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martes, 20 de marzo de 2018

(EE.UU.) El asesino en serie más misterioso: 30 años después, aún siguen buscándolo

“El FBI ofrece una recompensa de hasta 50.000 dólares por cualquier información que conduzca al arresto del individuo conocido como el violador de la costa Este o el asesino del Golden State”. El cartel, publicitado en las redes sociales por dicha agencia el pasado verano, muestra la ansiedad de los investigadores federales por encontrar, finalmente, a uno de los grandes asesinos en serie de la historia de California. Lo que llama la atención, no obstante, es que la recompensa no recoge un dato esencial: el último de sus crímenes fue perpetrado hace más de 30 años y, desde entonces, apenas se ha sabido nada de él.

¿Por qué tanto interés por encontrar a este desconocido hombre que violó a alrededor de 50 mujeres y mató a unas 12 personas? Quizá se trate del trauma que aqueja aún a muchas de las víctimas y testigos de sus fechorías, que causaron un impacto tan indeleble como el del asesino del Zodiaco, un personaje con el que este hombre tiene mucho en común. O tal vez sea por el nuevo interés que ha generado durante los últimos años gracias a libros como el póstumo 'I'll Be Gone in the Dark' de Michelle McNamara, que acaba de salir al mercado y ha sido aplaudido por Stephen King o Gillian Flynn ('Perdida') o documentales como '48 hours' , 'Unmasking a Killer' o 'It's not Over'.

Ese, el de “no se ha acabado”, quizá sea el título más revelador, ya que miles de investigadores aficionados, fiscales y agentes de la ley sospechan que muy probablemente el violador y asesino siga vivo en algún lugar de la costa Oeste, rodeado por sus hijos y sus nietos. Es lo que sospecha Paul Holes, el investigador especializado en ADN que ha intentado recuperar la pista de este misterioso encapuchado a partir de los restos encontrados en las escenas del crimen: “Creo que es un hombre que lleva una vida completamente normal”, explicaba a 'Crimefeed'. “Está casado. Tiene hijos mayores, quizá incluso nietos. Se mimetiza con el resto. Sus vecinos piensan que es un buen tío”. Muy probablemente, añade, su mujer nunca ha sabido cuáles eran las aficiones de su marido.

El asesino con el pene pequeño que lloraba
No obstante, hay muy poco de “buen tío” en los crímenes que cometió entre 1976 y 1986. En la primera etapa de su triste carrera, la del violador de la costa Este, entraba en la casa de mujeres de clase media, que generalmente vivían solas (aunque en ocasiones también atacaba a sus maridos) y las violaba. Es lo que hizo en Rancho Cordoba y Carmichael a mediados de los años 70. Su procedimiento parecía sacado de una película de terror: abría las ventanas o las puertas haciendo palanca, llegaba hasta el dormitorio, deslumbraba a las mujeres con una linterna para despistarlas y las ataba. Un procedimiento que utilizó hasta octubre de 1979 en Goleta, la noche en la que una pareja fue sorprendida en su casa por aquel misterioso varón que canturreaba una y otra vez “los mataré, los mataré, los mataré”.

Cumplió su palabra y a partir de ese momento, ninguna de sus víctimas sobreviviría. Ni Robert Offerman y Debra Alexandra Manning, que fueron disparados en su hogar de Goleta; ni Charlene y Lyman Smith, en la misma localidad; ni Keith Eli y Patrice Bricos Harrington, de Dana Point. Tampoco Manuela Witthuhn, violada y asesinada en Irvine, ni Cheri Domingo y Gregory Sánchez, de nuevo en Goleta. La última de sus víctimas fue Janelle Lisa Cruz, una joven mexicana de 18 años que fue encontrada desangrada en su casa mientras sus padres estaban de viaje. Como recordaba McNamara, al “rondador nocturno original” (una referencia a Richard Ramírez, cuyos crímenes fueron llevados a cabo a mediados de los 80) le gustaba “atacar los mismos vecindarios una y otra vez”. El terror era su verdadero placer culpable, mucho más que el sexo.

No fue hasta el año 2001 cuando se confirmó que el violador y el asesino eran la misma persona. Se han escrito miles de post y artículos sobre su verdadera motivación, muchos de ellos, por parte de investigadores aficionados. Según el perfil desarrollado por Leslie D'Ambrosia, probablemente se trataba de un hombre blanco de entre 26 y 30 años parafílico y aficionado a la compañía de prostitutas, con altos ingresos, inteligente y articulado, una gran confianza en sí mismo y buena forma física, que vivió cerca de Ventura y que “continuará llevando a cabo crímenes hasta que la prisión o la muerte se lo impida”. Era, muy probablemente, arrogante, manipulador y un mentiroso compulsivo. Era extremadamente cuidadoso, lo que no impidió que la policía recuperase su ADN dado el gran número de crímenes que cometió.

Su comportamiento era particularmente errático. Como explicaba McNamara en un artículo publicado en 'L.A. Mag', en una ocasión, “se paró en mitad de la violación para ir a comer tarta de manzana”. En otros casos, después de perpetrar su crimen, la víctima escuchaba cómo se iba a la habitación de al lado para sollozar. Una de ellas oyó cómo repetía una y otra vez “mamá, mamá, mamá”, como si se tratase de Norman Bates. Las referencias a su madre eran habituales, y a una víctima le explicó que sus crímenes “asustan a mami”. Además, sabemos cuál era su tipo de sangre (A positivo) y el tamaño de su pene (según la autora, “notablemente pequeño”). Sus víctimas también se parecían; eran “guapas y delgadas”.

