Otro aspirante, Brian Kemp, de Georgia, examina a un pretendiente de su hija. Tiene sobre las rodillas una escopeta. Cuando el adolescente demuestra ser lo suficientemente conservador, Kemp cierra la escopeta. Clic. En otro vídeo, Kemp hace explotar, literalmente, el “gasto público”, enciende una sierra eléctrica para “cortar las regulaciones” y dice que tiene una camioneta para atrapar a los “criminales ilegales” y “llevarlos a su casa yo mismo”.
No todos los candidatos se muestran violentos hacia el prójimo. El demócrata de Colorado Levi Tilleman, que buscaba la titularidad del partido para un escaño, optó por el masoquismo. En su anuncio se atacó a sí mismo con un 'spray' de pimienta. Quería demostrar, con toda la cara roja e hinchada, supurante, que es un arma efectiva. Y también salir en las televisiones.
Si un doctor cósmico tomase el pulso a la política de EEUU, quizás huiría espantado. Hacen falta arterias muy saludables para aguantar la presión de los varios cientos de campañas que se disputan este martes, en las elecciones de medio mandato: 435 escaños de la Cámara de Representantes, 35 del Senado, 36 gobernadurías y unos 6.000 asientos en los parlamentos estatales. No por su número, sino por la estridencia de muchos de sus mensajes. Como si los candidatos se hubiesen tomado un barreño de esteroides.
Para empezar, el volumen de anuncios de campaña ha salido disparado desde las elecciones legislativas de 2014. Según un estudio de Wesleyan Media Project, hasta ahora se han emitido en las televisiones americanas unos 3,6 millones de anuncios políticos: casi un 60% más que hace cuatros años. Los anuncios en torno a los escaños de la Cámara de Representantes, donde se concentra una gran parte de la lucha, se han duplicado en este periodo.
En el estado de Maine, por ejemplo, los canales de televisión están emitiendo 26 anuncios por hora. La razón es que el distrito congresual más grande del estado, el número dos, está indeciso, en el filo de la navaja, y los candidatos hacen todo lo posible por rebañar hasta el último voto. Por eso han batido el récord de gasto electoral y por eso una parte sustanciosa es 'dinero oscuro': es decir, de grupos que no tienen por qué desvelar su procedencia.
No solo ha crecido la cantidad, sino que los anuncios 'negativos' (aquellos que no hacen referencia al candidato que presenta ese anuncio, sino a su rival, naturalmente en términos perjudiciales) han crecido en proporción. El estudio de Wesleyan dice que el número de anuncios negativos, sobre el total, ha salido disparado un 61% con respecto a 2014.
La agresividad de los anuncios de campaña, que muchas veces bordean, o entran de lleno, en la mentira, la injuria personal o la xenofobia, no es nueva. Por eso en 2002 el Congreso aprobó una cláusula que obligaba a los candidatos federales a explicitar que un anuncio los representaba, con esta fórmula: “Soy Fulano y apruebo este mensaje”. Los congresistas pensaron que, al obligar a los políticos a aparecer en sus anuncios, estos se volverían más cautelosos a la hora de injuriar y lanzar barro contra sus oponentes.
Uno de los arquitectos de aquella medida, el representante demócrata David E. Price, reconoce que en el actual paisaje ya no sirve de nada, ya que muchos candidatos ven la agresividad “como un activo político”, según sus palabras a 'The New York Times'. Price habla sobre “el endurecimiento general de la discusión política, y el cálculo de que ‘soy el más malo, el más mezquino, el tipo más políticamente incorrecto de la ciudad, y diré lo que sea que se me pase por la cabeza y lo consideraré como una virtud política”.
Para el columnista Jim Rutenberg, los aspirantes han visto que las tácticas de tierra quemada de Donald Trump funcionan. Quienes redactaron la medida de 2002 “creyeron que conseguirían una variante más cívica del discurso de campaña”, escribe. “Pero quizás, ingenuamente, no previeron un tiempo en el que los candidatos, siguiendo el ejemplo de un presidente autodefinido como 'nacionalista’ para quien los insultos y la falsedad son armas políticas, no verían desventajas en unir sus nombres a mensajes racialmente incendiarios”.
Además, un estudio de Oxford Internet Institute recoge que, en este ciclo electoral, se han compartido más 'noticias basura' que en el de 2016. "La proporción de fuentes de noticias basura que circula por Twitter ha crecido cinco puntos desde 2016, lo que significa un 25% de todas las URL capturadas durante el estudio", dice el documento, que ha analizado 2,5 millones de tuits y casi 7.000 páginas de Facebook durante el mes de octubre.
No todos los anuncios incluyen amenazas físicas, autolesiones o soflamas llenas de falsedades. La veterana de guerra MJ Hegar, aspirante a un escaño por Texas, cuenta la historia de su vida en un anuncio que recuerda al comienzo de 'Infiltrados', de Martin Scorsese. Primero cuenta cómo la puerta de un helicóptero le salvó la vida en Afganistán y luego parte desde la infancia, imbricando la historia de su familia con su pasión militar. El oscarizado director de cine Richard Linklater dirigió el anuncio de Beto O’Rourke, demócrata que espera quitar a Ted Cruz la senatoría por Texas.
En el anuncio del cierre de campaña de Donald Trump no aparece el presidente, y tiene un tono positivo. Tampoco habla de inmigración, ni de las batallas partidistas que se han librado en Washington en los últimos meses. La madre de un niño valora la salud de la economía, en contraste con los años de crisis financiera que se han dejado atrás.
FUENTE: Columna de Opinión "Elecciones EEUU: Trump, a examen" - ARGEMINO BARRO - https://blogs.elconfidencial.com