Tiene 23 años, una niña de 3 que duerme en casa con sus abuelos y un marido, Nicola Atria, a quien dentro de pocos minutos asesinarán delante de sus ojos.
En la terraza de la pizzeria Europa, que Piera regenta con su esposo, el verano aprieta y el bochorno empaña los rincones del pueblo de Montevago, 20 calles y una catedral enroscados en el valle del Bélice, ubicado en el interior occidental de Sicilia.
No cuenta con el encanto de los templos griegos de Agrigento, los edificios elegantes de Palermo, ni el agua turquesa de Marsala o Trapani, y pocos fuera de Sicilia supieron de su existencia hasta 1968, cuando un terremoto borró del mapa varios municipios de la zona y a centenares de sus habitantes.
El nombre del Bélice se grabó entonces en la memoria colectiva del país y, por la lentitud en la reconstrucción, la corrupción y los intereses poco transparentes que quedaron patentes en los años siguientes terminaron asociándolo irremediablemente a dos palabras: Cosa Nostra.
Pero Piera no piensa en nada de esto mientras sigue ajetreada en la cocina de su pizzería. Le preocupa más atender rápido a su hermana embarazada, que está en la terraza con otros clientes.
De repente, escucha la cortina de mimbre de la cocina moverse.
Se da la vuelta y ve a un hombre con una capucha en la cabeza: viste un traje de camuflaje, huele a gasolina y lleva una escopeta recortada en la mano.
Es de baja estatura y avanza hacia ellos.
Lo reconoce.
"¿Qué está pasando?", grita, el hombre apunta, su marido la empuja contra la pared, "No toques a mi mujer", entra otro hombre, mucho más grande, también con escopeta, el dedo sobre el gatillo.
Piera da un brinco, le agarra la culata, está caliente, huele a gasolina, detrás de ella escucha dos explosiones, sus manos arrancan la culata, el hombre se libera, la bloquea contra el fregadero, con la otra mano dispara, ¡pum!, ¡pum!
Su marido grita. Se cae al suelo.
El aire de la cocina no huele a otra cosa que a pólvora y gasolina.
Nicola está muerto.
***
"Tienes una sensación fea cuando los asesinos se van", me dice 29 años después de aquel crimen Piera, ahora diputada, mientras se recuesta en su butaca del despacho que comparte con un colega en la capital italiana.
Carraspea.
"Sientes alivio, porque has sobrevivido. Pero al mismo tiempo sientes un vacío. ¿Sabes cuando algo te succiona? ¿O cuando te bajas de un tiovivo que se mueve para arriba y para abajo? Bueno, esa es la sensación cuando presencias un homicidio".
Su asistenta abre de par en par las ventanas de la oficina. El aire está impregnado de humo de cigarrillo.
Por las persianas no entra ni un rayo del seco sol de principio de marzo que ilumina una Roma sumida en la crisis por el coronavirus.
Al fondo de la calle se adivinan las esbeltas líneas del palacio Montecitorio, la sede del Parlamento italiano y también del lugar de trabajo de Piera desde que, hace dos años, empezara su cuarta vida.
"Ahora que soy diputada fumo como un carretero", me confiesa, y larga una carcajada. ->>Vea más...
FUENTE: Con información de BBC Mundo - La Nueva Prensa de Colombia