
Lástima que la buena nueva feminista haya tenido lugar en la que probablemente haya sido la peor gala de la reciente historia de los galardones: presentadores bochornosos y chabacanos, guion que parecía aporreado en una habitación llena de monos, fallos estrepitosos de producción y absoluto descontrol temporal. La cosa no es que durase demasiado, es que se arrastró agonizante e interminable.
'La Librería' se alza con el Goya a Mejor Película. pic.twitter.com/72s9DuZVeF— Premios Goya (@PremiosGoya) 4 de febrero de 2018
'La librería' de Coixet habla del arte, de la literatura, como un motor de cambio social y un puente para acercar a las personas. Basada en la novela homónima de Penelope Fitzgerald y protagonizada por la delicadísima Emily Mortimer, Bill Nighy —magnético donde los haya— y Patricia Clarkson en el papel de villana pasivo-agresiva de la 'upper class' británica, es un drama histórico ambientado en 1959 en el que la viuda de un soldado de la Segunda Guerra Mundial decide instalarse en un pueblo de la campiña británica pequeño y conservador y abrir una librería. Una empresa tan aparentemente pacífica e inocente como esa hará que los poderes fácticos del pueblo decidan hacerle la vida imposible a su nueva e ilustrada vecina, un relato agridulce sobre la valentía y la rebeldía de algunas personas frente a los incansables recursos de la mezquindad, la estulticia y la lucha contra el progreso de muchas sociedades.
Por su parte, 'Handia (Gigante)', el film de Aitor Arregi, Jon Garaño y José Mari Goenaga, directores y guionistas de 'Loreak', que junto al también guionista Andoni de Carlos han recuperado la historia del Gigante de Altzo —a camino entre la realidad y la leyenda que crece con el boca oreja y, sobre todo, con el paso del tiempo—, el enorme vasco que en la primera mitad del siglo XIX recorrió Europa y se ganó la vida exhibiéndose como un fenómeno de feria. Un film hablado en euskera y de una gran belleza plástica. Ingería 23 litros diarios de sidra y la comida equivalente a tres personas, medía 2'30 metros de altura pesaba 203 kilos de peso y era el hombre más alto de la Europa de su tiempo.
¿El ritmo de la gala? Cero. ¿El humor? Inútil. ¿La producción, la composición, la narración? Nada. Pero hablemos de los premios. Los otros cabezones destacados de la jornada terminaron en las manos de Natalie Poza —'Mejor actriz protagonista' por 'No sé decir adiós'—, Javier Gutiérrez —'Mejor actor protagonista'— por 'El autor' y Gustavo Salmerón —'Mejor película documental' por 'Muchos hijos un mono y un castillo'. La gran perdedora de la noche fue la íntima y dolorosa 'Verano 1993' con tres premios —'Mejor dirección novel', 'Mejor actriz revelación' para Bruna Cusí y 'Mejor actor de reparto' para David Verdaguer— que supieron a poco.
.@LeticiaDolera: "Un campo de nabos feminista precioso" #Goya2018 https://t.co/OURipiHieu pic.twitter.com/VvbDQDqX8z— La 1 (@La1_tve) 3 de febrero de 2018
Echar de menos a Dani Rovira
Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes arrancaron la gala muy nerviosos, agarrotados. Los chistes no funcionaban, ni con las mujeres ("Reivindicamos el papel de la mujer hoy y por eso la gala la presentamos nosotros que somos pareja aunque él gana la mitad"), ni con el protagonismo catalán de la cita ni siquiera con la sal gruesa ("Kevin Spacey está con nosotros esta noche"). No acabó de quedar claro cuál de los dos presentadores resultaba más sonrojante pero en Twitter alguien arrojó como una bomba la crítica más demoledora: "Echar de menos a Dani Rovira. No tiene perdón".
Es que ni un gag potable, oigan. Lo de la cesta con los supuestos mensajes de los móviles de actores y actrices que escenificaron a mitad de gala fue para echarse a llorar, con o sin 'autotune'. Se maquillaron, prodigaron las poses homoeróticas, se besaron los morros, balbucearon y sudaron, sudaron sin parar. Y cantaron, sí, cantaron.
Mariano Barroso y Nora Navas sirvieron el equipo suplente en el discurso habitual de la gala, en sustitución de Yvonne Blake, convaleciente de un ictus. La parte de Barroso fue breve y al grano: "Somos el cine español, una parte de nuestra sociedad, con sus miserias y con sus virtudes. Entre nosotros hay gente de todas las tendencias ideológicas, políticas y sociales. Como todo el mundo, disfrutamos del éxito y aprendemos del fracaso". Y Navas concluyó: "Aquí sigue la industria del cine generando riqueza para el Estado, recaudando bastante más dinero del que recibe. Y también sigue ahí el IVA, al 21% a pesar de las promesas y anuncios oficiales de que bajaría. La bajada del IVA será una bajada en los precios de las entradas que pagan los espectadores. Somos un colectivo que no quiere llorar y no quiere ningún privilegio. Solo quiere lo que es suyo. Como cualquier otro colectivo".
¿Y los Javis? ¿Qué fue de los omnipresentes nuevos Rey Midas del cine español? Fácil: los Javis no se comieron un colín.
El homenaje a Marisa Paredes resultó muy breve ante un auditorio puesto en pie. Tras mandar un abrazo fuerte a Ivonne Blake, la veterana actriz recordó: "la vida de una actriz es como la ruleta de la fortuna y yo he tenido la fortuna de que muchos directores confiaran en mí y ellos han tenido la suerte de que yo confiara en ellos. Estoy vinculada a esta Academia desde sus inicios e incluso he sido presidenta. He dado discursos, algunos de ellos bien conflictivos como el del 'No a la guerra' que hoy volvería a repetir".
Los otros protagonistas de la noche sufrieron suertes dispares. La 'representante' Paquita Salas gustó seguramente a su legión de incondicionales pero desorientó a la mayoría con su petardeo incontenible, la terremoto de Alcorcón recibió cerrados aplausos con un discurso empoderado elocuente y sin medias tintas y Julita Salmerón, la matriarca prodigiosa de 'Muchos hijos, un mono y un castillo', protagonizó el momento más emotivo, y divertido, de una larga, larga —¿he dicho larga?—, noche del cine español.
FUENTE: Con información de DANIEL ARJONA - https://www.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)