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martes, 2 de octubre de 2018

(Panamá) A 50 años del golpe militar, ¿aprendimos la lección? (+Opinión)

Por: Guillermo A. Cochez - Me encontraba en la Iglesia de Santa Ana con su párroco Carlos Ambrosio Lewis, posteriormente obispo de David. Allí tuve las primeras noticias del golpe militar que derrocó al presidente Arnulfo Arias Madrid, que había tomado posesión 11 días antes, el 1 de octubre de 1968. Había aspirado a concejal por la capital por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), llegando tercero de un grupo de quince. Estudiaba Derecho en la Universidad de Panamá.

Los comicios que llevaron a Arias al poder por tercera vez fueron teñidos de sangre y violencia. Arnulfo, a quien los liberales le habían robado las elecciones de 1964, decidió unirse a algunos de sus antiguos adversarios de la oligarquía para lograr cinco votos (partidos) en la Junta Nacional de Escrutinios, lugar donde en la realidad se escogían los presidentes. El Gobierno liberal también contaba con cinco votos, siendo el decisivo el de la Democracia Cristiana, quien también consideró ganador a Arnulfo en 1964, donde la gran mayoría de esa Junta (17 a 2) consumó el fraude. Por ese voto, los liberales le ofrecieron al PDC cuatro ministerios, pero dicha oferta ni siquiera fue considerada. Arnulfo había ganado.


En febrero de ese año, el PDC había acusado ante la Asamblea Nacional al presidente Robles de estar beneficiando con recursos del Estado al candidato oficialista David Samudio. Con la nueva distribución de fuerzas en la Asamblea, esta destituyó a Robles. Pero el nuevo presidente, Max del Valle, nunca se pudo posicionar porque los militares lo impidieron. El triunfo de Arnulfo Arias hubo de reconocerse tras un movimiento cívico muy grande, instalado en la Cámara de Comercio de avenida Cuba, porque el Gobierno no quería aceptar su derrota. Allí participé en representación del Club de Leones de Panamá. El arzobispo Tomás Clavel Méndez fue decisivo en la búsqueda de la paz. Ciudadanos probos asumieron el rol de magistrados del Tribunal Electoral y fue así que se logró la débil tregua ciudadana donde se proclamó del triunfo de Arias Madrid. 1968 resultó ser el año de una contienda de enfrentamientos entre diferentes sectores oligárquicos que se rehusaban a ceder sus espacios de poder, protegidos tras bastidores por los militares.

Arnulfo volvió a sus arbitrariedades. Desoyendo a sus aliados y a asesores cercanos, escogió por encima del resultado electoral a algunos de los diputados y concejales. Desconoció los arreglos acordados con la alta oficialidad de la Guardia Nacional (nombre de entonces de la fuerza pública). El clima que se vivió en esos días afectó a sus aliados, pero sobre todo a la Fuerza Pública que no sabía a qué atenerse. Los militares se cansaron de ser los protectores de políticos corruptos que los usaban para hacer sus tropelías.

Liderados por el mayor Boris Martínez, jefe de Chiriquí, tres meses después exilado en Miami, se inició la rebelión que dio al traste al nuevo Gobierno, instaurándose una Junta de Gobierno Provisional. Arnulfo y sus ministros se escondieron en la Zona del Canal. Los golpistas fundamentaron su golpe en la corrupción existente, donde los partidos políticos, cual fincas de ganado, se repartían el pastel del Estado. El poder económico se hacia representar en diversas toldas políticas. Lo que llamábamos democracia era simplemente una grotesca farsa. Los militares pidieron ayuda a los demócratas cristianos, pero sus exigencias de democracia inmediata no fueron aceptadas.

Estuvieron en el poder 21 años. Durante el mandato de Torrijos se logró que el Canal fuera de Panamá, se dio acceso social a muchos sectores marginados, creando los Gobiernos locales, plasmados en el plan de Gobierno de 1968 del PDC, pero, como en todo sistema autoritario, se socavó la democracia ante la inexistencia de partidos y libertades e inexistencia de justicia para investigar los crímenes de la dictadura. Noriega produjo el declive de esa época y fue derrocado en una innecesaria invasión por los Estados Unidos, sus antiguos empleadores.

A casi 29 años de la ‘democracia' instaurada tras la caída de los militares, donde volvieron a estar en el poder algunos de los dinosaurios desplazados de 1968, se ha demostrado que el modelo político que se agotó ese año y luego en 1989 con la invasión, está en plena decadencia en 2018, sin casi que perspectivas positivas para los comicios del próximo año. Nadie habla de la impostergable refundación del Estado Nacional y la urgencia de un Pacto Social que tenga como fundamento la mejor repartición de los recursos públicos y su no concentración en unos pequeños sectores de la sociedad. Apuestan al statu quo y no al cambio total. Rehúsan una constituyente porque temen qué puede salir de allí, por eso se adelantan a pedir cambios cosméticos como la Cámara de Comercio y Apede. Rehúsan darse cuenta de que, si seguimos así, vamos camino a lo que ocurre en países vecinos como Venezuela y Nicaragua.

Como conocedor de esas tres etapas de la vida nacional, 1968, 1989 y 2018, soy pesimista de lo que se ve en el horizonte nacional. Espero que todavía haya tiempo para que quienes lleguen al poder se percaten de lo urgente que se requieren los cambios para que no sucumbamos como algunos de los vecinos. No creo que vendrá un nuevo golpe militar, pero sí la emergencia de alguien que se ofrezca como un mesías para solucionar el gran desorden en que los actuales políticos y grupos económicos han sumergido al país.

ABOGADO, POLÍTICO Y DIPLOMÁTICO.

FUENTE: Guillermo A. Cochez - Artículo de Opinión - http://laestrella.com.pa ->> Ir

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