Un detalle de importancia en el relato: Bustamante integraría un enigmático “grupo G14”, compuesto por activistas de redes sociales para disparar mensajes contra sus blancos humanos que “han sentido la furia que destilan los ataques programados, repetidos, incesantes de estos tuiteros incondicionales de Álvaro Uribe”. G14 es un nombre tétrico porque recuerda otro, el denominado, en secreto, G3, utilizado por directores generales y agentes de Inteligencia del DAS en los cuatrienios presididos por el senador Uribe. Ellos, los del G3, purgan penas, hoy, en prisión, por sus delitos relacionados con espionaje ilícito, violación de comunicaciones, montajes, amenazas contra magistrados, opositores y periodistas, todos estos sindicados de ser, justamente, “una plaga comunista”. La cónsul Claudia Bustamante no fue nombrada por el presidente Duque por sus créditos académicos o carrera diplomática, pues no tiene ni los unos ni la otra. Su designación debe ser producto único de sus “16 años de amistad con Uribe”, como bien deduce el portal Las2Orillas. En la misma fecha de publicación de la radiografía de la “enmermelada” señora (05/09/19), esta se reunió con amigos de su causa en un elegante hotel. Tuvimos noticia del evento por el mismísimo expresidente que publicó, hacia las 10 de la noche, en su cuenta de Twitter, la constancia gráfica de la cita (ver). Dos días más tarde, el 7 de septiembre de 2019, Bustamente, agradecida con sus benefactores Uribe y Duque, sintió la fiebre que quema a los fanáticos de causa y creó un grupo de WhatsApp que llamó “Tuiteros TOP” o “influenciadores”. Siete minutos después de abrir el espacio, la cónsul “nombró” segundo administrador del “chat”, al alto consejero presidencial para la Transformación Digital del Estado, Víctor Muñoz.
La semana pasada, La Liga contra el Silencio —colectivo de defensa de la libertad de prensa— reveló los resultados de una cuidadosa investigación que hizo: encontró, en el chat de los dos funcionarios, una línea de ataques digitales, según instrucciones suyas a los 88 miembros de la agrupación digital, entre los cuales se destacan otros dos servidores oficiales: Hernán Darío Cadavid, asesor del senador Uribe en su Unidad de Trabajo Legislativo (UTL) y Stephanie Carrillo, jefe de prensa del exmandatario en el Senado. El domingo 8 de septiembre, Muñoz madrugó a dar instrucciones. La primera consistía en posicionar como tendencia número uno, el hashtag #NoVeoNoticiasUno. Dos horas más tarde reportaba triunfo total con la frase que, como es usual, fue adobada con una andanada de groserías, improperios, calificativos despreciativos, acusaciones de delitos supuestamente cometidos por los periodistas del noticiero. Otros hashtags fueron promovidos por Bustamante, Muñoz y Cía., contra las periodistas Camila Zuluaga y Catherine Juvinao, y, tal vez por error, contra La W. El origen oficial del ataque digital no tiene duda: los cuatro involucrados, Bustamante, Muñoz, Cadavid y Carrillo no solo son empleados del Estado; pertenecen al círculo más estrecho de Uribe y del presidente Duque. ¿Les caben a los jefes y a sus subalternos responsabilidades penales o disciplinarias por el hostigamiento coordinado y consensuado contra la prensa libre? Por ahora, la única reacción de los instigadores es mutismo, cierre de cuentas y nuevos insultos de tuiteros, la mayoría, anónimos. Habrá que acudir a instancias internacionales que escapen a su poder, para pedir consejo y, probablemente, protección.
Entre paréntesis. Uno de los cuatro “influenciadores” de la “bodeguita uribista”, Hernán Cadavid, asesor del expresidente, grabó en su celular la imagen de una periodista de Noticias Uno mientras esta ejercía su legítima labor de entrevistar al senador. ¿Para qué, por qué, para quién y con cuál finalidad? (ver).
FUENTE: Columna de Opinión - Cecilia Orozco Tascón - El Espectador