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domingo, 4 de diciembre de 2011

Editorial de La Nación: Recuento diplomático costarricense

El quehacer externo del país es objeto de un interesante análisis en el recién publicado Estado de la Nación correspondiente a 2010. El recuento que ahí se hace “evalúa si la política exterior de Costa Rica promueve el desarrollo humano y la convivencia democrática, tanto en los principales foros internacionales como en las relaciones con los demás países”.
A juicio de los autores del estudio, el año 2010, el primero en la gestión de la presidenta Laura Chinchilla, marcó una baja en la consecución de esos objetivos en relación con años anteriores. En este sentido, el dictamen señala que la política exterior no figuró entre las tareas predominantes del Gobierno conforme al Plan Nacional de Desarrollo 2011-2014, el principal instrumento para fijar las prioridades del Ejecutivo. En contraste, en el programa de Gobierno que circuló durante la campaña electoral, el quehacer internacional sí “ocupó un espacio importante”.

Más importante que el número de páginas o menciones en uno u otro documento fue, sin duda, que el conflicto fronterizo con Nicaragua “acaparó la agenda del país y desplazó otras iniciativas en materia de política exterior”.

Las conclusiones citadas suscitan dudas y comentarios. Para empezar, y de manera general, nos parece indispensable destacar que los programas de Gobierno, aquí en nuestro país y en otras naciones, son siempre susceptibles de cambios –y aun de olvidos– a la hora de ejercer el poder. Además, no es nada raro que el entorno nacional y mundial impongan correcciones de rumbos y objetivos. En esto, precisamente, consiste el manejo serio y responsable de una gestión gubernamental. Actuar a contrapelo de la realidad resulta inconcebible, por decir lo menos, y el deber de quienes gobiernan es saber aprovechar las nuevas circunstancias en beneficio del país.

En este mismo orden de ideas, una invasión armada extranjera constituiría una emergencia y una prioridad máxima en cualquier nación civilizada. Por ello, creemos justificable que nuestro Gobierno atendiera esta delicada circunstancia con los recursos disponibles en ese momento, recursos que en todo caso suelen ser escasos en nuestro medio. Y, sin duda, fue un momento excepcional para un país pacífico y desarmado como Costa Rica que depende de la diplomacia y las normas internacionales para su defensa.

Desde luego, se podría discrepar en cuanto a las estrategias y métodos usados por el Gobierno para reivindicar nuestros derechos. Con todo, eso no cambiaría el trasfondo general de la emergencia que vivió el país en el 2010 por causa de los desmanes de Daniel Ortega y el peso de todo esto para el aparato de la política exterior costarricense.

Otro aspecto merecedor de consideración son las comparaciones entre lo actuado por la administración Chinchilla Miranda y la precedente de Óscar Arias Sánchez. En particular, nos preocupa el uso de juicios valorativos y numéricos sui géneris para repartir méritos y críticas. Por ejemplo, uno de los peligros de esta metodología consiste en hacer abstracción de los respectivos estilos presidenciales y su impacto en las apreciaciones sobre el país en la comunidad internacional. ¿Cómo, en este sentido, valorar la forma brusca y áspera con que se produjeron los cambios diplomáticos relacionados con dos amigos tradicionales de Costa Rica: Taiwán e Israel?

Por otra parte, el estudio describe correctamente el giro en la agenda internacional motivado por la mayor relevancia comercial y política de los llamados “Tigres Asiáticos” y, por supuesto, China e India. En este ámbito, hay una dinámica en las actuaciones internacionales de Costa Rica no advertida en el Estado de la Nación.

El impulso de la política exterior no siempre ha correspondido al acomodo teórico entre la Presidencia y la Cancillería. Ha habido períodos en que la Presidencia ha monopolizado el timón internacional a expensas de la Cancillería, y también cuando la jerarquía del Ministerio de Relaciones Exteriores ha debido dar paso a la del Ministerio de Comercio Exterior.

Al respecto, no hay duda de que la Cancillería, durante la segunda administración Arias Sánchez, fue opacada por la preeminencia presidencial. En cambio, en la primera administración Arias Sánchez (1986-1990), el monopolio pretendido por la Presidencia, incluidos sus asesores, debió ceder ante la importancia de una Cancillería dirigida por la destacada figura pública que fue don Rodrigo Madrigal Nieto.

En general, sin embargo, el análisis motivo de este comentario es un intento serio por discernir el mecanismo de la política exterior de Costa Rica. Su examen de la preponderancia de los temas de los derechos humanos, la seguridad internacional y la paz en el quehacer externo de nuestro país es acertado. El recuento que ofrece de la invasión nicaraguense y de las actuaciones de nuestro Gobierno en este lamentable capítulo, es una referencia obligada para los futuros análisis del tema.

En suma, aplaudimos la señera labor anual emprendida por el Estado de la Nación, un digno ejemplo para tareas similares en otros países.

FUENTE: http://www.nacion.com

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