Entre las quejas de los firmantes se encontraban la excesiva confianza en los resultados a pesar de la imperfección de los datos; un cortoplacismo que ha empujado a muchos países a tomar decisiones políticas apresuradas para remontar en la siguiente oleada; el olvido de aspectos inmateriales o no medibles de la formación de los estudiantes como el desarrollo físico, moral o artístico; un análisis excesivamente económico de las escuelas públicas; en definitiva, concluían, “el nuevo régimen de PISA, con su ciclo continuo de tests globales, dañan a nuestros niños y empobrece nuestras clases, e inevitablemente implica menos autonomía para los profesores. Ha incrementado el estrés en los colegios, que pone en peligro el bienestar de los profesores y los alumnos”.
El profesor Andrea Saltelli, de la Universidad de Bergen (Noruega), está de acuerdo en casi todo con los firmantes, con una salvedad: “Veo un poco exagerado que digan que las pruebas estresan a los alumnos, no es para tanto”, explica a El Confidencial. Saltelli publicó hace unos años en 'International Journal of Cooperative Education el trabajo '¿Justifican los datos de PISA las políticas educativas basadas en PISA?' junto a Luisa Araujo y Sylke Schnepf, uno de los estudios más completos (y demoledores) sobre la célebre prueba.
“Como investigador, creo que sufrimos un exceso de datos y cuantificación”, lamenta, explicando el marco en el que debe entenderse la prueba de la OCDE. “Está en sintonía con la agenda neoliberal, que para extraer cada vez más de los trabajadores, desarrolla un sistema en el que, a diferencia del taylorismo, donde solo se trabajaba un número concreto de horas, el trabajador es movilizado 24 horas al día, porque tiene un objetivo medible que alcanzar. Medimos demasiado y eso va en detrimento de nuestra condición humana”. ->>Vea más...
FUENTE: Con información de HÉCTOR G. BARNÉS - El Confidencial