Ciertamente podrían ser muchas. O pocas, según se mire. Pero, ¿qué pasa con la gente?
Se estima que casi 3 millones de europeos viven actualmente en Reino Unido. Y se calcula que 1,2 millones de británicos viven en otros países de Europa. Con las facilidades de la UE, los nacionales pueden viajar sin restricciones y trabajar en cualquiera de los Estados miembros. De hecho, la principal oleada de inmigrantes a Reino Unido la constituyen ciudadanos con pasaporte europeo. En el caso de los latinoamericanos viviendo en ese país, para el año 2011 un estudio los ubicó en torno a 186.500 personas, con una mayoría concentrada en la ciudad de Londres, un patrón geográfico que se repite en el caso de los europeos.
La inmigración apareció casi como un elemento de terror en el debate británico sobre si seguir o no seguir. Los defensores del Brexit conectan con una creencia persistente: que el indetenible flujo de inmigrantes europeos –especialmente polacos- solo ha llevado desgracias al reino. Ocupan los puestos de trabajo, encarecen los servicios, son una carga para la seguridad social y agravan la crisis de vivienda en lugares como Londres. Esos eran –son- algunos de los argumentos y solo la salida de la Unión podrá permitir las medidas para poner freno a los foráneos, controlar las fronteras que hoy están abiertas y restringir la entrada de indeseables. Esta especie de “criminalización” del inmigrante está tan arraigada que incluso quienes apostaban a la permanencia –como el premier David Cameron- ofrecieron seguir pero implementando medidas para evitar los “efectos” de la inmigración europea.
Pues bien, ya el Brexit es un hecho: ¿y ahora qué? Las primeras consecuencias reales tras el asombro están más vinculadas a la especulación financiera que a otra cosa: los mercados se resienten, muestran temor. Volvamos a la gente. Los inmigrantes ilegales quizás tengan menos preocupaciones hoy que quienes permanecen en Reino Unido con sus papeles en orden. Especialmente aquellos con pasaporte europeo y los latinos con doble nacionalidad que han podido asentarse en suelo británico gracias a su sangre europea.
¿Se acabarán para ellos las facilidades que brindaba la Unión Europea? Una entrada colgada en marzo en la web del parlamento británico advierte que esa instancia no está en capacidad de responder qué sucederá con los asuntos migratorios en caso de una salida de la UE: “El Gobierno no ha indicado cuál será la posición sobre estos temas si el resultado del referendo es dejar la Unión Europea”. Ahora que es un hecho, la lógica apunta a creer que debe haber cambios. Al dejar de ser miembros de la UE, los privilegios se acabarían para unos y otros. O al menos habría que modificarlos, negociarlos. Los analistas coinciden –lógico- en que es muy pronto y todavía nadie puede explicar con certeza lo que sucederá.
Sin embargo, algunos venezolanos consultados por Vertice están expresando preocupación por el futuro incierto tras el triunfo del Brexit.
“La empresa para la que trabajo decidió que se verá forzada a salir del Reino Unido a causa del Brexit, y ahora me voy a quedar sin empleo”, dijo Yelitza Pérez, una ejecutiva que trabaja para Procter & Gamble desde hace más de dos décadas y reside en Inglaterra gracias a su pasaporte europeo obtenido en España.
“Renovar contratos no va a ser fácil ahora, debido a la incertidumbre del estatus migratorio”, indicó por su lado Ricardo G., un ingeniero civil que trabaja bajo la figura de contratos temporales con empresas de diseño industrial, y que también tiene el pasaporte europeo por su origen español, aunque nació en Venezuela. Ricardo dijo que planea probar nuevos destinos como Holanda, para buscar contratos más estables en el continente.
Una abogada especializada en inmigración –Sophie Barret Brown- explicó recientemente a la BBC un posible escenario: que existan tres tipos de europeos a partir del Brexit. Los nacionales de la UE que ya tienen residencia permanente en Reino Unido tras vivir allí durante cinco años; quienes ya están en territorio británico pero aun no obtienen la residencia permanente y –por último-, quienes quieran emigrar a Reino Unido. En cada caso, los británicos tendrían que trabajar en leyes y reglamentos específicos que consideren –además- la reciprocidad para los ingleses que permanecen en otras zonas de Europa.
De cualquier manera, el Brexit no entra en vigencia de inmediato. Hoy, mañana y durante al menos dos años, Reino Unido sigue estando donde está. El artículo 50 del Tratado de la Unión Europea establece el procedimiento para el socio que quiere abandonar: debe manifestar oficialmente su voluntad de dejar la UE –cosa que no ha pasado todavía- y a partir de ahí comenzar un complejo proceso de negociaciones que podría tomar dos años de trabajo con prórrogas en caso de ser necesario porque es mucho lo que hay que acordar.
Mientras se hacen esos ajustes, las reacciones del sector económico podrían tener consecuencias para los inmigrantes: empresas que muden sus sedes de un Londres que perderá su condición de centro neurálgico de los negocios comunitarios, por ejemplo, dejarían sin empleo a europeos y a latinos con doble nacionalidad. ¿Llegó la hora de hacer maletas y dejar la City? Para estas personas es momento de tener los ojos bien abiertos: el cambio apenas comienza, pero hay que darlo por hecho.
FUENTE: Oscar Medina - https://www.verticenews.com