PUEDE LEER TODAS LAS SEMANAS LOS EXCELENTES TRABAJOS PERIODÍSTICOS DE LOS DANIELES EN INFORME25.COM

domingo, 26 de agosto de 2012

(Italia) Los 57 días de Borsellino

Después de que la Mafia asesinara a su amigo Giovanni Falcone en mayo de 1992, Paolo Borsellino no decía «si» me matan, decía «cuando» me maten. Contaba que era «un muerto que camina», pero quería hacerlo deprisa para terminar el trabajo de Falcone y buscar la verdad sobre su muerte.
Sabía que le quedaba poco tiempo. Tuvo 57 días. Quería encargarse de la investigación del atentado, pero no le dejaron. Entonces su prioridad fue prestar declaración cuanto antes ante el fiscal asignado, para contarle los secretos que le había confiado Falcone, pero nunca le llamaron. Se tuvo que conformar con ir apuntando sus averiguaciones en una agenda roja. También Falcone había dicho que si le pasaba algo miraran en su diario. Pero esos archivos desaparecieron de su ordenador dos días después de su muerte. Alguien limpió la memoria de otro portátil y borró el disco duro de la computadora de su casa.
Borsellino se sentía rodeado de espías y traidores, una sensación que se disparó cuando se enteró de que los Carabinieri habían abierto en junio una negociación con Cosa Nostra, a sus espaldas, tras el asesinato de Falcone. Es la famosa y polémica 'trattativa' descubierta en los últimos años y que ha llegado este verano a los tribunales. Hablaremos de ella el próximo día. A Borsellino se lo dijo una amiga, alto cargo del ministerio de Justicia, Liliana Ferraro, el 28 de junio de 1992. Días después se sinceró con dos colegas derrumbándose en un sillón, «tristísimo», y les dijo entre lágrimas: «No puedo creer que un amigo me haya traicionado».
Borsellino conocía un informe entregado por los Carabinieri a Falcone en 1991, antes de su marcha a Roma, que había desvelado la total complicidad de la Mafia con políticos y grandes empresas nacionales en el reparto de los contratos públicos en Sicilia. A finales de junio interrogó a un nuevo arrepentido, el capo Leonardo Messina, que le confirmó los negocios de Riina. Al día siguiente, Borsellino adelantó en una entrevista que estaba investigando a importantes empresarios asociados con la Mafia. En otra entrevista a una cadena francesa que, misteriosamente, no fue emitida, Borsellino comentó también que investigaba la presencia del capo Vittorio Mangano en Milán y sus lazos con Marcello Dell'Utri, mano derecha de Silvio Berlusconi.
El 1 de julio Borsellino interrogó a otro arrepentido, Gaspare Mutolo, que solo quería hablar con él. Le reveló la complicidad de algunas autoridades con la Mafia. Le dio un nombre: Bruno Contrada, exjefe de la policía de Palermo y en ese momento número tres de los servicios secretos. Después de dos horas de interrogatorio le llamaron del ministerio del Interior. Había un nuevo titular, Nicola Mancino, y quería verle. Al volver, cuenta Mutolo, estaba nerviosísimo, tenía un cigarro en la boca y otro en la mano. Mutolo oyó voces en el pasillo. Borsellino que decía: «¡Están locos!». Se supone que le cantó las cuarenta al nuevo ministro, pero Mancino ha negado siempre haberle visto. Dice que no se acuerda, que era su primer día y vio a mucha gente, y que a Borsellino no le conocía personalmente. O sea, que no se quedó con su cara. Aunque era una de las personas más famosas de Italia. Una «grave amnesia», han diagnosticado los fiscales. Ahora va a ser procesado, dentro del juicio de la 'trattativa', también por falso testimonio. Contrada fue detenido ese año y en 2007, condenado a diez años de cárcel.
Borsellino siguió descubriendo porquería. El 15 de julio de 1992, cuatro días antes de su muerte, fumaba con su mujer en el balcón de casa y le dijo: «He visto la Mafia cara a cara, me han dicho que el general Subranni es 'punciutu' (pinchado, mafioso, por el ritual de iniciación)». Cuando se enteró casi vomita. Este general de los Carabinieri, ya retirado, también está imputado en el proceso de ese verano. La mañana del 18 de julio Borsellino le propuso a su mujer un paseo por la playa, solos, sin escolta. Le dijo lo siguiente: «No será la Mafia quien me mate, serán otros, y ocurrirá porque alguien lo permitirá, y entre ellos, también algún colega».
Visita a su madre
No se sabe qué había descubierto Borsellino, que todo lo apuntaba en su agenda roja. Lo único cierto es que el 19 de julio, como otras veces, fue a visitar a su madre en Via D'Amelio, una plaza estrecha llena de coches que era una ratonera. Pese a varias peticiones de la escolta, nadie se había preocupado de someterla a controles de seguridad. Un coche bomba acabó con Borsellino y cinco guardaespaldas. En medio del caos y el horror, alguien tuvo la serenidad de hurgar en su maletín y llevarse la agenda roja.
Las investigaciones aún abiertas sobre el atentado y la 'trattativa' han revelado, según los fiscales, que «algún servidor infiel del Estado llegó al punto de señalar voluntariamente a Paolo Borsellino como obstáculo al cierre de la negociación». De hecho, el capo Totò Riina se movió con «una premura increíble» para liquidarle y ordenó a su matón, Giovanni Brusca, que dejara lo que estaba haciendo, el asesinato de otro político, para ocuparse de eso. Ese político que iba el siguiente en la lista era Calogero Mannino, exministro de la DC siciliana. Fue precisamente quien se movió para abrir las negociaciones. También va a ser procesado.
Es difícil pensar que la Mafia asesinara a Falcone y Borsellino en 57 días, sabiendo que la reacción del Estado iba a ser contundente, sin contar con algún tipo de garantía. La misma noche del atentado cientos de capos fueron trasladados a cárceles de alta seguridad en las islas de Pianosa y Asinara y se les aplicó un régimen de aislamiento total, el temible 41bis. El Ejército tomó Sicilia y los asesinos de Borsellino fueron detenidos a los tres meses. Pero hace dos años se descubrió que era todo mentira. En realidad encerraron a siete inocentes a los que hicieron confesar con torturas y amenazas. En octubre fueron puestos en libertad. Llevó aquel caso el comisario Arnaldo La Barbera, ya fallecido. Se ha descubierto que formó parte de los servicios secretos. Riina fue arrestado en enero de 1993. Pero quizá le vendió su lugarteniente, Bernardo Provenzano, a cambio de una nueva fase de paz.

FUENTE: IÑIGO DOMÍNGUEZ - http://www.diariovasco.com

LEA...

 

LO + Leído...