
El tenis español lleva décadas brillando en París. El motivo principal de esta hegemonía, más allá del mastodóntico historial de Rafa Nadal, tiene que ver con la adaptación a la superficie. Roland Garros es el Grand Slam de la tierra y en España lo habitual en los clubes de tenis es encontrarse esta superficie. Además, físicamente los jugadores nacionales suelen ser más resistentes y duros que potentes o agresivos, y para esas cualidades no hay nada mejor que un terreno que se dedique a ralentizar la bola y a hacer menos fiera la fuerza con la que sale la pelota.

Garbiñe, con 22 años, suena como la próxima grande del tenis español, la que recibirá la antorcha de Rafa Nadal como figura a seguir de un deporte que en España tiene mucho seguimiento y sus aficionados se ven ampliamente recompensados con el desempeño de sus jugadores. Muguruza tuvo que elegir por qué país quería competir. Tenía el corazón dividido entre España, el país de su padre, y Venezuela, el de su madre. La decisión se demoró y creó un entorno de inestabilidad que a ella misma le generaba problemas.
La decisión no fue muy explicada, pero tampoco requería mucha explicación. En su disyuntiva solo tenía que hacerlo, no explicarlo. Fue importante saber que el potencial por equipos de España es superior al de Venezuela. Garbiñe cuenta que quiere jugar en los Juegos de Río de Janeiro con Rafa Nadal, una pareja que apunta sin duda a medalla, más aún si se tiene en cuenta que en Brasil también se encontrarán con tierra batida. Ser española le da también la opción de jugar con Carla Suárez, jugadora que ronda el top-10 mundial, y aspirar con ella a otra medalla en dobles y, en un futuro no tan lejanos, incluso plantearse recuperar el cetro en la Fed Cup que era costumbre en los tiempos de Arantxa y Conchita.
También la presencia de patrocinadores más fuertes o las continuas gestiones del Consejo Superior de Deportes ayudaron a Garbiñe a tomar una decisión que, en todo caso, iba a dejar algún disconforme. Muguruza optó por España y el tenis del país no puede estar más feliz por ello. El himno que se escuchaba al terminar era el español y las opciones que da tener una tenista de 22 años que ya sabe lo que es ganar un Grand Slam son innumerables.
El carisma

Estas cosas se pueden hacer mal o con naturalidad. Son las dos opciones y no se eligen, salen de dentro. En el caso de Muguruza destaca su sencillez, esa manera de conducirse por el mundo sin darse demasiada importancia pero con consciencia de lo que se es y lo que se puede llegar a ser. Esa manera de ser es la que lleva a que, según contó Alex Corretja en la retransmisión televisiva, solo pida cinco raquetas para un torneo como Roland Garros. Su rival encordó 80, aunque es poco probable que pudiese llegar a utilizar la mitad. Llevar solo cinco es no darle mucha importancia a la liturgia, no darse mucha importancia a sí misma. Y si se rompe alguna, pues ya se arreglará de algún modo u otro.
Los tenistas son dados a la superstición y las obsesiones. Son muchos los que llenan sus rutinas de tics. Con Garbiñe no se detectan mucho estas cosas. Hace las cosas que haría cualquiera. Solo su vuelta de la victoria, ese giro de 360 grados saludando al respetable, suena a eso. Pero no deja de ser un gesto de cariño al público, el modo de demostrar al público que el cariño, que es siempre mayoritario con Garbiñe, es correspondido.
Roland Garros es la primera gran victoria. A partir de ahora la presión será aún mayor y todo lo que haga o diga será escrutado con aún más ahínco. Se redoblarán las miradas que llegaron ya hace casi un año, en el Wimbledon que supuso su primer gran golpe al escaparate mundial. Tendrá dudas, porque es algo que le ha pasado en estos años. Pero está preparada. En París lo ha demostrado, si hay algo verificable es que ella está preparada para cualquier cosa que le venga. Su tenis habla por ella.
FUENTE: Gonzalo Cabeza - http://www.elconfidencial.com