No: nada de eso. Mi deseo es el contrario: que el presidente termine su mandato como Ernesto Macías: sin carreras. De forma lenta. Quiero saborear día por día el nuevo liderazgo que imprimió al país el niño del Rochester, alumno emblemático de la Sergio Arboleda, mago, presentador, guitarrista, antes de que en julio de 2022 organice la mudanza definitiva a Panaca, donde se instalará del todo la familia expresidencial.
Porque, al igual que su hermano Andrés, este par de años se pasaron volando. Y me resisto a que los dos que faltan se evaporen con idéntica velocidad, y en un abrir y cerrar de ojos llegue el duro momento en que un camión de Rojas Trasteos recoja pelotas, trajes de fomi, tinturas de canas y demás enseres de los Duque Ruiz, y el joven y dinámico mandatario se convierta en lo que llamaba López Michelsen un jarrón chino, en su caso al revés: un chino jarrón: un muchacho de silueta voluminosa al que aún le sobran energías para seguir tragándose el futuro, el mundo y una que otra galguería.
¿Qué sucederá cuando pase a la banca el presidente que gobernó para la banca? ¿Montará un think tank este ídem de la política juvenil? ¿Pasará la digestión de su gestión sirviendo como asesor de juntas directivas de mineras multinacionales? ¿Recuperará siquiera el color azabache de su pelo cuando deje de lado las tinturas del poder?
Para entonces el país no será el mismo, y acaso el presidente de este cuatrienio, o en su defecto el mismo Duque, se prepare para entregar las llaves de palacio a su siguiente heredero, Andrés Felipe Arias, previa modificación virtual de la Constitución bajo la voz cantante de Arturito Char. ->>Vea más...
FUENTE: Artículo de Opinión - losdanieles.com