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lunes, 1 de julio de 2019

(España) La generación perdida: se duplica el número de jóvenes que deja de estudiar para trabajar

Cuando explotó la burbuja inmobiliaria, la sociedad española se encontró con que tenía dos millones de jóvenes menores de 25 años que habían dejado sus estudios para trabajar y que eran inempleables. Se les colgó la etiqueta de 'generación perdida' y se perdió toda esperanza en ellos con el único consuelo de que no volvería a pasar. Una década después, está volviendo a pasar.

En el último año, el número de adolescentes de entre 16 y 19 años que están trabajando se ha disparado un 16,3% y el de jóvenes de 20 a 24 años ha crecido un 5%. No hay otra franja de edad en la que el empleo esté creciendo a mayor ritmo. Una noticia que es aparentemente buena (porque hay empleo para los jóvenes) pero que oculta una peligrosa realidad: están dejando los estudios para empezar a trabajar. Durante los años de la crisis no podían abandonar su formación porque no había empleo, pero ahora sí que hay una gran demanda de mano de obra sin cualificar. El 'boom' de la hostelería y el comercio ha sustituido a la construcción y ahora cualquier adolescente puede dejar el instituto y encontrar rápidamente un trabajo.

Desde los mínimos de la crisis se ha duplicado el número de jóvenes con trabajo. Todavía están lejos los niveles de la burbuja, pero la tendencia de los tres últimos años muestra un camino peligroso. Todas las mejoras logradas durante los años de recesión eran un espejismo y el fracaso del sistema educativo vuelve a quedar en evidencia. Una vez que las empresas han vuelto a demandar mano de obra barata y sin cualificar, los jóvenes han vuelto a cambiar los libros por el trabajo. Según los últimos datos de la EPA, el número de adolescentes de entre 16 y 19 años trabajando se ha duplicado desde 2014 y hay ya 140.000 ocupados. Por su parte, en la franja de edad de 20 a 24 años hay más de 860.000 trabajadores.

Es el caso de Alba, que cuando acabó la ESO, tuvo claro que no iba a seguir estudiando. Desde pequeña quiso dedicarse a la hostelería, el oficio que había visto en su casa de Badajoz. Además, los 12 o 15 euros que ganaba a la hora trabajando de vez en cuando en las fiestas le atraían más que los libros y la rutina de las clases, incluso las de la FP de gastronomía con las que intentó alargar su formación: "No me convencía el sistema educativo, la manera de impartir las lecciones… Se basan en estudiar mucho y practicar poco". ->>Vea más...

FUENTE:  Con información de JAVIER G. JORRÍN - MARÍA ZUIL - El Confidencial

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