Por: Daniel Samper Pizano - Avanza un proyecto de ley según el cual los colombianos tendremos vacuna anticovid gratuita y universal. Parece sano, justo, bonito y sensato. Pero, no nos engañemos, se trata de una mera declaración, algo que propone un ideal pero rara vez lo consigue: Tanto la carta de Derechos del Hombre como nuestra Constitución (artículo 13) dicen que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, etc. Fantasías. En la vida real una mujer yemenita no tiene la libertad de una alumna de Harvard y un negrito (¿o debo decir pequeño infante afrocolombiano?) del Chocó no conoce los mismos derechos que un gomelo bogotano.
Igual ocurrirá con el derecho universal y gratuito a la vacuna. Ante la noticia de que el gobierno nacional compró 10 millones de dosis, ya se están arremangando 50 millones de ciudadanos para que les pongan su pinchazo. Siento decirles: mamola. También miles de millones de terrícolas, enterados de que empiezan a vacunar a los británicos, se ven inmunizados en cuestión de pocos meses. Otra vez, mamola. La realidad es muy distinta y bastante cruel.
Empecemos por Colombia. Diez millones de dosis son 5 millones de vacunas (se requiere doble ración) y de esos 5 millones se cree que podrían fallar 250.000. Quedan 4.750.000 inoculaciones para el grupo de personas en grave riesgo, que son, básicamente, los trabajadores de la salud y la gente vulnerable (mayores de 60 años y ciertos enfermos). Pero ocurre que en el grupo letal califican 14 millones de ciudadanos, o sea que casi dos tercios de ellos se quedarán esperando el arribo de las prometidas dosis de la Organización Mundial de la Salud (OMS) o un nuevo esfuercito del exhausto presupuesto nacional. A su lado aguardan los restantes 45 millones de compatriotas que no caben como indispensables o vulnerables, aunque sospecho que la plata y las palancas abrirán algunos cupos por debajo de cuerda. El ministro de Salud habla de que la inmensa mayoría de los colombianos “tendrán acceso a la vacuna en 2022”. Supongamos que así será. ¿Y mientras tanto? Mientras tanto, el virus seguirá enseñoreándose, los hospitales estrechándose, los ciudadanos violando las normas de bioseguridad y los estudiantes sometidos a una enseñanza virtual que, por pobreza y cortedad tecnológica, solo alcanza a una parte de los niños. Ya conocemos el botín del enemigo invisible durante diez meses en nuestras tierras: 1.140.000 contagios, 37.000 muertos y una legión de arruinados, desempleados y empobrecidos. Los corolarios son obvios: si no cambiamos de costumbres y adquirimos un poco de responsabilidad y civismo, cuando llegue la vacuna dentro de casi dos años hallará diezmados los candidatos a recibirla. ->>Vea más...
FUENTE: Artículo de Opinión – Los Danieles