Por: Daniel Coronell - Una de las páginas más brillantes del periodismo de televisión en Colombia
la escribieron esta semana tres reporteros que hasta hace poco eran de
prensa escrita. Ricardo Calderón, Johanna Álvarez y Jaime Flórez son la
Unidad Investigativa del Canal Caracol. Ellos pusieron en evidencia la
corrupción carcelaria en Colombia mostrando los paseos de un preso
multimillonario.
Llevaban muchos días tratando de documentar la historia de los paseos de
Carlos Mattos. Madrugaron varias veces para parquearse cerca de La Picota
siguiendo una pista débil e incierta sobre las salidas irregulares del
poderoso reo. En dos ocasiones la camioneta de la guardia penitenciaria, que
regularmente transportaba a Mattos a sus citas, se les perdió en el
congestionado tráfico del sur de la ciudad mientras Calderón se quedaba
atrás al volante de su propio carro.
El 21 de febrero, por fin, lograron seguirla hasta la primera parada que fue
en la Clínica Palermo. Apostados al lado de un carrito de venta de dulces
pudieron grabar y fotografiar a un vigoroso Carlos Mattos, muy diferente al
que se mostraba con paso vacilante y al borde del desmayo en las audiencias
judiciales.
En el centro asistencial lo estaban esperando su secretaria y su
chofer/escolta Juan Carlos Cuervo.
Este último personaje es más que conductor y guardaespaldas. Es el hombre
que le hace vueltas reservadas —de distinta índole— a Carlos Mattos. El
nombre de Juan Carlos Cuervo ha surgido varias veces en el expediente.
Estuvo al lado de su jefe, en una venta de buñuelos de la calle 14 con
carrera 9ª en el centro de la ciudad, lugar donde el entonces protagonista
de las páginas sociales hizo los primeros contactos para comprar a los
funcionarios que podrían alterar el reparto electrónico de su demanda
contra Hyundai, con el propósito de que cayera en el despacho de un juez
que ya estaba arreglado.
El abogado Luis David Durán, principal testigo contra Mattos y quien
pagaba a su nombre los sobornos a uno de los jueces y a su sustanciador,
declaró que Juan Carlos Cuervo, el hombre de confianza del extravagante
empresario, le llevó varias veces paquetes de efectivo para untar al juez
y al oficial mayor. Fueron alrededor de 1.200 millones para esos dos
funcionarios judiciales. Pese a todo el señor Cuervo jamás ha sido llamado
a declarar.
En fin, formalmente Mattos salió ese día de La Picota con permiso para
hacerse un examen médic0. Aunque la necesidad de la cita es discutible, no
habría caso si todo hubiera parado ahí. Sin embargo el periplo continuó
hacia sus oficinas de la avenida 19 con calle 101. Las mismas en las que,
según consta en el sumario, elaboró su plan para sobornar funcionarios
judiciales y poder torcerle el brazo a su contraparte.
Fue en ese lugar donde Mattos fraguó la idea de las medidas cautelares
para arrodillar a Hyundai y contactó a los abogados Néstor Humberto
Martínez y Carlos Ignacio Jaramillo para ejecutar el plan.
Ese día, el lunes 21 de febrero, Mattos llegó de la fugaz visita a la
clínica y se bajó del carro del Inpec acompañado por Elvira, su
secretaria. Pasó dos horas en la oficina. El seguimiento registrado solo
con los teléfonos celulares habría sido suficiente para mostrar la salida
irregular. Sin embargo, los periodistas querían demostrar que no era algo
que hubiera pasado solo una vez.
Al día siguiente los reporteros del Canal Caracol madrugaron para
esperarlo en el lugar de partida y en el previsible sitio de llegada pero
Mattos, que prácticamente todos los días salía a despachar, no dejó La
Picota. La razón fue la visita de la Contraloría General y la Defensoría
del Pueblo cuyos delegados acudieron al penal ante informaciones
insistentes sobre abusos de los presos Carlos Mattos y Emilio Tapia.
Mattos tuvo que quedarse a atender la visita tal como lo registran las
fotografías de la ocasión.
Al final de la risible inspección, el contralor delegado para el sector
Justicia, Sebastián Montoya, quien por cierto aspira a ser contralor
general, publicó un trino diciendo que la única irregularidad que había
encontrado en las celdas de los compadres era una gotera. Anotó además que
la alimentación no era la mejor.
La oportunidad para concluir la investigación llegó dos días después, cuando
los periodistas empezaban a perder las esperanzas. El 25 de febrero, Carlos
Mattos se levantó después de las 10 de la mañana. Su chofer y su otro criado
uniformado del Inpec lo aguardaban con paciencia. Llevaron al patrón a la
oficina donde los periodistas lo esperaban preparados para grabarlo.
El cambio en la hora es una pesadilla para un seguimiento. Sin embargo, el
director de la Unidad Investigativa de Caracol se ingenió la manera de pasar
mucho tiempo, comiendo e invitando amigos en un restaurante situado al
frente del cuartel general de Mattos, mientras discretamente su camarógrafo
lograba las incontestables imágenes. Otro tanto hacían Johanna y Jaime para
cubrir todos los ángulos.
Ese día Mattos recibió al abogado Iván Cancino y a su socia Laura Kamila
Toro. Cancino dijo inicialmente que el encuentro había sido casual. Antes de
que pasara una hora empezó a admitir que no era la primera vez que
aprovechaba los paseos de su cliente para reunirse con él.
Cancino se fue de las oficinas de Mattos, al mismo tiempo que el reo. Se
marchó en un pretencioso Hyundai de alta gama de propiedad de Mattos y
conducido por el jamás interrogado Juan Carlos Cuervo, quien pasó la tarde
llevando y trayendo papeles del parqueadero a la oficina. (Ver artículo de Cambio “Iván Cancino: Un abogado del diablo) ->>Vea más...