Lo más perturbador quizá era que el asesino no abandonaba la vida de sus víctimas ni siquiera después de violarlas. Muchas de ellas afirman haber recibido llamadas de un hombre jadeando antes de ser asaltadas, incluso años antes de hacerlo, lo que muestra su fría premeditación. En otros casos, volvían a recibir mensajes tras haber sido atacadas, como ocurrió en la Navidad de 1977, cuando telefoneó a una de ellas para felicitarle las pascuas de forma macabra: “Feliz Navidad, ¡soy yo otra vez!”. O aquella ocasión, en la que llamó a otra para decirle: “Te voy a matar, te voy a matar, puta, puta, puta, puta, maldita zorra”. Era, como le describió la fiscal del distrito Anne Marie Schubert, “el hombre del saco, un tío en el bosque que no sabíamos ni quién era ni cuándo iba a volver a atacar”.

El diario que fue encontrado cerca de una de las escenas del crimen permite asomarse a la mente del asesino. “'Loco' es la palabra que se quedó en mi cabeza tras mi espantoso curso de sexto [un equivalente al actual 2º de la ESO]”, escribía en él. “Mi locura era producto de decepciones que me hicieron daño. Mi profesor me volvió loco y generó un estado de odio en mi corazón, nadie me había traicionado así hasta entonces y nunca he odiado a nadie tanto como a él”. Entre esas “decepciones” se encontraban la cancelación de una excursión o las redacciones escolares que le encargaba como deberes. “Mi furia en sexto ha hecho mella en mi memoria para toda la vida y estaré avergonzado por ello para siempre”, concluía. Sin embargo, probablemente haya en su locura mucho más que una decepción estudiantil… si es que no se trataba de una estrategia de distracción.

El fantasma se esfuma
Desde mediados de los años 80, las únicas apariciones del asesino del Golden State fueron telefónicas. En 1991, una de estas víctimas recibió una llamada de su violador y charló con él durante un minuto. Esta afirmó que podía oír en el fondo a una mujer y varios niños. La última manifestación se produjo el 6 de abril de 2001, cuando dos días después de que saliese a la luz que el rondador nocturno original y el violador de la costa Este eran la misma persona, otra de sus víctimas en Sacramento volvió a recibir una llamada. “¿Te acuerdas de cuando jugábamos juntos?” fue su pregunta, 37 años después. Desde entonces, nada. De seguir vivo, el asesino probablemente tendrá más de 65 años.

Cada vez son más los investigadores que han intentado dar con la identidad del violador y asesino. Uno de ellos es Larry Crompton, que publicó en 2010 'Sudden Terror' y que participó en la investigación a finales de los años 70. Como ha explicado, nunca ha podido sacudirse de encima el peso del caso: “Se supone que tenía que cogerlo, pero no lo hice y tengo que vivir con ello”. El caso más dramático, no obstante, quizá sea el de la propia McNamara, que falleció el 21 de abril de 2016 mientras dormía, a causa de una mezcla entre la medicación que tomaba (Adderall, Xanax y fentanilo) y una enfermedad que desconocía que sufría.

Aunque sería exagerado afirmar que fue la última víctima colateral del asesino del Garden State, sus palabras dejan entrever que estaba luchando una batalla imaginaria con el hombre que traumatizó a millones de estadounidense, como ella misma reconocía al citar la frase de la película 'Zodiac': “Hay muchas formas en las que un asesino puede acabar con tu vida”. “'No puede hacerme daño' es lo que le digo a la gente cuando me preguntan si me preocupa que el asesino esté aún ahí fuera, sin darme cuenta de que en cada hora que paso sin dormir, cada minuto que paso dándole caza y no con mi hija, ya me ha hecho daño”, explicaba en el artículo de 'LA Mag'. Como su viudo, el actor de comedia Patton Oswalt recordaba, antes de su muerte había dormido apenas dos horas en tres días.

“Pensaba que estaba a punto de atraparlo, y entonces se fue”, lamentaba Oswalt. El resultado es el libro que acaba de salir al mercado, y que no proporciona ninguna respuesta definitiva al enigma. Quizá, como asegura la autora de 'Perdida' en el prólogo, no sea necesario, pues toda explicación convertiría una historia fascinante en un relato pedestre. Mientras tanto, miles de investigadores anónimos seguirán recabando datos para localizar al asesino del Golden State antes de su desaparición, si es que esta aún no se ha producido. Como recordaba McNamara, “el asesino del Golden State era un destructor de todo lo que resulta familiar y reconfortante. No era un simple violador. Era un fantasma que hacía que sus víctimas estuviesen permanentemente asustadas bajo la amenaza de que acechaba, con las sogas en la mano, detrás de las esquinas de su casa”.

Él, mientras tanto, quizá esté feliz al haberse convertido por fin en un icono de la cultura popular: “Sacramento debería hacerme una oferta / Para hacer una película de mi vida / Que pagará mi exilio forzado” eran algunos de los versos que aparecían en 'Excitement's Crave' ('Anhelo de emociones'), el poema que supuestamente envió a la redacción de 'The Sacramento Bee' en diciembre de 1977, en la que se comparaba con otros fuera de la ley como el 'outlaw' Jesse James o Son of Sam, el asesino en serie neoyorquino. “Ahora me gustaría añadir a tu mujer / O a un jefe de la mafia a mi cuenta / Tu violador de la Zona Este / Y plaga merecida / Nos vemos en la televisión o en la prensa”. Y así, sin ninguna duda, ha sido, y así sigue siendo 40 años más tarde.

FUENTE: Con información de HÉCTOR G. BARNÉS - https://www.elconfidencial.com - (PULSE AQUÍ)

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