aeropuerto nos escoltó hasta la entrada y ahí nos espero hasta que salimos para devolvernos a nuestro sitio de salida. Fue humillante, cual delincuentes pero yo, con mi frente en alto, mi mejor actitud y junto a mi familia emprendimos el retorno a Medellín.

Nada como Colombia

Pasadas las 5 de la tarde arribamos al aeropuerto Río Negro, en Medellín. Cuando llegamos a migración, además del mejor trato que hayamos podido recibir en dos días, reconocieron que los mexicanos se han echado de enemigos no solo a los venezolanos, sino también a los colombianos, por la mala actitud que han tenido hacia nosotros y cordialmente, nos dieron la bienvenida a su país.

Una vez en el hotel comenzamos a hacer llamadas, poner al día a nuestros familiares, y descansar. Y pues para aprovechar el viaje, decidimos quedarnos 4 días en Medellín, momentos que disfrutamos al máximo, conocimos algunos parques, quedamos con ganas de más, y mi hijo tenía razón, esa ciudad es mucho mejor que Cancún y sus playas, las risas no faltaron y los recuerdos que hoy tenemos no se comparan con nada.

Para tomar en cuenta…

Al momento de ingresar a México te exigen:

*Dinero en efectivo suficiente para cubrir los gastos de los días que estarás en el país.
*Reservación confirmable, o en su defecto carta de invitación.

Cumplimos con eso y más, pero no, el ser orgullosamente venezolanos fue el impedimento para «tener el placer» de conocer Cancún, algo que ya fue borrado de nuestros próximos planes vacacionales.

Esa gente ni siquiera se tomó la molestia de confirmar mi reservación o la de otros, o llamar a quienes tenían carta de invitación, y peor aún, una joven que tenía a su hermana en la parte de afuera del aeropuerto, tampoco fue contactada.

Simplemente, ser VENEZOLANOS resultó ser la piedra en el zapato para muchos, pero que le quede claro a los mexicanos y a quien tenga el tupé de recharzanos sin motivos demostrables, el carisma, la idiosincrasia y el gentilicio que tenemos nos hace la envidia de muchos, y es que a pesar de la situación político- económico que viva nuestro país en este momento, somos quienes somos por mantener intacta nuestra calidad humana a donde vayamos.

Que nunca nos de vergüenza decir SOY ORGULLOSAMENTE VENEZOLANO.

Luciana Ramírez

CNP 17.051

FUENTE: Noticia al Día

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