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domingo, 4 de noviembre de 2018

(España) Simeón de Bulgaría: "¿Franco? A los muertos hay que dejarlos tranquilos. Yo no sé dónde está mi padre"

Ochenta años dan para mucho. Para ser rey, exiliado de primera clase y hasta primer ministro de la república que lo expulsó y le quitó la corona de su país, Bulgaria. Tiempo suficiente para vivir la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y la caída del sistema comunista de Europa del Este. Una experiencia que le otorga un prisma privilegiado para conversar sobre la actual revolución social, derivada del hambre provocada por la crisis financiera. Hablamos de Simeón de Bulgaria (1937), un hombre de educación cortesana, europeísta radical, que pide respeto por la historia y reclama mente abierta ante el futuro y que solo frunce el ceño cuando se le pregunta por su amigo Juan Carlos I. El emérito con el se ha vuelto a ver a raíz del 80 cumpleaños de la reina Sofía.

- PREGUNTA: Usted que lo ha vivido casi todo, que ha sido protagonista directo e indirecto de acontecimientos relevantes del siglo XX y XXI, ¿cómo define la situación que se vive hoy en día en Europa y en España?

- RESPUESTA: Yo soy un europeísta convencido. Al mil por mil. Porque creo que para nuestro continente no hay ninguna otra salida para este proyecto maravilloso. Cada país por su cuenta es imposible. Yo he visto y vivido guerras. Con una Europa unida, ese riesgo desaparece. Son ventajas que la gente joven no recuerda. Lo toman por un hecho consumado. Me da pena la moda que ha surgido ahora de criticar que el proyecto de Europa no vale nada. Tener actitudes que a corto plazo son muy rentables, como lo que está pasando en Italia, va en contra de todos. No sé qué hubiera pasado con la crisis griega sin Europa. Y sé que duelen los sacrificios. Cuando era primer ministro de Bulgaria, el FMI nos vigilaba y nos obligaba a una disciplina. Uno puede prometer el oro y el moro, pero muchos políticos se llenan la boca con promesas. No es solidario.

- P.-: Pero, entonces, ¿porque cree que en Reino Unido se vota a favor de separarse de Europa y en otras naciones como Holanda o los países escandinavos los partidos políticos más ultras tienen un peso preponderante en los parlamentos?

- R.-: Yo creo que hay una clase de hartazgo, pero no racional a mi modo de ver. Es emocional. Hay que leer la historia del Reino Unido y ellos tienen esa mentalidad. Pero en la práctica se está viendo los millones de personas que están pidiendo que se reconsidere el Brexit. Estar unidos tiene una importancia enorme más allá de la contabilidad de cada país. ¿Qué hubiera hecho cada país en solitario en la crisis de 2008? Los ciudadanos lo hubieran pasado mal. Pero esto es un caldo de cultivo muy fácil para los partidos radicales.

- P.-: ¿Este auge del populismo es consecuencia de la crisis financiera, que llevó a la gente a perder bienes básicos como la vivienda? ¿Hay más desigualdad social?

- R.-: Evidentemente, hay una serie de mega y superricos. Los ha habido y los habrá siempre. Si se acentúan mucho esas diferencias se alienta aún más la crítica emocional. Es cierto que mucha gente se quedó sin vivienda, lo cual es horrible y trágico, pero hay que ver cuántos la han mantenido. La inmensa mayoría de la gente ha seguido funcionando. Creo mucho en las mayorías porque es la base de la democracia.

- P.-: ¿Cómo definiría la actuación de los políticos en Europa y en particular en España durante la crisis? ¿Cree que han estado a la altura de lo que ha sido la democracia?

