Por Daniel Samper Ospina - La idea de declinar mi candidatura a la Presidencia de la República se me ocurrió en la mañana del jueves, mientras oía la noticia de que el doctor Carlos Felipe Mejía retiraba su aspiración para apoyar en adelante la de Óscar Iván Zuluaga: de esa trágica manera me enteré de que el doctor Carlos Felipe pretendía la Presidencia. ¿Qué sigue ahora?, me pregunté entonces: ¿un flash informativo para anunciar que Manguito depone su aspiración para adherir la candidatura de Nora Tovar? ¿Alguien sabe quién es Manguito, quién es Nora Tovar? ¿Esa es la paz de Santos? ¿El hermano de Duque es mamón?
El hecho es que ese mismo jueves, en la mañana, le pedí a mi mujer que me regalara cinco minutos para hacerle un anuncio importante y, antesitos del almuerzo, me aventé:
—He decidido declinar mi aspiración a la Presidencia para apoyar al doctor Miguel Ceballos —le solté sin preámbulos.
—¿Perdón?
—Lo que oyes.
—¿Te ibas a lanzar a la Presidencia?
—Sí: el samperismo está vivo en las regiones…
—¿Y quién diablos es Miguel Ceballos?
—El líder del movimiento TU, el único con revista propia; el candidato del duquismo y del sergismo a la vez. En la última encuesta ya superamos al margen de error.
—¿El sergismo? –preguntó aterrada.
—Si no sabes qué es el sergismo, temo que esta rueda de prensa debe llegar hasta acá.
Que no sabía, me dijo. Y que la próxima vez avisara con tiempo tanto mi lanzamiento como mi declinación para —lo supongo yo— no sentirse en el mismo nivel del esposo de Paola Holguín o la mujer de Ernesto Macías: extraordinarios candidatos que también retiraron sus candidaturas sin que nadie supiera que existían.
Hoy en día Colombia parece el baño de invitados de una fiesta del jet set bogotano: todo el mundo está aspirando. Hay cincuenta candidatos. Por firmas se lanzó un señor cuyo segundo nombre es Hitler y otro que se llama Judas: Judas Armando Echevarría. Debe representar al santismo. Ambos se dan ánimo con el ejemplo de Duque: si él pudo, ¿por qué yo no?, se dice el señor Hitler cada noche: ¿acaso no me sé la talla de los crocs de Uribe?
Como sea, desde que retiré mi candidatura duermo con alivio. Mis noches solían ser un insomnio con asterisco, como diría Camilo Romero: una borrascosa incertidumbre cargada de ansiedad. Retirar mi aspiración me liberaba del peso de tener que votar por mí mismo en momentos en que la competencia no resulta sencilla. El miércoles de la semana pasada reapareció el legendario doctor Óscar Ivan Zuluaga: qué viento fresco, qué portento de candidato; qué entrecejo endiablado para asustar lo que se venga, bien sea el castrochavismo o las nuevas alzas en el dólar, con tan solo fruncir el ceño y advertir, en vibrato grecoquimbaya, que él ha sido el mejor ministro de Hacienda de Latinoamérica. Su primera propuesta consiste en convocar un referendo para luchar contra la corrupción: es decir, repertir el intento de 2018 que su partido se encargó de boicotear.
Y hace dos días se sumó al abanico Alejandro Gaviria, el profesor que, según algunos, permitirá que el debate electoral recobre altura. Es falso, es al revés: el debate rebajará el nivel del doctor Gaviria. Estamos en Colombia. Las elecciones más importantes de la historia reciente del país las definió doña Mechas, la célebre protagonista de un video viral que invitaba a votar por Juanpa y no por, abro comillas, “ese otro: ¿Zurriaga es que es?” ¿Qué sucederá entonces cuando el doctor Gaviria cite a Orwell en su discurso de Sabanalarga? ¿Qué cuando visite Buenaventura y se refiera a Sócrates? ->>Vea más...
FUENTE: Artículo de Opinión – Los Danieles