Este acto, que ha sido considerado como el auténtico espíritu olímpico, no ha pasado por alto para la organización de estos Juegos Olímpicos que ha decidido que la neozelandesa y la norteamericana, a pesar de lo tarde que pararon el crono, se merecen el premio de disputar la final del próximo sábado por su deportividad.
Si su estado físico se lo permite -D'Agostino acabó en silla de ruedas-, podrán participar como abanderadas de lo que debe de ser la relación entre dos deportistas.
El abrazo que se dieron al acabar la prueba, con el estadio João Havelange puesto en pie, fue uno de los momentos más emotivos de unos Juegos en los que se ha tenido que llamar la atención a los brasileños por sus gestos antideportivos con los participantes de otros países.
FUENTE: http://www.mujerhoy.com