Por: Daniel Samper Ospina - Yo sé que exagero y miento en los relatos familiares que a veces escribo en este espacio, pero la historia que vengo a contar es completamente cierta y sucedió esta semana, cuando me invitaron a participar en el canal más visto de Colombia, en horario triple A.
—Hoy salgo en Caracol —anuncié a mi familia en la comida.
—¿Te inscribiste a La voz senior? —me preguntó mi hija mayor.
—¿Van a sacar La voz senior? —me ilusioné.
—Sí: con cantantes canosos —me informó.
Mejor que eso. Les expliqué que me habían contactado de Caracol Noticias para invitarme a participar, muy amablemente, en un gran especial de preguntas a Iván Duque. Un productor me indicó días antes la forma en que debía grabarme a mí mismo y enviarles el video:
—Ponga el celular en forma horizontal, grabe su pregunta y —esto es muy importante— finja que escucha la respuesta durante más o menos un minuto: asienta levemente por momentos, para darle realismo a la toma…
—¿Pero el presidente me estará observando?
—Es un falso directo —dijo.
—Es eso y muchas cosas más —le respondí.
—Me refiero a lo que haremos en el noticiero.
La última vez que había salido en televisión fue en Dejémonos de vainas, en 1986, en un capítulo en que le quitaba la pareja ya no recuerdo si a Ramoncito o a Vetiver, el perro de los Vargas. De modo que, tan pronto como colgué la llamada, me embargó un profundo sentimiento de emoción que casi no me deja dormir.
Me preparé con todo rigor: fui a Bellísima para que me depilaran, y descubrí entonces que había cerrado hace algunos años; retiré las cesantías y me enclaustré en una de esas barberías de moda, hípsters y masculinas, en donde me lustraron la calva y me emparejaron la barba por trescientos mil pesos.
Me compré pinta nueva; me entregué a una dieta de choque; leí, con resaltador, el plan de desarrollo del Gobierno y los dos libros sobre la economía naranja escritos por el jefe de Estado; escuché audios con sus últimas entrevistas, tanto en español como en inglés. Y pasé dos noches en vela anotando en la libretica de la mesa de noche las preguntas que me asaltaban como ocurrencias de madrugada.
En sucesivos insomnios conseguí decantar una pregunta brillante que me tomó un día entero grabar: porque, ya puesto en el plan de abudinear pantalla, lo haría como jamás nadie lo había hecho.
Grabé entonces diversas tomas, con todo tipo de intenciones y variaciones de voz, y seguí de modo especial la indicación de filmarme con la mirada fija en la cámara del celular, mientras imaginaba la respuesta del presidente y asentía de modo natural: un leve gesto de cabeza, neutral pero firme, que no significara necesariamente estar de acuerdo con la respuesta, pero sí que la recibía con respeto. No fue fácil llegar a ese punto de destreza gestual. Pero para las horas de la tarde ya lo había conseguido.
Aguardé impaciente a que llegara el día de la emisión y fue entonces cuando solté la bomba en la casa: no aparecería en La voz senior, pero en media hora mi pregunta retumbaría en todo el territorio nacional para orgullo de mi mujer y de mis hijas. Y de la dueña de Bellísima.
Diez minutos antes de que empezara la emisión, nos acostamos en la cama con palomitas de maíz.
Todo esto es real: Jorge Alfredo Vargas y María Lucía Fernández anunciaron al gran especial de Colombia le pregunta al presidente. El primer grito lo lanzó mi hija mayor y fue de emoción: efectivamente, detrás del director Juan Roberto Vargas, mi calva aparecía en el collage de pantallas del set: allí estaba yo, asintiendo levemente, pero con severidad: atento, concentrado, con el gatillo recargado, como dispuesto a contrapreguntar.
—Te ves gordo, papi —anotó mi hija mayor.
—Es que la televisión engorda —me defendí.
—Entonces tienes que dejar de comer tantas televisiones —dijo la menor.
Preguntaron directores de medios, ciudadanos, gente del campo. Yo seguía en la pantalla del set: la cabeza en estudiado balanceo, la mirada fija, siempre atento.
—Pero ¿por qué no sale tu pregunta? —reclamó mi esposa.
—Seguro la dejaron para el final por ser de las mejores —dije con suficiencia.
En los interminables minutos que sucedieron, nunca la sacaron: esa es la verdad. Nunca. ->>Vea más...
FUENTE: Artículo de Opinión – Los Danieles