Desafiar a la ONU suele ser también la última opción de los acorralados por las evidencias de una grave crisis humanitaria agigantada por la desidia o la complicidad. Negarlas y enfrentar a los organismos son los últimos recursos de quien ostenta un poder sin sustento y sin posibilidad de revertir los informes públicos ante el mundo. Es la postura de quien se hunde en el barranco y solo puede culpar del desmadre a sus fantasmas y a sus invenciones, y solo puede agigantar el caos para que su responsabilidad quede opacada por el ruido de la destrucción. Mientras tanto, sus abogados de oficio seguirán aplazando las audiencias y jugando al póker con testigos para que el día del juicio nunca ocurra entre los tiempos prudenciales de la ley. La canciller, Claudia Blum, tiene ahora la función estelar de negarlo todo frente a las cámaras con las recomendaciones agudas de su amigo Francisco Santos Calderón y con los juegos lingüísticos desde el atril de su antecesor, Carlos Holmes Trujillo, quien ahora que debe posar también de ogro solemne para defender la franquicia del poder que lo puso allí para eso. Solo les queda postergar el tiempo entre evasivas y pataletas de indignación, mientras los registros de las evidencias sigan ventilándose al mismo ritmo de su desastre.
P.D. Los audios del Ñeñe Hernández caerán en el Consejo Nacional Electoral. El magistrado Jaime Luis Lacouture, encargado de la investigación, ostentó con orgullo su cargo como jefe de campaña de Iván Duque en La Guajira. Los tentáculos aún resguardan los pactos. Por ahora, el presidente podrá seguir durmiendo y confiando en las instituciones.
FUENTE: Juan David Ochoa - Artículo de Opinión