La palabra traidor dejó de reflejar aquí su verdadero sentido cuando el entonces general Manuel A. Noriega declarara traidor a la patria a todo aquel que defendía la democracia y el respeto a los derechos humanos. En sentido puro, es “aquel que comete traición”, ya sea a la patria, a sus principios, a una organización, etc. Socialmente es casi tan malo como golpear a la madre buena. Traidor es un Judas, un conspirador contra lo establecido.
El agravio de la palabra traidor puede hacer muchísimo daño. Creo que si te gritasen depravado, imbécil o político ladrón (lo cual es un oxymoron), la palabra traidor sería la más ofensiva.
Por sedicioso, falta de respeto y golpear a un sapo del G2 me llevaron al DENI (antiguo Departamento Nacional de Investigaciones); allí me amenazaron y humillaron y luego, con toda la saña propia de su indignidad, comenzaron a “manguerearme”. Tenía entonces una absoluta certeza de mi valentía. Me veía un poquito como Rambo; me sentía fuerte y era joven. Cuando el sapo me golpeó por cuarta vez, el dolor fue tan intenso que supe que quizás sería un traidor. Traidor a un pequeño movimiento que tenía como propósito incendiar a la militarista TVN Canal 2 (es despreciable acordarse hoy del servilismo a Noriega del Canal 2). Al sapo no le interesaba mi movimiento ni mis locuras existenciales; solo quería vengarse por haberle faltado el respeto. El quinto me lo dieron sin ganas, pero –igual– se me salieron las lágrimas. Solo querían asustarme; querían jugar. Un pequeño juego de gorilas.
Cuando me llevaron a mi celda que daba al patio interior, esa noche sentí cuando cayó y golpeó el pavimento un preso arrojado del último piso. Creo, entonces, que pensé que un par de golpes más y hubiese sido un traidor. No solo iba a traicionar a mis amigos, sino que además era un flojo que con solo cinco “cuetazos” ya había derramado lágrimas.
Pertenezco a la Asociación de Prácticos del Canal de Panamá, declarados públicamente “traidores” por Jorge Ritter, exministro de Relaciones Exteriores bajo el gobierno de Pérez Balladares. Todos fuimos públicamente denigrados y acusados de “traición” a la patria por no obedecer la línea de gobierno y dejar que hicieran de las suyas con nuestra profesión. Desobedecimos y nos convertimos en “traidores”.
Actualmente pertenezco al partido Cambio Democrático y estaba pensando si seré un traidor al decir que lo que hacemos, como partido, en torno a la corrupción no es correcto. Reconozco con rabia que nuestro coeficiente de transparencia es 1.7 sobre un ideal de 10.
Tengo mis dudas al pensar si podría gritar que todo ministro y amiguito corrupto debería ir a la cárcel, igual que un ladrón común. Titubeo si seré un traidor al querer escupir la decisión de mi partido de aceptar políticamente a hombres deshonrados por otros partidos, y buscados por la ley. Me pregunto si seré un traidor, si deploro públicamente que la Contraloría obvie el mínimo de los controles; hiede a todo lo contrario por lo que voté. ¿Por qué escondemos las cuentas y no damos la cara con nuestras facturas? La ley nos obliga a que rindamos cuentas al pueblo de todo lo gastado, ya sea en radares italianos o carimañolas chiricanas. Quizás debería callar mi indignación para no ser un traidor.
Toda la decencia de este país confió en que CD les regresaría el honor y la ecuanimidad a nuestros juzgadores, para que condenaran a los corruptos. Ese fue el trato.
CD tiene una deuda con la sociedad. Quizás seré un traidor o quizás debiese gritarles más a menudo a mis líderes lo que las personas decentes comienzan a pensar de nosotros. “Igual de ladrones que los políticos anteriores”. ¿Por qué decidimos el camino de defender a los corruptos del partido y a los comprados? Me pregunto si estoy solo; si la respuesta es no, ¿entonces, por qué callamos como partido?
Mi amigo periodista Franklin Castellón, exadmirador de los principios originales del CD, escribió en La Prensa, prístinamente lo que sentimos. “En cuanto a calidad, el gobierno ha abandonado a su suerte, al menos hasta ahora, compromisos que impulsaron a miles de ciudadanos a respaldar su propuesta. Esas promesas están referidas al fortalecimiento de la democracia, la lucha contra la corrupción, el adecentamiento del sistema judicial y la profesionalización del servicio exterior”. Señores líderes de CD, comprendan que Panamá se muere por saborear la decencia; ¿por qué no regalarla, si es gratis?
Pública y respetuosamente solicito al Presidente y a todo el directorio de CD que cumplan con las propuestas de campaña y el plan de Gobierno, especialmente la de combatir la corrupción a como de lugar. Traidor es quien no lucha por honrar un compromiso. La corrupción es la idea inferior; su antónimo es la idea superior.
Creo y deseo que Cambio Democrático recupere el honor casi perdido; antes de sanar un sistema totalmente enfermo, primero tenemos que erradicar nuestras garrapatas para entonces gobernar con el ejemplo.
FUENTE: Efraín Hallax - http://www.prensa.com
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viernes, 23 de diciembre de 2011
(Panamá) El primer traidor: Efraín Hallax
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