La señora Helen Fioratti, coleccionista de arte italo-estadounidense, no quería desprenderse de su mesa para tomar el té porque le recordaba a su difunto marido, un periodista italiano. “Era nuestra pieza favorita y la hemos tenido durante 45 años”, dijo, preguntada por el precioso mosaico que había convertido en uno de los objetos más preciados en su casa de Park Avenue, en la isla de Manhattan.
Pero cuando acudió hace unos años a la presentación de un libro del arquitecto italiano Dario del Bufalo en Nueva York, su secreto fue desvelado. “¿Esa no es la mesa que está en tu casa?”, le preguntó un amigo al ver una imagen a color de un mosaico que estaba incluida en el libro sobre el pórfido.
Las autoridades italianas y algún carabiniere que estaban presentes en la escena no se lo podían creer. La mesa que la señora Fioratti utilizaba como soporte para jarrones de flores resultó ser un valiosísimo mosaico del siglo I d.C. que llevaba décadas perdido y que Italia consideraba que había sido extraviado para siempre.
El mosaico formaba parte de las decoraciones en las extravagantes naves que Calígula, el tercer emperador romano, mandó construir en el lago de Nemi, al sur de Roma, para su uso exclusivo. Se trataba de dos navíos inspirados en los barcos de los emperadores egipcios. El primero, donde se hallaba el mosaico, era un palacio flotante para recibir a sus invitados. El otro era un pequeño templo que era utilizado para rituales dedicados a la diosa Isis, vinculados al cercano templo de Diana.
“Una vez al año, por los idus de marzo, Calígula presidía una ceremonia que hacía que las naves navegaran bajo la luna llena en honor a Isis”, explica la arqueóloga Sara Scarselletta. Calígula estaba fascinado por Oriente y por la concepción divina de los emperadores, algo que no gustaba nada en el Senado. Una conspiración orquestada por pretorianos y senadores terminó con su asesinato en el 41 d.C.. Las pocas fuentes que describen su reinado le describen como un tirano cruel.
Para borrar la memoria del polémico emperador las naves fueron hundidas. Durante muchos siglos se intentó recuperarlas pero no se logró hasta que llegó Benito Mussolini, que entre 1929 y 1931 llevó a cabo una obra de ingeniería titánica para vaciar el lago y sacar a la luz los dos barcos. El dictador, que aspiraba a emular el Imperio Romano, también mandó construir un museo junto al lago de Nemi para albergar los restos y las decoraciones excavadas por el arqueólogo Eliseo Borghi a finales del siglo XIX, entre las que se encontraba el mosaico. Pero un terrible incendio en 1944 quemó gran parte del museo y lo que sobrevivió fue escondido en un depósito. La última imagen que se conocía del mosaico era del 1950. En los sesenta, y según el relato de la señora Fioratti, ella y su marido lo compraron a la familia Orsini, aristócratas de la zona, y se lo llevaron a Estados Unidos dentro del equipaje de un amigo diplomático. ->>Vea más...
FUENTE: Con información de Anna Buj - La Vanguardia