- R.-: El caso español no lo he seguido con detalle porque bastante problemas hemos tenido en Bulgaria. Pero a nivel de la calle se puede pensar que la estricta reglamentación de Bruselas no ha sido la correcta. Sin embargo, Bruselas somos todos y no son unos malos que hacen sufrir a los demás países porque tienen unas cuentas que les tienen que cuadrar. Si la administración de cada país es consecuente y sostenible, no hay ningún problema. Pero si la política se convierte solo en tener la última palabra o decir el mayor disparate y con ello ganar unos aplausos y hacerlos virales, ahí sí que vamos mal.

- P.-: Habla de política de gestos o efectista. ¿El sistema del bienestar es sostenible teniendo en cuenta que, como en España, el Estado se tiene que endeudar para pagar las nóminas de los funcionarios y los pensionistas?

- R.-: Según los recursos de cada país. Algunos se lo pueden permitir porque tienen recursos colosales. Pero depende de cada gobierno, de cómo lo ve a largo plazo, de dónde puede cortar y dar. Es tan difícil porque si hubiera una solución de éxito, la aplicarían todos. Ese el reto de las políticas fiables y no la de las grandes palabras. Algunos se quedan ya sin promesas que ofrecer.

- P.-: Usted que lleva sesenta años a caballo entre su país y España, ¿cómo definiría la clase política actual? ¿Genera la confianza de la que usted habla?

- R.-: Se oyen tantas críticas. Ha habido políticos más destacados y otros menos. No hay ni generaciones malas ni buenas. Todas se creen que son las mejores. Son tópicos. Hay que trabajar con lo que hay. Nosotros tenemos un primer ministro que de vez en cuando suelta unas genialidades increíbles, pero es el material que tenemos. Quizás suena terrible. Idealizar a políticos muy conocidos de hace un siglo está bien, pero en su época también tuvieron su crítica.

- P.-: ¿Son los políticos que nos merecemos?

- R.-: Lo que se vota es lo que merecemos. Es una regla de oro. Lo que más me molesta son los que no votan porque son los que más critican, los que dicen que son todos una panda de mangantes, pero en cambio no han participado en las elecciones. Es una actitud asocial. Y es a veces la que prima, porque si vota el 90% del censo, las ideas más disparatadas se diluyen del todo. Pero si solo lo hace el 35%, el pequeño porcentaje de políticos extremos parece que es medio país.

- P.-: Partiendo de esa base, ¿los ciudadanos de España y de otros países votaron en la última década para que sus políticos fueran corruptos dada la sensación que hay en la sociedad?

- R.-: Lo dice bien. Es una sensación. Yo creo que tampoco se puede generalizar y decir que todos son unos ladrones. No se puede rechazar a la clase política. Muchas veces los que más gritan contra la corrupción no sé si son éticamente las personas más puras y transparentes y fiables. Los sambenitos son peligrosísimos. A mí me colgaron el de los bienes que recibí cuando cayó la monarquía. En una cierta época empezó una 'vendetta' contra mi familia, pero nadie pudo demostrar que hubiéramos robado nada.

- P.-: Acaba de recibir una sentencia en contra sobre sus bienes (debe devolver un palacio). Si consideramos la Justicia como pilar esencial de la democracia, usted tiene que respetar esta decisión

- R.-: Hay una salvedad. En 1946, cuando nos obligaron a marcharnos de Bulgaria, el primer ministro, que era comunista, nada sospechoso de ser monárquico, nos dio la lista de lo que nos pertenecía. Hasta una cuenta en el banco. En 1947 lo nacionalizaron todo. Y en 1998, tres años después de la ley sobre la devolución de lo que había sido confiscado, la Corte Suprema se pronunció a favor de nuestra familia. Un régimen comunista nos lo reconoció. Un régimen democrático, también. Y de repente algunos partidos empezaron con algunas calumnias burdas y entonces se les puso una moratoria para controlarlos desde el Parlamento. Por eso hemos recurrido la última sentencia al Tribunal de Estrasburgo donde la propiedad privada es sacrosanta. A cualquier ciudadano le dolería que le quitaran su casa.

