“¡Sí, sí, sí, sí, cien por ciento!”, dijo a radio La Red el padre del teniente de navío Damián Tagliapietra, uno de los oficiales desaparecidos. “¡Están todos muertos!”, añadió Luis Tagliapietra entre sollozos, explicando que así se lo había hecho saber el “jefe” de su hijo. “Es básico, no hay mucha vuelta para darle, explotó a más de 200 metros de profundidad y no hay ser humano que sobreviva a eso”, dijo.
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Los familiares fueron informados de la explosión en la base naval de Mar del Plata –que alberga la flotilla de submarinos– cinco minutos antes de que el portavoz de la Armada, capitán de navío Enrique Balbi, lo comunicara en una rueda de prensa en el cuartel general de la Marina, en Buenos Aires. “Se recibió una información que fue un evento anómalo singular, corto, violento y no nuclear consistente con una explosión”, declaró el militar. La deflagración se produjo el 15 de noviembre al filo del mediodía (hora local), tres horas después de que el sumergible mantuviera su última comunicación con la base.
No obstante, el gobierno argentino no recibió esa información hasta ayer gracias a la iniciativa de su embajador en Austria, Rafael Grosso, a quien se le ocurrió ponerse en contacto con el secretario ejecutivo de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, Lessina Zerbo. Grosso pidió a Zerbo si el organismo podía analizar las señales recogidas por las estaciones hidroacústicas distribuidas en todos los mares del planeta, para tratar de identificar algún ruido en la ruta del submarino.
El dato sobre el “evento anómalo” fue transmitido por vía diplomática al ministerio de Exteriores argentino, que informó a Macri y a la Armada. Horas antes de esta comunicación, en su último parte del miércoles, Balbi ya había transmitido otro dato, suministrado por la marina estadounidense, que hacía pensar en lo peor. Aunque entonces no habló de explosión y extremó la prudencia, el portavoz relató que EE.UU. había detectado una “anomalía hidroacústica” en la misma hora y zona donde al día siguiente se confirmaría el episodio “violento” identificado desde Viena.
Las palabras de Balbi coincidieron en directo con las imágenes que las cámaras ya captaban –a distancia– de los familiares en el interior de la base de Mar del Plata. Lloros, ataques de ansiedad, gritos, alguna ambulancia, abrazos desconsolados. Al abandonar el recinto naval, algunos se pararon para hablar con los periodistas y criticar duramente a la Armada y al gobierno, protestando por la falta de información recibida desde que el viernes pasado trascendió la desaparición del buque, así como por el deficiente estado de mantenimiento del submarino.
“Mandaron una mierda a navegar”, dijo Itatí Leguizamón, esposa del cabo primero Germán Suárez. “Nos mintieron”, agregó, antes de explicar que cuando los mandos de la Armada estaban transmitiendo el parte sobre la supuesta explosión a los familiares, estos se indignaron. “No pudieron acabar de leer, la gente se abalanzó sobre ellos”, indicó.
A pesar de la mala noticia, Argentina sigue buscando el submarino con el apoyo de aviones y buques extranjeros, especialmente de EE.UU. Sin embargo, ahora el rastreo se centra ya solo en la zona donde se identificó el sonido de la deflagración. La Armada argentina insiste en que la avería en las baterías que el comandante de la nave había informado tras partir de Ushuaia el 13 de noviembre había sido solventada cuando mantuvieron la última comunicación con la base dos días más tarde. No obstante, las especulaciones apuntan a que la explosión podría haberse producido en el sistema de baterías.
Argentina sigue buscando el submarino con el apoyo de aviones y buques extranjeros, especialmente de EE.UU.
Algunos familiares, indignados, revelaron ayer que el ARA San Juan ya había sufrido una avería grave durante una travesía en el 2014. María Rosa Belcastro, madre del teniente de navío Fernando Villarreal, abandonaba ayer abatida la base de Mar del Plata. “Me mintieron”, dijo a los periodistas. “Estoy desilusionada”, añadió. Y concluyó, diciendo que no pensaba regresar a la base naval: “Me voy a mi casa a esperar si mi hijo vuelve...”.
