Por: Jonathan Bock - Con la prisa de un huracán, en Colombia se empieza a instalar el nuevo régimen de La Verdad. Durante los últimos 45 días hemos asistido impávidos a una inflación de contenido relacionado con las manifestaciones sociales: opiniones, mentiras, hechos sin contrastar y que se publican sin que sea necesaria su verificación y videos que se presentan como reveladores. Todo en un parpadeo. Una abundancia de lo abundante que lejos de iluminar, por momentos enceguece a una audiencia que grita desesperada: ¡No sé qué creer!
En el pasado han quedado los referentes comunes y, solo el público más juicioso, que se da la tarea de profundizar puede asomar su mano con alguna certeza de que tiene mayor exactitud en la información. Este fenómeno, anunciado desde hace años por sucesos similares en otros países, ha desestabilizado a la sociedad colombiana que parece estar atrapada en un relativismo que escapa al entendimiento.
Y, bajo la lupa de todos, las redes sociales, tanto por su responsabilidad en la canalización de las noticias falsas, así como por haber contribuido de manera esencial a la creación de una base social que les permite a las personas informar y estar informadas. En medio de esta confusión generalizada avanza el miedo, quizás como el único sentimiento que nos une en este momento. Ese miedo al igual que el afán por controlar el relato, está impulsando acciones desproporcionadas que buscan controlar el fenómeno de las “Noticias Falsas”.
Hace pocas semanas, el Estado colombiano, a través del Ministerio de Defensa, lanzó una campaña llamada “la verdad en un mar de mentiras #ColombiaEsMiVerdad”, que analiza contenidos con el fin de “identificar situaciones que “puedan afectar la seguridad en la web a través de la difusión de noticias falsas o emisión de mensajes equivocados para llamar a la violencia y el desorden”. Esta estrategia está a cargo de la Mesa de Trabajo del Puesto de Mando Unificado de Ciberseguridad Nacional (PMU-Ciber), que reúne a varias agencias estatales.
Para el Ministro de Defensa, Diego Molano, estos hechos delictivos son “ciberterrorismo”; es decir, identifican una intención de generar zozobra o terror en la población civil a través de redes sociales. Esta visión permitiría entonces, la imputación del tipo penal de terrorismo a juicio de la autoridad militar o policial que considere que el contenido falso tenía como fin generar terror, mediante la alteración engañosa de la realidad.
Asignar un estatuto de autoridad a establecer qué es verdad y qué es mentira, termina estableciendo una única fuente como referente de lo cierto y lo falso, caminando en contravía de entender la verdad como una construcción humana, que por supuesto necesita de una aprehensión plural. Además, al hacer zoom a la campaña encabezada por Molano, queda en evidencia que existe un propósito utilitarista que responde principalmente a objetivos de optimización, así como a intereses privados. En palabras del Ministerio, “la campaña busca identificar la falsedad de las noticias que pudieran atentar contra el accionar de la fuerza pública o contra la ciudadanía”. En últimas, una estrategia de propaganda. ->>Vea más...
FUENTE: Artículo de Opinión – Los Danieles