- P.-: ¿Le preocupa la integridad de Europa viendo cómo un político italiano se quita un zapato y pisa un documento oficial?

- R.-: Es un gesto que denigra a todos los italianos. Y ahí los políticos deberían de pensar que representan al país y no solo a su partido. Un gesto así viniendo de una nación como Italia, no es un ejemplo. Es una escena grotesca. Pero no influye sobre la decisión por mucho que la pisotee. ¿Qué alternativa hay? ¿Que vuelva a deshacerse Europa? ¿Volver a pequeños ducados o repúblicas? No creo que eso remedie al ciudadano. Volveremos al siglo XVII o XVIII. Echar a perder tres siglos de progresos y de mejoras parece un poco improbable. Tiene que prevalecer el racionalismo y lo práctico. Lo que atañe al ciudadano, el bolsillo.

- P.-: Usted que antes de ser primer ministro ha sido monarca, ¿qué papel ha jugado la monarquía en Europa en esta crisis?

- R.-: Cada sistema tiene sus ventajas. Creo que en cierto modo el equilibrio que puede dar una monarquía parlamentaria es verdaderamente muy bueno. No digo el mejor. La gente dice que es injusto que se herede el poder. Pero ¿quién está mejor preparado que el príncipe heredero si desde el día que abre los ojos lo están preparando para este cargo? Un presidente, por muy preparado que esté, procede siempre de un partido y no es aséptico. No quiero hacer publicidad del gremio, pero la monarquía piensa de generación en generación, no con un plazo de cuatro en cuatro años. Eso cambia muchísimo la visión de lo que hay que hacer con serenidad. Da ciertas garantías. No está siempre en precampaña.

- P.-: ¿Cómo valora los últimos años del reinado de Juan Carlos I antes de abdicar?

- R. Lo que miro son los 37 años del reinado. Qué hubo de positivo y qué de negativo.

- P.-: ¿Y qué hubo de positivo y qué de negativo?

- R.-: Cualquier español puede ver todo lo positivo que ha habido. Sobre lo negativo, no soy ni juez ni tengo los elementos. Me parece que se le intenta denigrar y sacarle punta.

- P.-: Pero él mismo reconoció que en su última etapa no tuvo un comportamiento ejemplar.

- R.-: No podría por ética y por convicción personal comentarlo, pero ¿quién no es humano? Que salga el que no sea humano y entonces que empiece a criticar.

- P.-: ¿Está Felipe VI preparado para afrontar un momento tan convulso como el actual, con la división de la sociedad en España?

- R: Eso es cuestión del momento del país. Ocurrió en Bulgaria. Cuando mi partido liberal llegó fue un anatema porque antes solo había rojos o azules, de izquierdas o de derechas. La gente empezó a entender poco a poco que no solo había dos partidos, que se podía gobernar en coalición, incluso con musulmanes. Se aceptó que también había medias tintas. Y esa práctica es muy útil y hay que acostumbrarse.

- P.-: No me ha respondido.

- R.-: Mi teoría de los reyes herederos vale para don Felipe. Lamento que le toque un periodo tan complicado. Pero ha ocurrido en otros países, en otras monarquías, en otras repúblicas. Hay que intentar utilizar todas las herramientas para salir adelante porque les interesa a todos.

- P.-: ¿Qué le pareció su célebre discurso sobre Cataluña? Recibió muchos halagos, pero también críticas.

- R.-: Si abren la Constitución… No hay demasiadas discusiones. Es el garante de la integridad. No discutamos teorías maravillosas que en la práctica no lo son. No soy quién para juzgar a su majestad, pero si él debe atender a la Constitución en la que es el jefe del Estado, no tenía otra alternativa.

- P.-: En España hemos convertido en asunto vital la tumba de Franco.