Balbi matizó que lo sucedido en el submarino había sido una “implosión”, lo que explicaría que los daños se hubiera producido en el interior de la nave, que externamente permanecería intacta, aunque no se sabe bien a qué profundidad, pues en ese momento el buque transitaba por el límite de un talud. En ese punto, se pasa abruptamente de los 400 metros a miles de metros de una fosa abisal. De hecho algunos familiares dijeron que los mandos navales les habían indicado que el sumergible podría estar a 3.000 metros de profundidad, en cuyo caso las probabilidades de su recuperación se reducirían drásticamente.
La explosión explicaría también por qué la tripulación no activó las medidas de emergencia previstas, como el lanzamiento de radiobalizas de posición, la activación del ascenso mecánico deshaciéndose de lastre o el envío a la superficie de un cilindro que descarga sobre el agua un líquido que deja una gran mancha verde visible desde el aire.
Hasta ahora en que las tareas de rastreo se centran en el punto del último contacto, el área explorada fue inmensa, un rectángulo de unos mil kilómetros de largo por 500 de ancho, que coincide con el litoral patagónico. Toda esa zona fue sido barrida desde el aire por diez aviones, por lo que todo indicaba que el submarino estaba sumergido. Además, un temporal dificultó la búsqueda durante la mayoría de estos días.
Hasta ahora en que las tareas de rastreo se centran en el punto del último contacto
El despliegue de medios es de gran magnitud y participan varios países, entre ellos España, que aportó tres contenedores de salvamento submarino de la Armada española, que el martes llegaron al aeropuerto de Comodoro Rivadavia, el puerto más cercano al punto donde perdió contacto con el submarino.
Uno de los países más implicados es EE.UU que, además de un avión de la NASA, participa con el Poseidón, un avión equipado tecnológicamente para la localización magnética de submarinos desde el aire. Además, desde aviones, barcos y sumergibles se realizan barridos acústicos con sónares y se usa tecnología infrarroja de imágenes térmicas. El Reino Unido también colabora, lo que ha provocado críticas minoritarias por el contencioso de las Malvinas. De hecho, también el martes aterrizó en Comodoro Rivadavia el primer avión de la Royal Air Force británica desde la guerra de 1982, con doce expertos a bordo.
El miércoles, al cumplirse una semana de la última comunicación con el buque, acabó el plazo en que los especialistas indican que se agota el oxígeno a bordo, cuando la nave está sumergida. No obstante, hasta ese día por la mañana -antes de que por la tarde se comunicara la “anomalía hidroacústica- la Armada seguía alimentando la esperanza entre los familiares. “Que no pierdan las esperanzas, que tengan la tranquilidad que estamos haciendo todo lo humanamente posible”, dijo Balbi entonces, a pesar de que poco antes había dicho que no se había producido “ningún tipo de contacto” y de reconocer que se había entrado en la “parte crítica respecto al oxígeno”.
En ese momento, a pesar de la angustia, en Argentina no se perdía la esperanza. Familiares y medios hablaban ya de “los 44”, en alusión a “los 33” mineros chilenos hallados y rescatados en el 2010, cuando ya se les daba por muertos. La esperanza era alimentada por los distintos indicios y rumores que se filtraban y que hablaban desde ruidos de cadenas chocando contra un casco, hasta bengalas disparadas o llamadas satelitales. Finalmente, todos esos indicios fueron desmentidos.
El presidente Macri visitó el lunes a las familias en la base de Mar del Plata. La Casa Rosada solo distribuyó fotos del encuentro pero luego trascendió un vídeo grabado por uno de los asistentes donde la esposa de un tripulante se queja al mandatario de las deficiencias de mantenimiento de los submarinos. Aunque al principio la información fue ocultada por la Armada, el lunes trascendió que el ARA San Juan había alertado de una avería en las baterías, siendo conminado a dirigirse a su base por el derrotero más corto .
“¿Por qué en vez de bajar en otras cuestiones no bajan en algo verdaderamente importante, que es la vida de todos nuestros familiares, reparando un submarino? Es prácticamente un suicidio mandarlos en algo que es viejísimo”, dijo la mujer a Macri. “¿Tiene que morir alguien para cambiar? ¿No podían haber invertido algo antes? En pésimas condiciones los mandan. No son ustedes los que pierden a su familia”, agregó la esposa. Con serenidad, Macri respondió que los mandos de la Armada “están convencidos de que el submarino estaba en condiciones; tiene muchos años, el tema es si está bien mantenido, no importa la cantidad de años”.
FUENTE: Con información de ROBERT MUR - http://www.lavanguardia.com