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domingo, 5 de junio de 2022

(Colombia) Rodolfo y Petro: ¡únanse! (+Opinión)

Extendí uno a uno todos los tapetes de la casa —incluyendo los del baño, aun los antideslizantes de la ducha— y con ellos tracé un camino que me conducía a la puerta del carro para asistir manejando a mi puesto de votación: aquella imagen del presidente Duque convertido en la versión rolliza de la reina de Isabel me caló hasta el alma y quería imitarlo: sentir bajo mis tobillos la majestad del poder; asistir a la fiesta de la democracia como si fuera una noche de gala, acaso los premios Oscar, siquiera los TV y Novelas.

—¿Quién agarró todos los tapetes? —gritó mi esposa.
—No me los vayas a quitar que ya casi salgo —le advertí.
—¡Clavaste el único kilim que teníamos sobre un charco!
—Nos vamos a votar. Ponte la chaqueta de foami.

Mi esposa no tiene chaqueta de foami porque nunca ha procurado ser una mujer elegante, pero daba lo mismo. Lo importante era asistir a aquella jornada en que el candidato humano, impulsado por sus alianzas de última hora con el combo de Enilce López, desde ahora conocida como La Gata Humana, y Rodolfo Hernández, aquel abuelo amenazante, mitad hombre, mitad meme, pasaron a segunda vuelta. 

Para entonces la jornada electoral apenas comenzaba y yo procuraba definir mi voto entre las opciones que más me llamaban la atención: la de Luis Pérez y la de Íngrid Betancourt. No conocía aún que el doctor Rodolfo volvería trizas la candidatura uribista de Fico Gutiérrez y que en torno suyo se reorganizaría el voto antipetrista; tampoco que los resultados de aquel domingo de elecciones serían el legado sideral del paso de Iván Duque por la Presidencia: la jubilación del uribismo. Ese fue su verdadero aporte a los libros de historia.

Lejos de comprender el momento solemne, sin embargo, mi esposa continuaba regañándome por el único kilim que teníamos:

—Guarda el kilim y al volver lo secas porque está empapado —me ordenó.  
—Se mojó, y eso es lo que hay que hacer en votaciones: mojarse, tomar partido —le respondí.

Cumplimos con el deber democrático cada uno a su manera: sin contarnos —ni cantarnos— el voto; ni siquiera en la tarde, cuando caía el sol y nos sentamos en la sala para analizar los resultados. El país, efectivamente, pidió un cambio: exige ser gobernado por alguien que no toque guitarra ni imposte la voz cuando hable a la tropa. Se abren ahora dos alternativas diferentes para lograrlo: dos tipos de populismo para que cada uno elija el que más le guste: si el ideológico de izquierda del candidato humano, el hombre que se alía con clanes políticos tradicionales para impulsar el cambio; o el folclórico y chabacano del Abdalá Bucaramanga, candidato anticorrupción que arrastra un escándalo de corrupción.

Me dediqué entonces a estudiarlos, pero la tarea no resultaba sencilla. El programa de Petro, por ejemplo, no tiene cómo financiarse. El programa del ingeniero, por su parte, será de televisión, se emitirá a diario y lo utilizará para regañar a los senadores, a la manera de López Obrador. 

En las redes sociales los fogones echaban humo y la presión se elevaba de tal modo que por un momento tuve ganas de ser Iván Duque: de largarme del país y viajar por Europa con mis hermanas. 

Las propuestas de los dos candidatos invadieron mi cabeza como un aguacero: la reforma pensional de Petro y el viaje en familia al mar del ingeniero; el tren eléctrico elevado de Petro y la reducción del IVA del ingeniero.

Entonces me sucedió lo mismo que a Martin Luther King en Estados Unidos, lo mismo que Inti Asprilla en el Congreso: y es que tuve un sueño. El sueño de que cese esta guerra de gritos en que uno le dice a Rodolfo Hernández que es machista para que el otro le responda que más machista será Álex Flórez, o Hollman Morris, o demás líderes del petrismo; esta guerra en que uno echa en cara su escándalo de corrupción en el contrato de Vitalogic y el otro le refriega las alianzas con el clan de los Jattin. ->>Vea más...
 
FUENTE: Artículo de Opinión – Los Danieles

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