- R.-: Los difuntos hay que dejarlos. Es la historia. Si empezamos a tirarlo todo no sé dónde acabaríamos. En el centro de Sofía está el monumento al ejército soviético que liberó Bulgaria y yo no lo tiré cuando fui primer ministro. Creo en la historia. Si no le gusta, no lo mire. Dele la espalda, si quiere, pero es la historia. Son dislates, no prácticos y no rentables, sobre todo, a efectos de dinero. A Franco se le había olvidado prácticamente. Si empezamos a buscar los culpables, llegamos a Adán y Eva.

- P.-: Entonces, ¿lo dejaría dónde está?

- R.-: No creo en los revanchismos. A los padres de mi mujer los asesinaron en la guerra civil por ser solamente burgueses. A mi padre lo desenterraron, desapareció su cuerpo y no sé que ha sido de él. Pero no por eso tenemos un odio exacerbado a unos y a otros porque ni van a resucitar ni remediar el problema. Uno lleva la pena dentro, pero no se puede extrapolar y sacar a todos los muertos o decir que estos son los buenos y los otros los malos. Las dos ideologías, tanto el marxismo como el nazismo, han provocado miles de muertos.

- P.-: ¿Cómo ve el futuro de Europa en los próximos diez años?

- R.-: Creo en Europa y seguiré creyendo hasta el último momento. He visto demasiados horrores. Por estar todos en el mismo club, todos tienen interés en mantenerlo. Todo lo que sean antagonismos, sanciones, dictados de grandes potencias, me pone bastante nervioso. Anatemizar a unos y otros, declarar guerras comerciales siempre provoca contestaciones, una escalada de disparates. Las sanciones a un país solo perjudican al pueblo. No pienso en Irán o en Arabia Saudí. Pienso en Rusia. Empezar a señalarla porque su líder cae mal a unos… No creo que Putin sufra estas multas, pero sí el pueblo ruso. Hay que pensar más solidariamente, ser realista y positivo.

- P.-: ¿Le preocupa un caldo de cultivo para una contienda bélica después de las declaraciones de Trump sobre la ruptura del tratado nuclear?

- R.-: Hablar de cosas nucleares me parece que está superado porque todos los líderes mundiales saben que no quedaría nada. Bastante les costó a Reagan y a Gorbachov ensamblar aquel acuerdo para escuchar este tipo de gestos que suelen tener sus consecuencias. Es una pena.

- P.-: Ya estamos en una guerra comercial permanente, de Estados Unidos con China, Europa con Rusia. ¿Tiene miedo de que se pase a una guerra más física?

- R.-: China tiene toda la deuda americana. Tiene mucho peso como inversor. No comprendo cómo Trump se puede marcar estos faroles con China. Pero, en fin, él sabrá mucho mejor que yo. Los cuervos dicen que tiene que haber una guerra general cada 25 años para hacer borrón y cuenta nueva. Pero hoy en día eso está trasnochado. Lo que hay son guerras comerciales latentes que son la tercera o la cuarta guerra mundial. Pero eso sería la aniquilación total. Antes de apretar el botón, incluso el más exaltado, se lo pensaría mil veces.

- P.-: ¿Cómo ve la respuesta de Europa y de España al asesinato del periodista saudí en Turquía?

- R.-: Le diré que es hijo de un compañero mío del colegio donde estudié. Me quedé muy impresionado. Si hay que ser pragmático por los miles de puestos de trabajo... Es muy difícil juzgar a unos y a otros, más allá del hecho de que es incalificable. Pero por eso he visto cierta prudencia en España. Le diré algo que le parecerá un disparate: me parece que ha sido un golpe montado contra el príncipe heredero de Arabia Saudí, porque algo tan públicamente mal hecho... Todos sabemos que para eliminar a alguien, hay maneras, con perdón discretas, pero no tan burdas. El príncipe tiene unas ideas muy liberales y quizás el asesinato ha sido orquestado para torpedearle, porque molesta a muchos.

FUENTE: Con información y entrevista de AGUSTÍN MARCO - https://www.elconfidencial.com

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